Sacar la cabeza
No es fácil la vida de los nadadores, pero ellos siempre sacan la cabeza para respirar y seguir adelante.
Martín Melconian sacó la cabeza del agua 24 veces. Eso hace que entre respiración y respiración avance dos metros aproximadamente. Para él son 50 metros, recorridos en 28 segundos. Más precisamente 27.85 el día que bajó el récord nacional.
En medio minuto no da para pensar mucho, incluso cuando no se está nadando. Respiración, técnica, codos sin salir del agua, muy concentrado en uno mismo y, si se puede, prestando atención a los competidores más cercanos. Esos que entran por el rabillo del ojo y que, centésimas más o centésimas menos, tienen el mismo tiempo que uno.
Abajo del agua el silencio, o más bien ese murmullo apagado. Abajo del agua tampoco da para pensar demasiado. Pero si se pudiera, abajo del agua se pensaría en las horas robadas al sueño para poder ir al gimnasio. En los números que nunca cierran, y que rara vez llegan a tiempo. En los malabarismos para recortar los gastos sin dejar de cuidar la alimentación. Los trabajos esporádicos que se deben hacer para llegar al alquiler, las materias que se reprueban por falta de tiempo.
Aunque suene paradójico, también se podría pensar en la cantidad de horas que no se pasaron en el agua, por falta de tiempo, plata o energía. En el Uruguay que no tiene piscinas olímpicas o en la Cataluña del equipo por el cual compite, pero que debe dejar la próxima temporada. En los pechistas que están por venir, y que asoman con el nombre de Santiago Saint-Upery de solamente 17 años y tiempos prometedores. En los mismos problemas que deberán superar las nuevas generaciones, que serán muy parecidos a los que él vivió.
La natación son detalles. Una mala entrada al agua, una brazada hecha a destiempo, una respiración más corta de lo debido, se pagan con centésimas sumadas al tiempo. Los nadadores cuando se sumergen no piensan, no pueden hacerlo. Es un deporte donde se compite con uno mismo, hay quienes dicen el oponente más difícil.
Pensar en las limitaciones no se antoja algo demasiado útil. Los problemas seguirán estando, pero a pesar de eso siempre hay que sacar la cabeza para respirar, por lo menos hasta que las manos toquen la pared.
En medio minuto no da para pensar mucho, incluso cuando no se está nadando. Respiración, técnica, codos sin salir del agua, muy concentrado en uno mismo y, si se puede, prestando atención a los competidores más cercanos. Esos que entran por el rabillo del ojo y que, centésimas más o centésimas menos, tienen el mismo tiempo que uno.
Abajo del agua el silencio, o más bien ese murmullo apagado. Abajo del agua tampoco da para pensar demasiado. Pero si se pudiera, abajo del agua se pensaría en las horas robadas al sueño para poder ir al gimnasio. En los números que nunca cierran, y que rara vez llegan a tiempo. En los malabarismos para recortar los gastos sin dejar de cuidar la alimentación. Los trabajos esporádicos que se deben hacer para llegar al alquiler, las materias que se reprueban por falta de tiempo.
Aunque suene paradójico, también se podría pensar en la cantidad de horas que no se pasaron en el agua, por falta de tiempo, plata o energía. En el Uruguay que no tiene piscinas olímpicas o en la Cataluña del equipo por el cual compite, pero que debe dejar la próxima temporada. En los pechistas que están por venir, y que asoman con el nombre de Santiago Saint-Upery de solamente 17 años y tiempos prometedores. En los mismos problemas que deberán superar las nuevas generaciones, que serán muy parecidos a los que él vivió.
La natación son detalles. Una mala entrada al agua, una brazada hecha a destiempo, una respiración más corta de lo debido, se pagan con centésimas sumadas al tiempo. Los nadadores cuando se sumergen no piensan, no pueden hacerlo. Es un deporte donde se compite con uno mismo, hay quienes dicen el oponente más difícil.
Pensar en las limitaciones no se antoja algo demasiado útil. Los problemas seguirán estando, pero a pesar de eso siempre hay que sacar la cabeza para respirar, por lo menos hasta que las manos toquen la pared.