Me verás volver

Un repaso por la temporada de Pablo Cuevas en el circuito, que no pasa por su mejor momento.

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Cuentan los que jugaron tenis profesional que la confianza construida durante años puede derrumbarse en un instante. Es probable que Pablo Cuevas esté viviendo en los hechos dicha teoría durante este accidentado segundo semestre, plagado de problemas físicos y malos resultados.

La semana pasada hubo debut y despedida en el US Open; esta vez su verdugo fue el bosnio Damir Džumhur, quien lo venció por 7-5, 7 -6, 6-1 en la primera ronda del último torneo grande de la temporada. Con este nuevo traspié, nuestro compatriota acumula cinco derrotas consecutivas en primeras rondas luego de su vuelta a la actividad.

Esto llega tras la lesión de rodilla que lo mantuvo alejado de las canchas durante casi dos meses y le impidió jugar en Wimbledon. Su último triunfo data del 1º de junio cuando derrotó al argentino Kicker en segunda ronda de Roland Garros.

Henri Laaksonen (94 del ranking), Andrey Kuznetsov (75), Sebastián Ofner (132), Jan Lenard Struff (49) y el ya mencionado Dzumhur (56) han sido los victimarios del número 27 del mundo en esta época de vacas flacas. Parece evidente que los inconvenientes que ha sufrido su cuerpo le pasan factura a la mente y, poco a poco, están mermando la tan necesaria autoestima.
 
Los primeros seis meses del 2017 estuvieron llenos de metas cumplidas y logros singulares, más allá de un arranque para el olvido, en el que hubo solo un triunfo en cinco partidos disputados. Como no podía ser de otra manera, la pisada cambió en el polvo de ladrillo de San Pablo, su lugar en el mundo, donde obtuvo el tricampeonato ATP de dicha ciudad.

Después vinieron los inéditos cuartos de final en torneos Masters 1000. Primero Indian Wells (cancha dura) y posteriormente en el glamoroso Montecarlo (polvo de ladrillo). La superación personal se prolongó en Madrid, donde el gran Cuevitas materializó la primera semifinal de su carrera en eventos de esta magnitud.

En plena curva ascendente, con la fortaleza mental en su pico máximo llegó a Roland Garros, sueño de cualquier latinoamericano que se jacte de amar este deporte. Allí ganó las dos primeras rondas con solvencia (sin ceder sets) pero en la fatídica tercera vuelta recibió uno de esos cachetazos que dejan huella. El español Fernando Verdasco lo pasó por encima y el uruguayo solo pudo ganar seis games en todo el match. Golpe muy duro a esa ilusión parisina que se espera con ansias durante 365 días.

Para colmo de males reaparecieron los dolores en la maldita rodilla derecha, la misma que lo mantuvo lejos de las canchas durante más de dos años (2011 al 2013), esa que lo hizo pensar en el retiro. Así tuvo que saltearse la temporada sobre césped para estar otra vez en plenitud y espantar viejos fantasmas.

Retornó al trabajo durante la mini gira europea de arcilla e hizo una corta preparación en cemento de cara al grand slam que se disputa en tierras del norte. Bastad, Hamburgo, Kitzbuhel, Winston Salem y Nueva York son testigos de su momentáneo andar errante por el circuito.

Con 31 abriles sobre el lomo, aún con mucho para dar, la experiencia le ha enseñado en repetidas oportunidades que tropezar no es caer. Sabe lo que significa resurgir de las cenizas y existen pruebas sobradas de su tozudez para reinventarse en la adversidad; sin esa constancia a prueba de balas no sería el jugador con más títulos y mejor ranking en la historia de nuestro país.