Traigan adjetivos

Copas sobran; faltan las palabras para describir a Roger Federer.

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El campeón de Miami no es otro que Roger Federer.
Después de once años, Federer volvió a consagrarse en Miami y a los 35 está teniendo uno de los mejores arranques de temporada desde que es profesional. Su víctima en la final fue otra vez Nadal, a quien derrotó por cuarta vez consecutiva. Ya no hay palabras para describir al eterno Roger.

Intentamos evitar la redundancia en los adjetivos calificativos, decir algo nuevo sobre el más grande; pero no hay originalidad posible. Roger Federer venció a Rafael Nadal en la final del Masters 1000 de Miami y se consagró campeón del torneo de la Florida por tercera vez en su carrera, dejándonos con esa extraña sensación de que la Real Academia Española deberá inventar palabras para rotular a este extraterrestre. En la calurosa tarde norteamericana, el suizo venció al español por 6-3 y 6-4 en otra edición del súper clásico del tenis y a los 35 pirulos firmó un arranque de temporada soñado con 19 partidos ganados sobre 20 disputados.

Tercer título del año y número 91 de la carrera para Su Majestad, quien obtiene el triplete de Australia, Indian Wells y Miami por segunda ocasión en su extensa ruta como profesional (la primera había sido en el 2006). Cuarta victoria consecutiva (tercera de la temporada) sobre Nadal, quien aún mantiene una considerable ventaja en el historial de 23 a 14. Esta nueva final del tenis vintage estuvo marcada por la paridad (cosa que no sucedió en octavos de Indian Wells) y una mayor eficacia del inoxidable a la hora de los puntos calientes, esos que hacen la diferencia cuando se enfrentan dos cracks. Luego de haber padecido hasta las lágrimas la paternidad del nacido en Palma de Mallorca, Roger le encontró la vuelta a su archirrival.

Hasta la mitad del set inicial presenciamos un toma y daca digno de la rivalidad. Fue en el octavo game cuando el cuatro del ranking aprovechó su sexta oportunidad de quiebre para inclinar la balanza y posteriormente cerrar con su saque ese primer chico. En el segundo la igualdad se mantuvo hasta el 4 - 4; allí apareció una vez más la maestría de Federer para quebrar en su tercera chance del parcial, que a la postre, acabaría el choque. Ha quedado en el olvido la indudable supremacía sicológica que el zurdo ejercía sobre el de Basilea y, a pesar de salir con un plan mucho más agresivo que de costumbre, ya no hay pelota pesada ni top spin que haga dudar a este renovado y letal revés de RF.

Si hasta parece que fuese un jugador con dos derechas, tan contundente de un lado como del otro. Aquella vieja receta de la bola alta que tanto rédito le había dado al pupilo del Tío Tony por muchos años, hoy es un arma inofensiva frente a alguien que en este primer trimestre de 2017 ha convertido la raqueta en un pincel. En esa belleza de revés a una mano radica el cambio que ha transformado a este Federer de treinta y largos en el mejor Federer de todos los tiempos, independientemente de resultados y récords.