Del infierno al cielo
De estar en una silla de ruedas a principios de 2017 a ser campeona del US Open. La historia de Sloane Stephens.
Foto: EFE
¿Qué mortal con raqueta en mano podría eclipsar el grand slam número 16 de Rafael Nadal y su consolidación como número uno del mundo? Solamente la increíble resurrección de una joven de 24 años llamada Sloane Stephens, quien hasta hace seis semanas era número 957 en el circuito WTA y hoy disfruta de haberse coronado como reina del US Open.
Dueña de una historia singular, la morena de sonrisa amplia concretó una hazaña única que quedará escrita a fuego en los libros del tenis mundial; cinco meses después de estar en una silla de ruedas, la norteamericana fue profeta en su tierra aplastando en la final a Madison Keys (6-3, 6-0) y adjudicándose el primer torneo grande de su carrera profesional.
Dueña de una historia singular, la morena de sonrisa amplia concretó una hazaña única que quedará escrita a fuego en los libros del tenis mundial; cinco meses después de estar en una silla de ruedas, la norteamericana fue profeta en su tierra aplastando en la final a Madison Keys (6-3, 6-0) y adjudicándose el primer torneo grande de su carrera profesional.
Desde chica, la nacida en Florida tuvo que sortear, uno tras otro, los golpazos de la misteriosa existencia y así forjó un carácter a prueba de balas. Criada por la madre Sybil Smith, primera nadadora negra en competir por el equipo universitario de Estados Unidos, recién en el principio de la adolescencia (tenía 13) conoció a su padre John Milton Stephens. El ex jugador de la NFL falleció en un accidente automovilístico el 1 de setiembre del 2009, momento en que Sloane jugaba por primera vez la clasificación en Flushing Meadows.
La protagonista de este drama con final feliz conoció el empalagoso sabor de la popularidad cuando derrotó a Serena Williams en el Abierto de Australia 2013, donde alcanzó su primera semifinal en los campeonatos que más valen, pesan y duelen. En octubre de aquel año fue número once del planeta, pero desmesuradas comparaciones con la menor de las Williams se tornaron arma de doble filo, la presión hizo mella y los altibajos en el juego se multiplicaron.
Terminó el 2014 en el lugar 45 e inició su recuperación en el segundo semestre del 2015 cuando ganó el primer título de su trayectoria en Washington.
La protagonista de este drama con final feliz conoció el empalagoso sabor de la popularidad cuando derrotó a Serena Williams en el Abierto de Australia 2013, donde alcanzó su primera semifinal en los campeonatos que más valen, pesan y duelen. En octubre de aquel año fue número once del planeta, pero desmesuradas comparaciones con la menor de las Williams se tornaron arma de doble filo, la presión hizo mella y los altibajos en el juego se multiplicaron.
Terminó el 2014 en el lugar 45 e inició su recuperación en el segundo semestre del 2015 cuando ganó el primer título de su trayectoria en Washington.
Durante la temporada pasada se coronó tres veces (Acapulco, Charleston y Auckland) y volvió al top veinte, pero tras los Juegos Olímpicos de Rio empezó el calvario que parecía no tener fin.
Una grave lesión en el pie izquierdo la mandó al quirófano, lo que derivó en una inactividad de once meses; dolor y rehabilitación la mantuvieron en silla de ruedas hasta mediados de abril cuando volvió a caminar. Wimbledon fue testigo de su resurrección como jugadora, aunque solo hubo debut y despedida frente a su compatriota Alison Riske.
En Toronto y Cincinnati llegó la inyección de confianza indispensable de cara a la cita en la ciudad que nunca duerme; dos semifinales la hicieron volar del lugar 957 al 84 del ranking en 21 días y sin escalas. Luego de tantas frustraciones en el equipaje, Nueva York y el mundo presenciaron el clímax de esta obstinada pelea contra la adversidad. Modelo de templanza y superación, arquetipo de mujer coraje, ejemplo de que la revancha siempre está a la vuelta de la esquina.
Una grave lesión en el pie izquierdo la mandó al quirófano, lo que derivó en una inactividad de once meses; dolor y rehabilitación la mantuvieron en silla de ruedas hasta mediados de abril cuando volvió a caminar. Wimbledon fue testigo de su resurrección como jugadora, aunque solo hubo debut y despedida frente a su compatriota Alison Riske.
En Toronto y Cincinnati llegó la inyección de confianza indispensable de cara a la cita en la ciudad que nunca duerme; dos semifinales la hicieron volar del lugar 957 al 84 del ranking en 21 días y sin escalas. Luego de tantas frustraciones en el equipaje, Nueva York y el mundo presenciaron el clímax de esta obstinada pelea contra la adversidad. Modelo de templanza y superación, arquetipo de mujer coraje, ejemplo de que la revancha siempre está a la vuelta de la esquina.