Un talento silencioso
Kawhi Leonard, un candidato a MVP que habla poco y juega mucho.
Kawhi Leonard se ha transformado en uno de los grandes candidatos a quedarse con el premio a jugador más valioso (MVP, por su sigla en inglés) de la temporada regular. Es la figura indiscutida de los legendarios Spurs aunque carezca de la verborragia típica de los líderes que habitan la NBA. Con él en cancha los de San Antonio pueden soñar.
Faltaban menos de 30 segundos cuando Kawhi Leonard clavó el triplazo que puso en ventaja a los Spurs sobre los Rockets en el clásico de Texas. 110 - 108 a favor de los locales, pero la historia continuaba. En la recarga, no conforme con su determinante acción ofensiva, el alero de 25 años de edad le puso un tapón gigante a James Harden y remató la faena encestando dos libres. Ese breve lapso de un simple partido de temporada regular refleja de cuerpo y alma al hombre en cuestión. Lo pinta como jugador total y todo terreno; vital en el costado ofensivo pero más aún cuando hay que agachar la cola y cuidar el tablero propio. Ajeno a las grandilocuencias de las súper estrellas, Kawhi no habla fuerte ni protesta en demasía, ni es adepto a vender humo; juega siempre para el equipo y hoy se ha convertido en el player más completo de la NBA.
Podría sonar desmesurado el juicio, pero las dudas se despejan siguiendo la evolución de “Manazas” desde que desembarcó en el mundo del showtime con una mano atrás y otra adelante cuando solo era un purrete de 20 añitos. Su timidez siempre fue una marca registrada, igual que la condición de atleta superlativo; sin embargo, en aquellos inicios no parecía tener la pasta para ser una figura estelar del mejor básquetbol del mundo. En el draft lo reclutó Indiana Pacers, pero tuvo la bendición de que San Antonio Spurs se interesara en sus servicios y posteriormente adquiera su ficha.
¿Alguien puede asegurar que en otro equipo Leonard no hubiese llegado a la estatura de jugador que tiene hoy? Quizás no, aunque me animaría a presagiar, en un juego de hipótesis incomprobables, que sin la mano de Gregg Popovich esta realidad hubiese sido imposible. La adquisición temprana de conceptos fundamentales lo transformó en un precoz adulto hecho y derecho. Tener claro que hay que ser parte de un equipo antes que buscar la salvación individual o que cumplir el rol asignado, sea grande o chico, siempre está primero que lucir para los flashes y las luces que encandilan. Fue esa temprana noción de las prioridades lo que le permitió destacarse de arranque y ya en la primera temporada formar parte del quinteto ideal de rookies del año.
Durante la 2012 - 2013 la evolución continuó a pasos agigantados y ello le permitió ser parte de una final de liga; aún sin la experiencia como respaldo el muchacho de rastas cumplió una muy buena actuación, pero los Spurs perdieron el anillo ante Miami Heat en siete partidos de manera increíble. En el sexto match de la serie con un 3 - 2 a favor, tenían todo a pedir de boca para consagrarse; errores garrafales propios y la mano de seda de Ray Allen hicieron posible el empate y el posterior segundo campeonato consecutivo de los de la Florida. A su magnífica labor defensiva, Kawhi le agregaba una enorme potencia para atacar el aro y seguía mejorando en el tiro de tres puntos.
La explosión llegó en junio del 2014, cuando en una inolvidable paliza basquetbolística con sabor a revancha, los de Texas vapulearon a Miami por 4 - 1 en las finales y “Manazas” fue elegido como el MVP de las finales. 17,8 puntos por partido, 6,4 rebotes y un escalofriante 61% de acierto en tiros de cancha (¡58% en triples!) fueron algunos numeritos del tipo que, con tan solo 22 años, se convirtió en el segundo jugador más joven, después de Magic Johnson, en ser nombrado jugador más valioso de las finales. Más allá de que al año siguiente lo colectivo no ayudó, la curva ascendente de su desarrollo personal no se detuvo; fue elegido mejor defensa de la temporada y lideró la estadística de robos de balón (2,3 por partido), además de confirmar definitivamente su status de jugador franquicia en un equipo de leyenda.
Sin prisa pero sin pausa continuó escalando la montaña que llega, tarde o temprano, a lo más alto. Transcurría la temporada pasada cuando llegó su primer Juego de las Estrellas en Toronto; allí se codeó con la crema de la crema y continuó probándole al mundo que había llegado para quedarse en el grupo selecto de los mejores. Otra vez declarado el defensor del año y mejorando progresivamente sus estadísticas individuales, en solo 76 meses pasó de promediar 8 puntos por encuentro en su primera temporada, a tener un registro de 21,2 en la 2015-2016.
Hoy, en el auge de su madurez, Kawhi se ha consolidado como uno de los imprescindibles de la NBA y apunta a quedarse con el premio al jugador más valioso de esta temporada regular. Con numeritos que asustan en la faz ofensiva pero sin perder su esencia de marcador insoportable y eficaz. Actualmente encabeza a unos Spurs que van por más; segundos en el oeste (50-14) y con aspiraciones a ocupar el trono que hoy ocupan los Cavaliers. El nacido en California promedia más de 26 unidades por match, 6 rebotes y 2 robos de balón; sin embargo, también está el complemento invisible, ese que no aparece en las estadísticas y que lo hace especial. Aquel que radica en privilegiar la palabra EFICACIA a LUCIMIENTO, en mirar por el bien del conjunto antes que mirarse el ombligo y en ser un clase A sin la necesidad imperiosa de hacer culto a la extravagancia.
