La única voz
La historia de Judy Murray, la madre célebre del tenis, y su hijo feminista.
Judith Erskine es una mujer que nació en Escocia hace 57 años. Hija de futbolista, empezó de chica a hacer deporte y agarró la raqueta. En verano jugaba al tenis y en invierno al bádminton. Al final no fue deportista profesional, sino que se dedicó a los estudios e hizo carrera universitaria, pero las canchas de tenis siempre las tuvo entre ceja y ceja.
Cuando tenía 21 años se casó con William Murray, con quien tuvo dos hijos: Jamie Robert y Andrew Barron. A Judith le decían Judy y, luego de casada, adoptó el apellido de su marido. Por eso pasó a ser conocida, aun habiéndose divorciado, como Judy Murray.
Hasta aquí podríamos haber narrado una historia común y corriente de una familia escocesa. No es que no lo sea. Pero a partir del 7 de noviembre de 2016 Judy pasó a ser inédita en el mundo: es la única mujer que tuvo en su vientre a dos número uno del mundo del ranking ATP de tenis, uno en singles y otro en dobles.
Para explicarlo tal vez haya que volver para atrás en la historia. En febrero de 1986 nacía el hijo mayor de Judy. Menos de un año y medio después, en mayo de 1987, nació el segundo. Tanto Jamie como Andy nacieron en Glasgow, pero se criaron en Dunblane, un pueblo a 50 kilómetros de la ciudad más grande del país (incluso más grande que la capital Edimburgo).
Dunblane es tristemente célebre por una tragedia ocurrida en 1996, la masacre de niños más grande en la historia de Reino Unido. Thomas Hamilton, un tipo de 43 años, entró en la escuela de Dunblane a los tiros y mató a 16 alumnos. Acto seguido se suicidó. Una demencia
A esa escuela iban los hermanos Murray y ese preciso día ambos estaban allí. Se salvaron de la masacre porque justo sus grupos estaban en otro salón. Para peor, el asesino, Thomas Hamilton, era un conocido de la familia. El hombre dirigía algunas organizaciones de niños, asociadas al movimiento scout, y Judy Murray lo había arrimado al pueblo en algunas ocasiones ya que él no tenía transporte propio.
Andy Murray contó muchos años después que en la masacre de Dunblane perdió a algunos de sus mejores amigos, a manos de un hombre que se sentó en el auto junto a su madre. Un combo muy fuerte, que podría tener dos posibles consecuencias: el trauma eterno o una personalidad de fierro. Y fue lo segundo.
Judy siempre inculcó a sus hijos la práctica del deporte. Ella, amante del tenis, los llevó rápido a las canchas de la zona y los puso a practicar. En esos primeros años la madre les inculcó la pasión y la disciplina, de lo técnico se encargaron después otros entrenadores.
Con 15 años, luego de rechazar un ofrecimiento para ir a jugar al fútbol a Rangers, Andy se fue a Barcelona a perfeccionar su tenis. Mamá Judy lo apoyó y sacrificó el bolsillo para pagar una estadía que no era barata, pero que valía la pena. Andy entrenó con los mejores y el tiempo le dio la razón.
Vaya a saber uno si por machismo o por qué, en general son los padres (hombres) los que guían a sus hijos en esto del deporte. Pero don Murray y Judy se separaron cuando sus hijos eran niños, por lo que el camino de Jamie y Andy en el deporte corrió por cuenta de la mamá.
Y teniendo ese dato, sabemos que no son casualidad algunas de las cosas que pasaron después. Y no nos referimos a los excelentes logros deportivos, sino a algunas facetas extrajuego que Andy -por ser el más conocido y el de más repercusión- ha regalado ante los medios.
Andy Murray es feminista. “Si ser feminista es pelear para que las mujeres sean tratadas igual que los hombres, entonces sí, soy feminista”, escribió en una columna de opinión. Él es uno de los poquísimos tenistas hombres que salen en defensa de la igualdad de género, en un medio que tiene severas condenas públicas de machismo, ya que muchos torneos reparten más dinero a hombres que a mujeres.
De hecho, otro grande como Novak Djokovic declaró públicamente que estaba bien el reparto desigual de dinero, argumentando que los partidos masculinos tienen más espectadores. El mundo entero le saltó por ese comentario y el serbio tuvo que retractarse, pero el daño estuvo hecho. Murray, en cambio, fue siempre el abanderado de la igualdad de género en el tenis. “Es tiempo de que alguien haga la diferencia y estoy orgulloso de ser esa persona”, sentenció en una entrevista.
