Amigos son los amigos
Nadal incorpora a su amigo Moyá al equipo técnico en busca de triunfos.
Rafa Nadal busca volver a su mejor nivel y para eso incluye en el equipo técnico a su amigo Carlos Moyá, ex número uno del mundo, quien el año pasado guió al canadiense Raonic a su primera final de Grand Slam. El zurdo de Manacor intenta por todos los medios recuperar la competitividad de otros tiempos.
Diez torneos de Grand Slam han pasado desde que Rafael Nadal se consagró por última vez en el polvo de ladrillo de Paris, en el año 2014. De allí en adelante solo ha habido algún título de Masters1000 y ciertas victorias importantes que antes solían ser moneda corriente y hoy son para festejar. Más decepciones que alegrías para una carrera acostumbrada al éxito.
Con el objetivo de recuperar el terreno perdido, el español ha incorporado a su compatriota Carlos Moyá a su equipo de trabajo con miras a una temporada 2017 que promete ser extremadamente competitiva en el circuito de la ATP. Luego de desvincularse del canadiense Milos Raonic, el mallorquín Moya fue contactado por Tony Nadal para sumarse como técnico del zurdo de Manacor, quien cerró el año en el puesto número nueve del escalafón mundial y tuvo una temporada plagada de problemas físicos.
El de las Islas Baleares arrancó este 2016 llegando a la final de Doha en la que Djokovic le propinó una de esas palizas difíciles de asumir desde lo tenístico y desde lo mental. Eliminado en primera ronda del primer major del año en Melbourne, Australia, se vio inmerso en un mar de oscilaciones. Dejó la gira sudamericana sobre polvo de ladrillo sin poder consagrarse, tras caer frente a Thiem en la final de Buenos Aires y ante nuestro Pablo Cuevas en semifinales de Río de Janeiro. Tuvo su cuarto de hora al ganar consecutivamente en Montecarlo (primer torneo Master 1000 en dos años) y en Barcelona, pero la alegría le duró poco.
Antes de su partido de tercera ronda en Roland Garros, sufrió una lesión en la muñeca izquierda que provocó su retiro del torneo, lo que también le imposibilitó presentarse en Wimbledon. Apuró su regreso para los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro donde luchó hasta el final por una medalla de bronce que perdió ante el japonés Nishikori (más allá del oro logrado junto a Marc López en el dobles). De ahí en más fueron solo sin sabores; eliminación prematura en el Us Open (octavos de final) y adiós definitivo a la temporada después de la eliminación en ronda de 32 en el Masters 1000 de Shangai.
Luego de tantas lesiones de rodilla, espalda y muñeca que le han puesto piedras en el camino; hoy en día Nadal se ha convertido en un jugador terrenal y muy ganable para rivales que en épocas anteriores no podían sacarle cuatro games en un partido. Por eso el guerrero persevera y a los 30 años sigue en la búsqueda de la receta que le permita volver a ser el imbatible de años atrás. Es probable que aquella plenitud añorada jamás vuelva; sin embargo, la llegada de Charly Moyá puede ser una ráfaga de aire fresco.
Ambos oriundos de Mallorca y con una amistad cosechada a lo largo de muchos años, Moyá y Nadal ganaron juntos la Copa Davis del 2004 y han convivido algunos años en el circuito. El campeón de Roland Garros 1998 viene de hacer un gran trabajo junto a Milos Raonic, a quien guió hasta su primera final de Grand Slam en Wimbledon. Juntos lograron la clasificación al Masters de fin de año.
Habrá que ver cuánto más resiste el organismo del ibérico; teniendo en cuenta que si bien la vida útil de los tenistas se ha alargado, el hecho de haber sido un ganador tan precoz y haberle demandado tanto a su cuerpo puede jugarle en contra. Con una treintena de pirulos sobre el lomo, casi catorce al más alto nivel y un bagaje infinito de problemas físicos, recordando a Mario Benedetti, Rafa tiene el cuerpo de un viejo prematuro que ha sido protagonista de batallas épicas.
69 títulos y tres temporadas finalizadas como número uno del mundo (2008, 2010 y 2013) son motivos por los cuales para Nadal sería difícil terminar su brillante camino como profesional deambulando como uno más o conformándose con migajas. 14 trofeos de Grand Slam, 28 de Masters 1000, 4 copas Davis y dos medallas de oro en Juegos Olímpicos resaltan en su extensísimo curriculum. Éxitos siempre basados en una fortaleza mental a prueba de balas y el físico propio de un elegido. Dado el deterioro progresivo de su salud deportiva, el de la madre patria sabe que ha llegado la hora de ser más agresivo en cuanto a sus golpes y jugar más adentro de la cancha.
Dándole mayor preponderancia a ese eficaz saque con top spin, estabilizando su drive intermitente, que muchas veces es el termómetro de su rendimiento y apelando a ese exquisito revés a dos manos, marca registrada en la rica historia del español. Más allá de lo técnico y táctico, lo primordial será recuperar la confianza perdida; esa dama tan codiciada que cuesta años conquistar y puede escabullirse en un abrir y cerrar de ojos. Esa que le posibilitó en varios momentos ser el mejor de todos y entrar al court de ocasión sabiendo que, costase lo que costase, el desenlace sería triunfal.