Líder desde el silencio, con la sencillez a flor de piel y esa cara de póker tan característica; el mismo gesto en el salto inicial o a la hora de definir la última pelota de un partido para el infarto. Quizás la mayor diferencia con los demás sea que él no dio sus primeros pasos sabiendo que era un predestinado; sino con la conciencia cabal de sus limitaciones y siendo un producto del talento, pero mucho más del trabajo.
Faltaban menos de 30 segundos cuando Kawhi Leonard clavó el triplazo que puso en ventaja a los Spurs sobre los Rockets en el clásico de Texas. 110 - 108 a favor de los locales, pero la historia continuaba. En la recarga, no conforme con su determinante acción ofensiva, el alero de 25 años de edad le puso un tapón gigante a James Harden y remató la faena encestando dos libres. Ese breve lapso de un simple partido de temporada regular refleja de cuerpo y alma al hombre en cuestión. Lo pinta como jugador total y todo terreno; vital en el costado ofensivo pero más aún cuando hay que agachar la cola y cuidar el tablero propio. Ajeno a las grandilocuencias de las súper estrellas, Kawhi no habla fuerte ni protesta en demasía, ni es adepto a vender humo; juega siempre para el equipo y hoy se ha convertido en el player más completo de la NBA.
Podría sonar desmesurado el juicio, pero las dudas se despejan siguiendo la evolución de “Manazas” desde que desembarcó en el mundo del showtime con una mano atrás y otra adelante cuando solo era un purrete de 20 añitos. Su timidez siempre fue una marca registrada, igual que la condición de atleta superlativo; sin embargo, en aquellos inicios no parecía tener la pasta para ser una figura estelar del mejor básquetbol del mundo. En el draft lo reclutó Indiana Pacers, pero tuvo la bendición de que San Antonio Spurs se interesara en sus servicios y posteriormente adquiera su ficha.
¿Alguien puede asegurar que en otro equipo Leonard no hubiese llegado a la estatura de jugador que tiene hoy? Quizás no, aunque me animaría a presagiar, en un juego de hipótesis incomprobables, que sin la mano de Gregg Popovich esta realidad hubiese sido imposible. La adquisición temprana de conceptos fundamentales lo transformó en un precoz adulto hecho y derecho. Tener claro que hay que ser parte de un equipo antes que buscar la salvación individual o que cumplir el rol asignado, sea grande o chico, siempre está primero que lucir para los flashes y las luces que encandilan. Fue esa temprana noción de las prioridades lo que le permitió destacarse de arranque y ya en la primera temporada formar parte del quinteto ideal de rookies del año.
Durante la 2012 - 2013 la evolución continuó a pasos agigantados y ello le permitió ser parte de una final de liga; aún sin la experiencia como respaldo el muchacho de rastas cumplió una muy buena actuación, pero los Spurs perdieron el anillo ante Miami Heat en siete partidos de manera increíble. En el sexto match de la serie con un 3 - 2 a favor, tenían todo a pedir de boca para consagrarse; errores garrafales propios y la mano de seda de Ray Allen hicieron posible el empate y el posterior segundo campeonato consecutivo de los de la Florida. A su magnífica labor defensiva, Kawhi le agregaba una enorme potencia para atacar el aro y seguía mejorando en el tiro de tres puntos.
La explosión llegó en junio del 2014, cuando en una inolvidable paliza basquetbolística con sabor a revancha, los de Texas vapulearon a Miami por 4 - 1 en las finales y “Manazas” fue elegido como el MVP de las finales. 17,8 puntos por partido, 6,4 rebotes y un escalofriante 61% de acierto en tiros de cancha (¡58% en triples!) fueron algunos numeritos del tipo que, con tan solo 22 años, se convirtió en el segundo jugador más joven, después de Magic Johnson, en ser nombrado jugador más valioso de las finales. Más allá de que al año siguiente lo colectivo no ayudó, la curva ascendente de su desarrollo personal no se detuvo; fue elegido mejor defensa de la temporada y lideró la estadística de robos de balón (2,3 por partido), además de confirmar definitivamente su status de jugador franquicia en un equipo de leyenda.
Sin prisa pero sin pausa continuó escalando la montaña que llega, tarde o temprano, a lo más alto. Transcurría la temporada pasada cuando llegó su primer Juego de las Estrellas en Toronto; allí se codeó con la crema de la crema y continuó probándole al mundo que había llegado para quedarse en el grupo selecto de los mejores. Otra vez declarado el defensor del año y mejorando progresivamente sus estadísticas individuales, en solo 76 meses pasó de promediar 8 puntos por encuentro en su primera temporada, a tener un registro de 21,2 en la 2015-2016.
Hoy, en el auge de su madurez, Kawhi se ha consolidado como uno de los imprescindibles de la NBA y apunta a quedarse con el premio al jugador más valioso de esta temporada regular. Con numeritos que asustan en la faz ofensiva pero sin perder su esencia de marcador insoportable y eficaz. Actualmente encabeza a unos Spurs que van por más; segundos en el oeste (50-14) y con aspiraciones a ocupar el trono que hoy ocupan los Cavaliers. El nacido en California promedia más de 26 unidades por match, 6 rebotes y 2 robos de balón; sin embargo, también está el complemento invisible, ese que no aparece en las estadísticas y que lo hace especial. Aquel que radica en privilegiar la palabra EFICACIA a LUCIMIENTO, en mirar por el bien del conjunto antes que mirarse el ombligo y en ser un clase A sin la necesidad imperiosa de hacer culto a la extravagancia.
Líder desde el silencio, con la sencillez a flor de piel y esa cara de póker tan característica; el mismo gesto en el salto inicial o a la hora de definir la última pelota de un partido para el infarto. Quizás la mayor diferencia con los demás sea que él no dio sus primeros pasos sabiendo que era un predestinado; sino con la conciencia cabal de sus limitaciones y siendo un producto del talento, pero mucho más del trabajo.