Lo dice y también lo lleva a los hechos. El año pasado, en el Masters 1000 de Roma, anunció que la plata que iba a cobrar sería la misma que la asignada a las mujeres. Ni un peso más. La edición anterior del torneo había otorgado unos 630.000 euros al campeón masculino y 400.000 a la mujer. “El Abierto de Italia parece ser uno de los últimos bastiones de chauvinismo machista”, tiró Murray antes de jugar. Finalmente jugó y salió campeón. Y cobró como mujer.
Andy metió otra movida revolucionaria que fue contratar a una entrenadora mujer. Durante dos años aproximadamente trabajó con la francesa Amélie Mauresmo, lo cual causó revuelo y fue uno de los hechos que lo llevó a descubrir la discriminación reinante en el circuito.
Son contadísimos los casos de tenistas hombres de la élite del ranking ATP que tienen entrenadoras. Hace casi una década el francés Michael Llodra trabajó justamente con Mauresmo, el uzbeko Denis Istomin lo hace hasta el día de hoy con su madre Klaudiya, pero muy pocos más.
Luego de salir campeón en los Juegos Olímpicos de Río, un periodista le preguntó a Murray qué se sentía ser la primera persona en ganar dos oros olímpicos seguidos en la historia. La respuesta fue que no es la primera persona en conseguir tal hazaña, ya que hubo dos mujeres (Venus y Serena Williams) que también lo lograron. Seguramente fue un error involuntario del periodista, pero el gol de Andy fue totalmente calculado.
Siempre que puede, Andy se pone del lado de las mujeres. Ha apoyado al equipo británico de Fed Cup (la Davis femenina) y el año pasado, cuando su mujer estaba embarazada, avisó que si daba a luz mientras él disputaba el Abierto de Australia, abandonaba el torneo.
Detalles, que de tanto repetirse terminan haciendo a la cosa. Judy Murray tuvo dos hijos varones que supieron ser los mejores del mundo. Ella siempre estuvo en primera fila alentando y ellos nunca renegaron del pasado, como si citaran una canción uruguaya que nunca escucharon: “Pero yo no me olvido de todo lo que me diste, te lo digo con una mano en el corazón”.
Los hijos pródigos
Jamie Murray llegó al primer puesto del ranking ATP de dobles el 4 de abril de 2016. Ese año ganó el Abierto de Australia y también el US Open, en pareja con el brasileño Bruno Soares.
Andy Murray alcanzó la cima del ranking ATP de singles el 7 de noviembre de 2016, un día después de ganar el Masters 1000 de París. El año pasado el menor de los hermanos ganó Wimbledon, los Juegos Olímpicos, tres Masters y el ATP World Tour Finals, descontándole una ventaja a Djokovic que parecía imposible, y hasta el día de hoy sigue siendo el n°1.
Juntos, además, ganaron la Copa Davis 2015, la primera de Gran Bretaña en los últimos 80 años. Andy fue también el primer británico en ganar Wimbledon desde 1936.
Otras madres célebres del tenis:
Oracene Price
Es la mamá de Serena y Venus Williams, es decir la que parió más gloria en la historia de todo el tenis. 60 Grand Slams entre las dos, contando singles y dobles. Un infierno.
Rauza Islanova
Mamá de los rusos Marat Safin y Dinara Safina. Ambos llegaron a ser números 1 del mundo en la ATP y WTA respectivamente. Como Judy Murray, también los llevó al tenis y los entrenó de chicos.
Kathy Bryan
Tuvo gemelos, Bob y Mike, y le salieron jugadores de tenis. Tan iguales fueron que armaron una pareja de dobles y jugaron siempre juntos. El éxito fue rotundo: números 1 durante años del ranking de dobles y más de 15 Grand Slams ganados.
María Luisa Vicario
Esta española tuvo cuatro hijos: Marisa, Javier, Emilio y Arantxa. Tres de ellos fueron tenistas (todos menos Marisa) y dos fueron número 1 del mundo: Emilio en dobles y Arantxa en singles. ¡Qué producción!
* Nota publicada originalmente en la revista digital La Fatídica, en su edición de mayo 2017.