
Sin Estado pero con fútbol
Conocé la historia de Kurdistán, una nación sin Estado pero con fútbol. Ahora un club sueco formado por kurdos tiene en sus filas a un uruguayo.

Los turcos votaron por segunda vez en cinco meses. El domingo pasado volvió a ganar el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), con una diferencia que le permite formar gobierno sin necesidad de alianzas, como lo viene haciendo desde el 2002.
El que manda en el AKP es Recep Tayip Erdogan y, aunque en estas últimas elecciones no fue candidato a primer ministro, todos saben que, ocupe el puesto que ocupe, es el que manda en Turquía.
Erdogan en su adolescencia fue jugador semiprofesional. Jugó en Kasimpasa, equipo por donde supieron pasar el Morro García, Tabaré Viudez y Pablo Pintos. Pero cuando los uruguayos jugaban, Erdogan era primer ministro de su país.
Kasimpasa remodeló su estadio a principios de siglo y decidió rebautizarlo con el nombre del presidente turco. El líder del AKP está bastante cercano al ambiente del fútbol, tanto que la semana pasada, cuando el presidente del Trabzonspor no quería dejar salir a los árbitros del estadio por entender que no le habían cobrado un penal a favor, fue el presidente de la República el que lo llamó a las cuatro de la mañana y lo hizo entrar en razón. Los árbitros salieron casi ocho horas después de haber terminado el partido.
Inversamente proporcional a su gusto por el fútbol es su tolerancia a las críticas. Erdogan ha ido alejando lentamente a Turquia del laicismo con el que nació de la mano de Kemal Ataturk. El AKP, fundado por el propio Erdogan, es un partido conservador e islamista.
Algunas de esas medidas, más un exceso de lujo (se mandó construir una sede presidencial que es un palacio de 1000 habitaciones y que costó 600 millones de dólares), generaron cierta oposición entre los ciudadanos y los medios.
A los primeros se encarga de reprimirlos cada vez que hay una manifestiación en contra del gobierno. A los medios no les va mejor: en la semana previa a las elecciones mandó cerrar dos canales y dos diarios.
En junio los resultados electorales sorprendieron a varios. El AKP no lograba conseguir los votos suficientes para formar gobierno en soledad. Los días pasaron y la principal fuerza no pudo (o no quiso) aliarse con los otros partidos y hubo que llamar a elecciones nuevamente.
Erdogan apeló al miedo como principal herramienta de su campaña política. Una de las medidas fue quebrar una tregua con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que llevaba tres años.
El PKK es una guerrilla que tiene por objetivo la liberación del Kurdistán. Los kurdos son un pueblo milenario, se calcula que se remontan al siglo X A.C. En Turquía viven entre 12 y 14 millones, y el resto está repartido entre Irak, Irán y Siria.
Son una nación sin Estado y quizá uno de los impedimentos que menos les importe, pero que está ahí, es que no pueden formar parte de la FIFA. Existe una selección de fútbol de Kurdistán, principalmente formada por kurdos del norte de Irak, que compite en la NF-Board, una asociación que nuclea a territorios por fuera de la FIFA.
Cada dos años organizan la Copa Mundial VIVA, y en 2012 Kurdistán fue el campeón del mundo venciendo en la final a la República Turca del Norte de Chipre. Un partido de lo más significativo geopolíticamente.
Existe una Asociación de Fútbol de Kurdistán, tiene sede en Erbil, en la región autónoma kurda de Irak, donde este pueblo tiene mayor autonomía.
Hay algunos equipos de ciudades kurdas en Turquía que juegan en la liga turca. El más importante es el Diyarbakirspor, que en 2009 supo estar en la primera división, pero que ahora juega en tercera. De su pasaje por primera le queda el recuerdo de varias hinchadas insultando a sus jugadores y fanáticos por estar a favor de la causa kurda.
Turcos y kurdos no se llevan bien en líneas generales. En 2014 el futbolista Deniz Naki, que posee nacionalidad alemana pero es de origen kurdo, debió abandonar Turquía, donde estaba a préstamo, porque más de una vez lo detuvieron en la calle para insultarlo y amenazarlo. El fútbol de clubes no es algo sencillo para los kurdos.
Muy lejos de Kurdistán, en una ciudad llamada Borlänge, en la parte central de Suecia, existe un equipo kurdo. El Dalkurd FF acaba de ascender a la segunda división sueca, todo un logro considerando que nacieron en el 2004 y comenzaron en la séptima división.
A impulso de inmigrantes kurdos en Suecia nació este equipo, en cuyo escudo está la bandera kurda y sus colores son los de su patria: amarillo, blanco, rojo y verde. Junto con los hijos de esos inmigrantes, juegan algunos otros hijos de inmigrantes, como es el caso de Diego Montiel, sueco de padres uruguayos emigrantes.
Montiel legó a Dalkurd a comienzos de este año y cuenta: "Este equipo es como una selección para muchos kurdos, y claro que existe diferencia con el resto de equipos de Suecia porque hacemos muchos proyectos para niños que están en la calle o metidos en cosas que no deben estar".
Nicolás Cordero aparece en la foto del plantel campeón de Nacional 2014/2015, pero en el segundo semestre de este año decidió probar otros caminos. Fue a Suecia gracias a algunos amigos que tenía, su primera opción no salió y terminó llegando a Dalkurd.
De las cosas que más le llamaron la atención fue la arenga previa a los partidos. "Bastante emocionante", la decribió. En ella se hace mención a la familia en Kurdistán, a las guerras que ha atravesado su pueblo y lo siguen haciendo y el respeto que merece su patria.
El fútbol muchas veces es algo más profundo e importante que lo que pasa adentro de una cancha. En este caso sirve para unir a la comunidad kurda a miles de kilómetros de su tierra originaria. Una nación sin Estado, pero no sin fútbol.