De verde a maduro

Los Boston Celtics demuestran que el futuro que se presagiaba, está más cerca de lo que pensaban.

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Foto: EFE - CJ Gunther
La pelota circula a velocidad crucero sin tocar ni una vez el piso flotante. Resabios de nostalgia invaden la humanidad de algún hincha que piensa en Larry Bird y viaja en la máquina del tiempo. Después del peor arranque posible, tras el 0-2 inicial y la grave lesión de Gordon Hayward, Boston Celtics tiene hoy el mejor récord de la NBA con 22 partidos ganados en 26 posibles y se consolida como la más grata sorpresa y realidad de esta accidentada temporada 2017-2018.

De la mano de Kyrie irving, pero con un juego colectivo fluido, los hombres de verde lideran la Conferencia Este, tres partidos por encima de Toronto Raptors y Cleveland Cavaliers (siete perdidos), estos últimos sus principales enemigos, rivales a temer en cualquier circunstancia. 
 
Trabajador como muchos y cerebral como pocos, el joven entrenador Brad Stevens (41 años) es responsable absoluto de esta maquinaria aceitada que luego de los furiosos vientos en contra que arreciaron al comienzo, hilvanó dieciséis encuentros sin derrotas (cuarta mejor racha en la historia de la franquicia) basándose en una defensa férrea y multiplicando las vías de gol.

Más allá de que el campeonato está en pañales y la meta se vea muy lejos en el horizonte, la insinuación del año pasado, arribando a la final del Este y cayendo ante los Cavs, aspira a transformarse en esa realidad que se tutee con la gloria y reverdezca los laureles de un equipo mítico.

Dentro de la cancha Irving no solo es la contratación estrella, ni el base encargado de manejar los hilos, sino que también es la voz cantante, esa primera opción ineludible que difícilmente te deje de a pie. Con 23,5 puntos y 5 asistencias por juego de promedio comanda un barco al que parecen sobrarle variantes.
 
Otro de los factores clave se llama Jayson Tatum, tiene solo 19 años y es oro en polvo; presente auspicioso (13,9 pts. y 5,3 reb) y futuro que no tiene techo a la vista. Al Horford también está en gran nivel, quizás rayando la excelencia de su carrera en el mejor básquetbol del mundo. Dueño de una versatilidad pocas veces vista en un pivot, el dominicano tiene numeritos que corroboran su status de jugador completo. 14,2 puntos, 8 rebotes y 5,3 asistencias, además de una defensa siempre comprometida, son prueba testigo del rol fundamental que cumple Horford en la actualidad.
 
Cinco integrantes del plantel promedian 12 o más puntos por match, estadística que pinta de cuerpo y alma a un conjunto como tal y que no se ve todos los días en este planeta de egos desmedidos y afán de protagonismo. A los tres ya mencionados debemos agregar los nombres de Marcus Morris (12,6) y Jaylen Brown (14,8).

Terry Rozier y Marcus Smart forman otro par de opciones ofensivas que rozan los dos dígitos (9 y 9,7 respectivamente) y aumentan, todavía más, los caminos al aro. Claro que todo engranaje necesita actores de aquellos que se ensucian las manos, capaces de resignar protagonismo en pos del colectivo.

Dentro de ese selecto grupo entran nombres como los de Aaron Baynes y Daniel Theis; ambas piezas importantes en la zona pintada, sosteniendo el recambio de un juego interior al que no le sobra nada.
 
Cuando uno ve a estos muchachos compartiendo la pelota sin egoísmos, apelando al pase extra, despojados de vanidades, aparecen en la retina los mejores VHS de aquella gloriosa década del ochenta, época en la que Bird, Parrish o Mchale exhibían ante el mundo el añejo arte de pasar y cortar.

Si hasta la súper estrella llegada de Cleveland (a pesar de su lógico protagonismo) parece involucrada en este sistema netamente cooperativo creado por un señor de apellido Stevens, ideólogo de la aventura. Algunos ya lo tildan como el sucesor de Popovich y la sentencia parece demasiado prematura; sin embargo, a estos Celtics se los podría asociar tranquilamente al más esencial estilo Spurs. Aquel que consiste en transformar un conglomerado de individualidades en una unidad rocosa y difícil de vencer.