
Vos no corrés
Martín Ligüera fue la figura del partido entre Fénix y Racing. Sin correr, repartió magia y puso un golazo de tiro libre.

Martin Ligüera no es Fénix, no es Capurro, y no es el fútbol uruguayo. Es de esos casos atípicos que aparecen en nuestro país y que representan, arbitrariamente, la típica estirpe del habilidoso diez.
Retrasado, por atrás de los delanteros, más pegado a los mediocampistas, el juego del volante se limita a hacérsela más fácil a sus compañeros. Es cierto, el fútbol es para once, pero tener a un jugador de esta calidad técnica potencia las chances de cualquier equipo.
Ligüera no corre la cancha, por el contrario, la camina. Juega en corto, en largo, en profundidad y por los huecos. Le pega de cerca, de lejos, de arriba, o como venga. Es mágico, es distinto y un placer de ver. No tiene un gramo de duda, sin embargo, el trajín de los errores del fútbol uruguayo, a veces, lo hacen perecer.
Hoy sí Fénix es Ligüera, porque él es un comodín perfecto en el esquema de Rosario Martínez. El juego rápido, preciso y muy eficaz de los albivioletas, hace que tenerlo sea clave a la hora de generar espacios. Este fin de semana los de Rosario igualaron 2 - 2 en el clásico ante Racing y Martín fue clave.
Primero, puso un magnífico pase que dejó solo a Lucas Cavallini. El delantero canadiense lo tiene más que claro. Lo pasan haciendo y disfrutan de ello. Ligüera recibe, busca el pase en profundidad al hueco que Cavallini sabe encontrar, o lo habilita por arriba (con más espacio aún), y el delantero sabe cómo arreglárselas. Ligüera no corre.
Con el trajín de los minutos los rivales no saben cómo hacer. Cuando Ligüera recibe, no tarda más que unos pocos segundos en movilizar sus músculos. Casi siempre, salvo excepciones, la pasa enseguida. Si ve que tiene necesidad o que puede ser clave, se anima y se saca a un par de encima. Para mejor, acomoda muy bien el cuerpo y hace muy difícil que se la puedan sacar. Lïguera no corre.
Hasta sin tocar la pelota hace que el juego sea distinto. No se muere por tenerla, tiene paciencia y ahí está el sentido que le da cuando la tiene. No la regala, ni aunque no quede otra, y siempre toma la decisión más acertada. La misma, claro, que comparte con su exquisitez en el juego. Incluso, dejándola pasar o abriéndose de la jugada, hace que su aporte sea importante.
Hay una falta cerca del área y todos saben que es de él. Saben que no falla y saben cómo va a terminar. Puede ir por arriba, con efecto, o al palo del arquero, porque Martín siempre sorprende. Esta vez, Contreras le regala el palo y lo espera, con confianza. Martín sonríe, la barrera está muy cerca y prefiere correr la pelota más atrás. Ya sabe lo que va a hacer.
Racing acaba de empatarle a Fénix y es su mejor momento en el clásico. Ligüera no había tenido una tan clara y no la va a desaprovechar. Contreras le señala el palo libre, como pidiéndosela ahí. Martín se ríe, con los brazos en jarra.
Los hinchas de Fénix no aguantan la paciencia, saben lo que va a suceder. Los de Racing se toman la cabeza, temen por lo que suponen. Van 48 minutos del partido y Martín toma unos pocos pasos para patear. Contreras sigue dejando libre el palo derecho.
Con la misma elegancia que cuando está en juego, y sin correr, Ligüera da unos pocos pasos hasta tocarla. La patea, esta vez por arriba, con un efecto bárbaro. Contreras la mira, y Martín también. La pelota da en el travesaño, y por una milésima de segundo algunos respiran, vuelve a bajar y se mete. Ligüera lo volvió a hacer.
Con la misma tranquilidad que ejecuta el juego, festeja. Con esa parsimonia y ese estilo único, se arrima a sus compañeros. Hay que seguir, porque el gol todavía no gana el partido y él no puede solo, los necesita y se los hace saber. Quedan varios minutos y Racing se va con todo. Lo empata.
Van 80 minutos y el trámite del encuentro es de ida y vuelta. Martín ya no encuentra socios en ataque y tiene que colaborar más en la marca. No le llega tanto y se impacienta, aunque un poco. La recibe, va al choque, y un tirón en el posterior le llama la atención. Su partido terminó. Ligüera no corre, se va caminando.