Cumplió 18
Roger Federer alcanzó su 18º título de Grand Slam en el Abierto de Australia.
Federer consiguió su quinto título en el Abierto de Australia.
En otra final para el recuerdo, Federer derrotó a Nadal y a los 35 pirulos se consagró campeón del Abierto de Australia por quinta vez en su carrera. Corona número 18 para el suizo en torneos de Grand Slam. Partidazo entre dos fenómenos que nos regalaron una madrugada a pura adrenalina.
Un día la revancha llegó y Roger Federer cambió aquellas lágrimas de tristeza del 2009 por estas de alegría incontenible. Después de cinco años de sequía en torneos grandes, el más grande de la historia venció a Rafael Nadal en una final inolvidable y se coronó campeón del Abierto de Australia, primer Grand Slam del año que se disputa sobre canchas duras. Título número 18 de esta magnitud para el hombre que hacía más de seis meses no tocaba la raqueta de manera oficial.
Lesiones de diversa índole hicieron que hasta último momento estuviera en duda su participación en la gran cita de principio de año. 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 fue el resultado de un match que permanecerá en las retinas, mentes y corazones de todos. A lo largo de 3 horas y 37 minutos fuimos testigos de un electrocardiograma; repleto de oscilaciones tanto en el marcador como en el juego. Irrepetible desde todo punto de vista, con una cantidad enorme de puntos fabulosos, uno mejor que otro, todos dignos de dos animales competitivos.
Al borde del sillón, sin poder estar quietos, con los corazones galopantes, el pulso acelerado, las piernas más entumecidas que el aductor del genio suizo, como si estuviesen entre esa multitud de 15 mil personas que copó Melbourne Park; así anduvieron muchos frente al televisor, a lo largo y ancho de todo el planeta. Así nos tuvieron Rafa y Roger, gracias a una jerarquía infinita. ¿Cuántos videos de You Tube se harán intentando resumir tanta magia acumulada en unas pocas vueltas de reloj? Infinitos seguramente, pero ninguno podrá abarcar lo inabarcable de tanta grandeza.
Sensacional el partido que jugaron los dos, aunque con una ciclotimia evidente en lo que respecta al trámite del mismo. El dominio se lo fueron turnando y lo que uno proponía, el otro lo resolvía más temprano que tarde. La fiesta de los vaivenes arrancó con un Federer plantado y agresivo que salió a jugar bien arriba de la pelota, a puro sobre pique inigualable y de esa manera se llevó el primer chico.
Nada estaba dicho, mucho menos teniendo en cuenta el temperamento de Rafa, quien quebró de arranque en el segundo parcial y sostuvo la ventaja hasta el final del mismo. Todo como al principio y vuelta a empezar. Pero en el tercero, después de un bache pronunciado, Roger volvió y en dicho set mostró lo mejor de su repertorio; inicialmente salvando tres chances de quiebre en el primer juego de saque. Momento sicológico clave que posibilitó un envión anímico para volver a soltar amarras; derecha asesina, servicio indescifrable, y un revés eficaz como pocas veces ante la bola alta, pesada y con top spin de su rival de siempre. Inapelable 6 - 1.
Las cosas volvieron a emparejarse en el capítulo número cuatro; el pupilo del Tío Tony retomó la solidez perdida y fue impasable desde el fondo de la cancha, llevando la definición a un quinto que prometía ser adrenalina en estado puro. Y así fue. Más allá de que el español pegó primero, quebrando el servicio del suizo en el primer juego; en este lapso del encuentro salió a flote el espíritu de lucha del hombre al que algunos osados le atribuían exceso de pecho frío en los duelos frente al zurdo de Manacor. Podríamos decir incluso que Roger lo dio vuelta a lo Rafa; de estar abajo 1 - 3 a ganarlo con una autoridad indiscutible por 6-3, no sin antes pasar las zozobras que ameritaba un partido donde nada fue fácil.
