Esa sensación tan linda
El Leicester y esa cosa tan uruguaya de plantarse frente a los poderosos, con menos recursos pero con trabajo y las cosas claras.
Es domingo 1° de mayo y los amantes del fútbol mundial saben que no es un día más para la Premier League. El Leicester City Football Club está a un paso de conseguir el título de una de las mejores ligas del mundo, la más seguida en los lugares más remotos del planeta y quizás la más competitiva.
Sin embargo, los dirigidos por Ranieri deberán esperar a la próxima fecha (si el Tottenham Hotspur no tropieza) para ser campeones. ¿Qué mejor que consagrarse en su estadio con todos esos hinchas que se bancaron las temporadas en la segunda división?
Los futboleros de Uruguay no somos ajenos a esta campaña de los "Foxes". Es que en parte nos sentimos bastante identificados: el pequeño luchando contra los vecinos poderosos, algo por lo que se ha caracterizado la selección uruguaya desde la primera década del siglo pasado.
Pero hay algo más que eso, y es ese sentimiento de que con una capacidad mediana, pero con mucho orden y esfuerzo, se pueden lograr los sueños.
Quizás sea por ello que este Atlético de Madrid de Simeone genera tanta simpatía en casa. El Atlético nos emociona, más allá de que su capitán es nuestro capitán y que hace pareja de zagueros con Giménez, con quien nos identificamos por la valentía de un gran debut en Eliminatorias en un momento complicado.
También podemos agregar que Griezmann es casi uruguayo, toma mate y, según los últimos calificados reportes periodísticos, todo lo que sabe lo aprendió de nuestro Carlitos Bueno.
¿Qué es lo que genera entonces que el futbolero uruguayo (y el mundial) sienta empatía con el Leicester? El estilo de fútbol de Ranieri quizás sea una de las causas, aunque en Uruguay debatimos mucho sobre estilos futbolísticos y no creo que haya una mayoría que prefiera el fútbol defensivo, mucho menos luego de la revolución futbolística del Barcelona de Guardiola.
La respuesta hay que buscarla por otro lado y es en esa sensación tan linda de ver que las cosas imposibles a veces son posibles, de soñarlas y, en algún momento, luego de tantas caídas y decepciones, obtenerlas.
Eso es lo que nos ha generado la selección uruguaya de Tabárez en la última década. El sentimiento de que no somos mejores que nadie, pero tampoco menos que ninguno. Que con un proceso serio y objetivos claros se puede llegar al último día en un Mundial, obtener nuevamente una Copa América o ganarle a las copetudas selecciones europeas.
Es decir, siendo un país pequeño, poder soñar con estar entre los mejores, esa sensación tan linda que aplica al fútbol y también a la vida.
Es lo que ya no está pasando con Peñarol y Nacional, mucho más pendientes de ganarle al otro en todos los ámbitos (fecha de nacimiento, estadio más lindo, títulos históricos, bandera más grande y podríamos seguir…) que de ganar un título continental.
Soñar con obtener una Libertadores o una Sudamericana en vez de agotar todos los recursos para obtener un trofeo que ya lo ganaron 50 veces, o 43, o las que crea cada uno que lo ganó.
Es ese sentimiento que Danubio y Defensor Sporting le dieron a sus hinchas en la primera década de este siglo. En 2004 los franjeados dirigidos por Pelusso lograron ganar por primera vez una final a un equipo grande, tres años después encabezados por Matosas ganó los dos torneos del año y se consagró campeón en un estadio repleto de hinchas rivales.
Por si fuera poco, en 2014 el franjeado logró el tercer título en este siglo, los mismos que consiguió el gigante Peñarol.
El caso de Defensor Sporting es similar. Durante años causó risas por haber perdido finales o por no presentarse a una por considerar que no tenía las garantías (como bien lo demostró aquel penal inventado a favor de Nacional en el Parque Central).
Sin embargo, el violeta se consagró campeón años después, derrotando en las finales a Peñarol. Y no solo eso, sino que en los últimos años ha sido el mejor representante de Uruguay en los torneos internacionales, quizás porque está más acostumbrado a jugar de visitante y no ser beneficiado por los árbitros.
Hoy, cuando el Leicester se está por consagrar campeón, o ya se consagró, o quizás hasta pueda perder el torneo (va a depender de cuándo lea esta columna), es fenomenal que el futbolero uruguayo sienta esa sensación de ser hincha de un cuadro o una selección que se tiene que plantar ante los poderosos, soñar, apuntar alto y trabajar muy duro para conseguir los objetivos.
Este domingo 1° de mayo el mundo quería ser del Leicester, pero los uruguayos y algunos pocos con sus equipos, vivimos ese sentimiento a menudo. Y sí, la verdad que es una sensación hermosa.