Ahora dice que soñó con esto toda la vida, que nada añoraba más. Que a medida que fue creciendo no encontró ningún horizonte mejor que ser el técnico de la selección. Sin embargo, algunos que lo conocen más, dicen que preferiría trabajar como scout para un equipo del College de los Estados Unidos. Encerrado en una sala de video todo el día.

Así es la vida de Marcelo Signorelli, admirador secreto del básquet universitario, conoce cada una de las trayectorias de los jugadores norteamericanos. Sabe, obvio, que LeBron James jugó en el St Vicent - St Mary, pero también que Cole Aldrich estuvo en la Universidad de Kansas.

Dice coach en vez de entrenador y arena en vez de cancha, pero está a cargo, desde hace más de un año, de la selección uruguaya de básquet, la de acá. La que necesita agachar la cola y jugar partidos de 70 puntos.

Marcelo Signorelli comenzó como entrenador en Juventud de Las Piedras, pasó por Italia, donde le fue bien y le podía ir mejor, pero lo convencieron de volver a la Liga Uruguaya. Dirigió a Biguá en la Liga 2007-2008, cuando fue campeón, cosa que repitió con Hebraica, en la edición 2011-2012.

Por supuesto también se anotó alguna de las perdidas, con Atenas, Olimpia y Paysandú. Mientras tanto fue escribiendo cosas, y pensando. Pensando en lo que tendría que hacer si algún día lo llamaban de la selección. Y lo llamaron.

Pero no es solo la selección mayor. Un viejo limón le banca la parada. Con un ojo puesto en el proceso del Maestro Tabárez, Marcelo Signorelli escribió su propio proyecto, pensando en la mayor pero con un importante foco en las juveniles, el trabajo con los clubes y el compromiso de los jugadores.

Ya tuvo su primer idilio con la gente en la AmeriCup, disputada hace pocos meses en el Palacio Peñarol. Pasión, defensa e identidad son las palabras que guían esta búsqueda, y que este 23 de noviembre empieza a recorrer el camino que intentará poner a Uruguay en el Mundial después de 37 años.

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