Los últimos momentos fueron un canto al tenis y allí Federer se jugó el todo por el todo con tiros ganadores que llegaron a la hora de la verdad. Prueba de ello el último game del match, cuando sacando para partido y abajo 15 - 40, el hoy número 10 del ranking clavó un ace y luego un terrible drive invertido que aterrizó en la línea y generó la enésima explosión popular de la noche. Final digno del thriller al que habíamos asistido. Como si Spielberg estuviese detrás de todo, el último punto se definió con el suspenso de la tecnología y cuando se vio que la pelotita había besado la línea, Federer gritó, saltó y lloró como ocho años atrás, pero esta vez de felicidad. Sus 73 tiros ganadores y 57 errores no forzados son prueba cabal de su estrategia de ataque constante, de una valiente apuesta a todo o nada.
1.666 días habían pasado del último Grand Slam ganado por Roger; corría el año 2012 cuando venció en la final de Wimbledon al escocés Andy Murray. Casi cinco temporadas después de aquel séptimo trofeo en la catedral del tenis, el mito viviente del circuito agiganta aún más su leyenda, venciendo a su eterno verdugo y poniendo de manifiesto una vigencia asombrosa. Con 35 años y 5 meses, el de Basilea se transformó en el segundo jugador más veterano de la historia (después del australiano Ken Rosewall con 37 años) en conquistar un campeonato de este calibre y justo en su partido número 100 en el Grand Slam australiano (86 ganados y 14 perdidos).
Como si esto fuese poco, Roger es el primer jugador en ganar cinco veces o más tres de los cuatro torneos grandes (5 Australia, 7 Wimbledon y 5 Us Open). Trofeo número 89 en el circuito ATP para el curriculum interminable del artista de la raqueta, quien a pesar de su edad parece un joven hambriento, de esos que aún no conocen el sabor de la gloria y estarían dispuestos a dejar la última gota de sudor en pos de obtenerla aunque sea por unos instantes. Enérgico, atlético, con un lenguaje corporal siempre vivaz, como si fuese un pibe de 22 con mucho futuro. Federer ha probado ser el veterano más joven del mundo y mientras ese niño interno mantenga la llama viva nadie sabe hasta dónde puede llegar.
Un homenaje del canal oficial de ATP
Un día la revancha llegó y Roger Federer cambió aquellas lágrimas de tristeza del 2009 por estas de alegría incontenible. Después de cinco años de sequía en torneos grandes, el más grande de la historia venció a Rafael Nadal en una final inolvidable y se coronó campeón del Abierto de Australia, primer Grand Slam del año que se disputa sobre canchas duras. Título número 18 de esta magnitud para el hombre que hacía más de seis meses no tocaba la raqueta de manera oficial.
Lesiones de diversa índole hicieron que hasta último momento estuviera en duda su participación en la gran cita de principio de año. 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 fue el resultado de un match que permanecerá en las retinas, mentes y corazones de todos. A lo largo de 3 horas y 37 minutos fuimos testigos de un electrocardiograma; repleto de oscilaciones tanto en el marcador como en el juego. Irrepetible desde todo punto de vista, con una cantidad enorme de puntos fabulosos, uno mejor que otro, todos dignos de dos animales competitivos.
Al borde del sillón, sin poder estar quietos, con los corazones galopantes, el pulso acelerado, las piernas más entumecidas que el aductor del genio suizo, como si estuviesen entre esa multitud de 15 mil personas que copó Melbourne Park; así anduvieron muchos frente al televisor, a lo largo y ancho de todo el planeta. Así nos tuvieron Rafa y Roger, gracias a una jerarquía infinita. ¿Cuántos videos de You Tube se harán intentando resumir tanta magia acumulada en unas pocas vueltas de reloj? Infinitos seguramente, pero ninguno podrá abarcar lo inabarcable de tanta grandeza.
