
Los distintos
En Argentina dicen que Lodeiro y Mayada rompen el paradigma del uruguayo cadencioso. Lee la columna que habla sobre eso.

El periodista Claudio Mauri, en el sitio Canchallena, hizo una semblanza del típico jugador uruguayo y remarcó que Nicolás Lodeiro y Camilo Mayada rompen ese paradigma.
Cómo nos ven y cómo están impactados con estos dos volantes que juegan en Boca y River, explicado en esta columna:
Es profunda e histórica la huella de los jugadores uruguayos en el fútbol argentino. En épocas en las que los jugadores ataban más su destino a un club que a los representantes que mueven el mercado de transferencias, varios charrúas hicieron gran parte de una carrera en nuestras tierras.
Los archivos rescatan al lateral Jorge González con más de 500 partidos entre Rosario Central y Vélez. También a otros dos marcadores de punta, Sergio Villar (San Lorenzo) y Elvio Pavoni (Independiente), quienes superaron los 400 encuentros. Hay un par que pasaron los 100 goles en nuestras canchas: Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi.
Otros que sin alcanzar el centenar de conquistas, como Walter Gómez (77) y Sergio Martínez (80), levantaron pasiones en River y Boca. Ellos dos, junto con Juan Ramón Carrasco (River y Racing) y Rodrigo López (Vélez), son los cuatro uruguayos que marcaron cuatro goles en Primera.
Reconociendo el riesgo que implica toda generalización, el rasgo predominante del uruguayo es la garra, la tenacidad, la personalidad competitiva. También se valora su rápida capacidad de adaptación al medio. En ese perfil también era habitual incluir cierta lentitud, un ritmo pausado, una tendencia a hacer del juego algo más acompasado que vertiginoso.
Un uruguayo sin todo este bagaje es como imaginar a un paraguayo que no sepa cabecear o a un brasileño incapaz de gambetear.
El escritor Eduardo Galeano tuvo imaginación para interpretar esa identidad futbolística de sus compatriotas: "El jugador uruguayo recibe la pelota y medita, recuerda, piensa en su infancia. Claro, cuando hace el pase ya es tarde".
Dos exponentes de la última inmigración charrúa a la Argentina desmienten esta caracterización. Parecen formados en otra escuela, menos local y más global. Más influidos por las tendencias y modelos internacionales, Nicolás Lodeiro y Camilo Mayada rompen con el paradigma del uruguayo cadencioso, el que establece sus dominios en una parcela determinada. Mayada es un uruguayo atípico hasta fuera de la cancha: no le gusta el mate.
El volante de Boca y el de River son de largo recorrido, cubren muchos metros, rompen líneas y conducen la pelota a alta velocidad. Lodeiro llegó y se ganó la titularidad de manera indiscutida. Mayada es un recambio al que Gallardo recurre cada vez más, sobre todo cuando River se traba y su juego se hace pastoso. Son dos futbolistas ambiciosos para ir y sacrificados en el retroceso.
Están causando asombro. Con su extraversión para hablar, Daniel Osvaldo llegó a sospechar que Lodeiro lleva algún estimulante oculto en las medias. El técnico Madelón (Unión) se impresionó con Mayada en el Monumental: "Tiene mucha potencia, en cada arranque levantaba el pasto".
Les está yendo bastante bien en la resolución de esa tensión que explicó el psicólogo Albert Viadé: "Al atleta le exigimos que haga en décimas de segundo lo que más teme el ser humano: tomar decisiones".
Cómo nos ven y cómo están impactados con estos dos volantes que juegan en Boca y River, explicado en esta columna:
Es profunda e histórica la huella de los jugadores uruguayos en el fútbol argentino. En épocas en las que los jugadores ataban más su destino a un club que a los representantes que mueven el mercado de transferencias, varios charrúas hicieron gran parte de una carrera en nuestras tierras.
Los archivos rescatan al lateral Jorge González con más de 500 partidos entre Rosario Central y Vélez. También a otros dos marcadores de punta, Sergio Villar (San Lorenzo) y Elvio Pavoni (Independiente), quienes superaron los 400 encuentros. Hay un par que pasaron los 100 goles en nuestras canchas: Enzo Francescoli y Antonio Alzamendi.
Otros que sin alcanzar el centenar de conquistas, como Walter Gómez (77) y Sergio Martínez (80), levantaron pasiones en River y Boca. Ellos dos, junto con Juan Ramón Carrasco (River y Racing) y Rodrigo López (Vélez), son los cuatro uruguayos que marcaron cuatro goles en Primera.
Reconociendo el riesgo que implica toda generalización, el rasgo predominante del uruguayo es la garra, la tenacidad, la personalidad competitiva. También se valora su rápida capacidad de adaptación al medio. En ese perfil también era habitual incluir cierta lentitud, un ritmo pausado, una tendencia a hacer del juego algo más acompasado que vertiginoso.
Un uruguayo sin todo este bagaje es como imaginar a un paraguayo que no sepa cabecear o a un brasileño incapaz de gambetear.
El escritor Eduardo Galeano tuvo imaginación para interpretar esa identidad futbolística de sus compatriotas: "El jugador uruguayo recibe la pelota y medita, recuerda, piensa en su infancia. Claro, cuando hace el pase ya es tarde".
Dos exponentes de la última inmigración charrúa a la Argentina desmienten esta caracterización. Parecen formados en otra escuela, menos local y más global. Más influidos por las tendencias y modelos internacionales, Nicolás Lodeiro y Camilo Mayada rompen con el paradigma del uruguayo cadencioso, el que establece sus dominios en una parcela determinada. Mayada es un uruguayo atípico hasta fuera de la cancha: no le gusta el mate.
El volante de Boca y el de River son de largo recorrido, cubren muchos metros, rompen líneas y conducen la pelota a alta velocidad. Lodeiro llegó y se ganó la titularidad de manera indiscutida. Mayada es un recambio al que Gallardo recurre cada vez más, sobre todo cuando River se traba y su juego se hace pastoso. Son dos futbolistas ambiciosos para ir y sacrificados en el retroceso.
Están causando asombro. Con su extraversión para hablar, Daniel Osvaldo llegó a sospechar que Lodeiro lleva algún estimulante oculto en las medias. El técnico Madelón (Unión) se impresionó con Mayada en el Monumental: "Tiene mucha potencia, en cada arranque levantaba el pasto".
Les está yendo bastante bien en la resolución de esa tensión que explicó el psicólogo Albert Viadé: "Al atleta le exigimos que haga en décimas de segundo lo que más teme el ser humano: tomar decisiones".