Momentos dorados de Rafa Nadal
Diez torneos de Grand Slam han pasado desde que Rafael Nadal se consagró por última vez en el polvo de ladrillo de Paris, en el año 2014. De allí en adelante solo ha habido algún título de Masters1000 y ciertas victorias importantes que antes solían ser moneda corriente y hoy son para festejar. Más decepciones que alegrías para una carrera acostumbrada al éxito.
Con el objetivo de recuperar el terreno perdido, el español ha incorporado a su compatriota Carlos Moyá a su equipo de trabajo con miras a una temporada 2017 que promete ser extremadamente competitiva en el circuito de la ATP. Luego de desvincularse del canadiense Milos Raonic, el mallorquín Moya fue contactado por Tony Nadal para sumarse como técnico del zurdo de Manacor, quien cerró el año en el puesto número nueve del escalafón mundial y tuvo una temporada plagada de problemas físicos.
El de las Islas Baleares arrancó este 2016 llegando a la final de Doha en la que Djokovic le propinó una de esas palizas difíciles de asumir desde lo tenístico y desde lo mental. Eliminado en primera ronda del primer major del año en Melbourne, Australia, se vio inmerso en un mar de oscilaciones. Dejó la gira sudamericana sobre polvo de ladrillo sin poder consagrarse, tras caer frente a Thiem en la final de Buenos Aires y ante nuestro Pablo Cuevas en semifinales de Río de Janeiro. Tuvo su cuarto de hora al ganar consecutivamente en Montecarlo (primer torneo Master 1000 en dos años) y en Barcelona, pero la alegría le duró poco.
Antes de su partido de tercera ronda en Roland Garros, sufrió una lesión en la muñeca izquierda que provocó su retiro del torneo, lo que también le imposibilitó presentarse en Wimbledon. Apuró su regreso para los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro donde luchó hasta el final por una medalla de bronce que perdió ante el japonés Nishikori (más allá del oro logrado junto a Marc López en el dobles). De ahí en más fueron solo sin sabores; eliminación prematura en el Us Open (octavos de final) y adiós definitivo a la temporada después de la eliminación en ronda de 32 en el Masters 1000 de Shangai.
Luego de tantas lesiones de rodilla, espalda y muñeca que le han puesto piedras en el camino; hoy en día Nadal se ha convertido en un jugador terrenal y muy ganable para rivales que en épocas anteriores no podían sacarle cuatro games en un partido. Por eso el guerrero persevera y a los 30 años sigue en la búsqueda de la receta que le permita volver a ser el imbatible de años atrás. Es probable que aquella plenitud añorada jamás vuelva; sin embargo, la llegada de Charly Moyá puede ser una ráfaga de aire fresco.
Ambos oriundos de Mallorca y con una amistad cosechada a lo largo de muchos años, Moyá y Nadal ganaron juntos la Copa Davis del 2004 y han convivido algunos años en el circuito. El campeón de Roland Garros 1998 viene de hacer un gran trabajo junto a Milos Raonic, a quien guió hasta su primera final de Grand Slam en Wimbledon. Juntos lograron la clasificación al Masters de fin de año.
Habrá que ver cuánto más resiste el organismo del ibérico; teniendo en cuenta que si bien la vida útil de los tenistas se ha alargado, el hecho de haber sido un ganador tan precoz y haberle demandado tanto a su cuerpo puede jugarle en contra. Con una treintena de pirulos sobre el lomo, casi catorce al más alto nivel y un bagaje infinito de problemas físicos, recordando a Mario Benedetti, Rafa tiene el cuerpo de un viejo prematuro que ha sido protagonista de batallas épicas.
69 títulos y tres temporadas finalizadas como número uno del mundo (2008, 2010 y 2013) son motivos por los cuales para Nadal sería difícil terminar su brillante camino como profesional deambulando como uno más o conformándose con migajas. 14 trofeos de Grand Slam, 28 de Masters 1000, 4 copas Davis y dos medallas de oro en Juegos Olímpicos resaltan en su extensísimo curriculum. Éxitos siempre basados en una fortaleza mental a prueba de balas y el físico propio de un elegido. Dado el deterioro progresivo de su salud deportiva, el de la madre patria sabe que ha llegado la hora de ser más agresivo en cuanto a sus golpes y jugar más adentro de la cancha.
Dándole mayor preponderancia a ese eficaz saque con top spin, estabilizando su drive intermitente, que muchas veces es el termómetro de su rendimiento y apelando a ese exquisito revés a dos manos, marca registrada en la rica historia del español. Más allá de lo técnico y táctico, lo primordial será recuperar la confianza perdida; esa dama tan codiciada que cuesta años conquistar y puede escabullirse en un abrir y cerrar de ojos. Esa que le posibilitó en varios momentos ser el mejor de todos y entrar al court de ocasión sabiendo que, costase lo que costase, el desenlace sería triunfal.
Momentos dorados de Rafa Nadal