Sensacional el partido que jugaron los dos, aunque con una ciclotimia evidente en lo que respecta al trámite del mismo. El dominio se lo fueron turnando y lo que uno proponía, el otro lo resolvía más temprano que tarde. La fiesta de los vaivenes arrancó con un Federer plantado y agresivo que salió a jugar bien arriba de la pelota, a puro sobre pique inigualable y de esa manera se llevó el primer chico.
Nada estaba dicho, mucho menos teniendo en cuenta el temperamento de Rafa, quien quebró de arranque en el segundo parcial y sostuvo la ventaja hasta el final del mismo. Todo como al principio y vuelta a empezar. Pero en el tercero, después de un bache pronunciado, Roger volvió y en dicho set mostró lo mejor de su repertorio; inicialmente salvando tres chances de quiebre en el primer juego de saque. Momento sicológico clave que posibilitó un envión anímico para volver a soltar amarras; derecha asesina, servicio indescifrable, y un revés eficaz como pocas veces ante la bola alta, pesada y con top spin de su rival de siempre. Inapelable 6 - 1.
Las cosas volvieron a emparejarse en el capítulo número cuatro; el pupilo del Tío Tony retomó la solidez perdida y fue impasable desde el fondo de la cancha, llevando la definición a un quinto que prometía ser adrenalina en estado puro. Y así fue. Más allá de que el español pegó primero, quebrando el servicio del suizo en el primer juego; en este lapso del encuentro salió a flote el espíritu de lucha del hombre al que algunos osados le atribuían exceso de pecho frío en los duelos frente al zurdo de Manacor. Podríamos decir incluso que Roger lo dio vuelta a lo Rafa; de estar abajo 1 - 3 a ganarlo con una autoridad indiscutible por 6-3, no sin antes pasar las zozobras que ameritaba un partido donde nada fue fácil.
Los últimos momentos fueron un canto al tenis y allí Federer se jugó el todo por el todo con tiros ganadores que llegaron a la hora de la verdad. Prueba de ello el último game del match, cuando sacando para partido y abajo 15 - 40, el hoy número 10 del ranking clavó un ace y luego un terrible drive invertido que aterrizó en la línea y generó la enésima explosión popular de la noche. Final digno del thriller al que habíamos asistido. Como si Spielberg estuviese detrás de todo, el último punto se definió con el suspenso de la tecnología y cuando se vio que la pelotita había besado la línea, Federer gritó, saltó y lloró como ocho años atrás, pero esta vez de felicidad. Sus 73 tiros ganadores y 57 errores no forzados son prueba cabal de su estrategia de ataque constante, de una valiente apuesta a todo o nada.
1.666 días habían pasado del último Grand Slam ganado por Roger; corría el año 2012 cuando venció en la final de Wimbledon al escocés Andy Murray. Casi cinco temporadas después de aquel séptimo trofeo en la catedral del tenis, el mito viviente del circuito agiganta aún más su leyenda, venciendo a su eterno verdugo y poniendo de manifiesto una vigencia asombrosa. Con 35 años y 5 meses, el de Basilea se transformó en el segundo jugador más veterano de la historia (después del australiano Ken Rosewall con 37 años) en conquistar un campeonato de este calibre y justo en su partido número 100 en el Grand Slam australiano (86 ganados y 14 perdidos).
Como si esto fuese poco, Roger es el primer jugador en ganar cinco veces o más tres de los cuatro torneos grandes (5 Australia, 7 Wimbledon y 5 Us Open). Trofeo número 89 en el circuito ATP para el curriculum interminable del artista de la raqueta, quien a pesar de su edad parece un joven hambriento, de esos que aún no conocen el sabor de la gloria y estarían dispuestos a dejar la última gota de sudor en pos de obtenerla aunque sea por unos instantes. Enérgico, atlético, con un lenguaje corporal siempre vivaz, como si fuese un pibe de 22 con mucho futuro. Federer ha probado ser el veterano más joven del mundo y mientras ese niño interno mantenga la llama viva nadie sabe hasta dónde puede llegar.
Un homenaje del canal oficial de ATP