Recordando

Se fue el Mundial de atletismo sin actuaciones deslumbrantes. Hubo épocas mejores.

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Foto: Reuters
Después de diez días de emociones, el Campeonato Mundial de atletismo disputado en Londres llegó a su fin. Esta decimosexta edición será recordada por el retiro con sabor amargo de Usaín Bolt, quien deja las pistas con bronce en los 100 metros llanos y una lesión en la final de 4 x 100, cerrando sin broche de oro una carrera de leyenda.

Cabe destacar también la ausencia de nuevos récords mundiales (solo se batió el de marcha atlética femenina 50 kms, disputada por primera vez), además de una involución en los registros, sobre todo en pruebas de velocidad. Estados Unidos lideró el medallero con diez preseas doradas y treinta en total, ratificando su status de potencia hegemónica.
 
Hablando de Bolt, entendimos porqué se va a una edad temprana (31). Más allá del tirón que lo sacó de carrera en la posta e impidió una despedida a toda orquesta, el mejor de todos estuvo lejos de su nivel. Una semana antes del adiós definitivo, El Rayo expuso notorias dificultades en la partida de la prueba reina (más de las acostumbradas) y sin la usual explosión del sprint final, arañó el tercer lugar, igualando su mejor performance del año (9,95).

El yanqui Justin Gatlin se consagró con 9,92, número que evidencia lentitud respecto al pasado inmediato. El podio integro de Rio 2016 derrotaría al nuevo campeón universal. En Brasil se impuso Usaín con 9,81, el flamante rey en tierra británica lo secundó con 9,89 y el canadiense Andre de Grasse (ausente en Inglaterra) completó el trío premiado con  9,91.
 
Otros duelos de corta duración empeoraron respecto a lo ocurrido en la cidade maravilhosa. En los 200 la sorpresa la dio el turco Ramil Guliyev, quien se colgó el oro con 20,09 (Bolt había ganado en Rio con 19,78, escoltado por De Grasse con 20,02) y relegó a Wayde Van Niekerk al segundo puesto. La gloria del sudafricano llegó en los 400, revalidando su título de Beijing 2015. Claro que los 43,98 quedaron muy lejos de su plusmarca mundial y olímpica (43,03) alcanzada en los últimos juegos.
 
Panorama similar en la rama femenina, a pesar del brillo de Inés Henriques y Emma Coburn. La portuguesa fue la primera medallista de oro de la marcha atlética femenina 50 kilómetros, batiendo récord mundial; con el atenuante de una carrera debutante en mundiales, integrando un grupo de solo siete mujeres y sin muchas marcas a bajar, dado que la competencia está dando sus primeros pasos. La norteamericana Coburn ganó los 3000 con obstáculos y pulverizó el récord de campeonato con 9, 02,58, lejos de los 8,52,78 (récord mundial) que ostenta Ruth Jebet de Bahrein.
 
En los desafíos de velocidad, las damas tuvieron actuaciones deslucidas igual que los caballeros. Comparado a los Olímpicos del pasado año, en los 100 la marca ganadora pasó del 10,71 de la jamaiquina Elaine Thompson al 10,85 conseguido en Gran Bretaña por Tori Bowie (EEUU). En los 200, de los 21,78 de la propia Thompson a los 22,05 de la holandesa Dafne Schippers, mientras que en 400 las tres laureadas en el país tropical, se hubiesen impuesto a los 49,92 de Phyllis Francis; en aquella oportunidad Shaunae Miller festejó clavando agujas en 49,44, seguida por  Allyson Felix (49,51) y  Shericka Jackson (49,85).
 
Si nos concentramos en las pruebas de largo aliento, vale destacar a Mo Farah, somalí nacionalizado inglés que no pudo revalidar su doblete, aunque culminó con oro en 10.000 y plata en 5000. Keniatas y etíopes dominaron como de costumbre, quedándose con cinco y dos doradas respectivamente sumando hombres y mujeres (1500, 3000, 5000,10.000). Tampoco hubo grandes tiempos y las plusmarcas quedaron a años luz de ser superadas.

Para ir en sintonía, saltos (alto, largo y con garrocha) y lanzamientos (bala, disco y martillo) no tuvieron participaciones descollantes y en estas disciplinas hay récords imbatidos por décadas. Por ejemplo, el del cubano Javier Sotomayor en salto alto (2,45 m) data del 27 de julio de 1993.