Bahía Panther

Una pantera suelta en Bahía. Los últimos años de carrera de Rodolfo Rodríguez en la ciudad de Olodum.

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Rodolfo Rodríguez. Foto: Trivela
Entrevista realizada por el programa Música al Ángulo de M24

El pasado martes 13 de febrero finalizó el Carnaval de Bahía. Desde afuera parece algo espectacular, y como no pudimos recorrerlo al ritmo de esos camiones llamados ‘tríos eléctricos’, decidimos confirmarlo con Rodolfo ‘La Pantera’ Rodríguez, quien atajó sus últimos dos años de carrera en Esporte Clube Bahía.

El ex arquero de nacional nos contó de la hermosa y tranquila Bahía. Tanto le gustó que hasta se trajo palabras. Tan ‘descontraído’ es Bahía, que pareciera que ese término nació allí.


Primero jugaste en Santos, en Brasil. Por ende ya sabías de qué se trataba el fútbol brasileño.

Sí, estuve once años en el exterior. Dos en Portugal, nueve en Brasil. Primero de Nacional me fui a Santos en el ’84, luego jugué en Sporting Lisboa para volver y jugar en Portuguesa de San Pablo. Eso me dio la oportunidad para conocer no sólo el fútbol sino el pueblo brasileño en general.

¿Costó la decisión de ir a jugar a Bahía?

Yo tenía 36 años, ya con los niños en edad escolar, por lo que me fui sólo. Pensaba retirarme e instalarme en Uruguay, pero Bahía era un buen equipo, reconocido a nivel nacional. Fue una experiencia muy buena, desde lo económico me servía, y conocer Bahía fue bárbaro.

Además, siendo campeón regional los dos años.

Sí, los dos años obtuvimos el campeonato Baiano. A nivel nacional era más difícil, porque Brasil estaba en un buen momento a todo nivel. Pero igual fue interesante ese convivir con una sociedad bien diferente a San Pablo, bien diferente al resto de Brasil, y en el fútbol mucho más. Valió la pena conocer Bahía.

Suponemos por ende una manera diferente de vivir y de entender al mundo.

Totalmente, uno tiene que adaptarse a los tiempos de ellos. Yo ya había estado en Santos, muy agradable, luego en San Pablo, donde todo funciona rápido, y luego llegué a Bahía donde tienen un ‘jeito’ de vivir distinto, sin apuro, con mucha tranquilidad. Una filosofía de vida presente en todo, quizás no dentro de la cancha, pero en el diario vivir los bahianos son tranquilos, pachorrientos. Por ende quien llega de afuera tiene también que bajar revoluciones, quizás por eso para mis dos últimos años de carrera haya sido muy bueno, me adapté muy rápido. Allí hay dos equipos, Victória y Bahía, y la gente te respetaba mucho en la calle. No es una sociedad violenta en el sentido del fútbol, porque son muy tranquilos, aunque igual lo toman como una pasión. En el estadio Ponte Nova antiguo iban cuarenta mil personas ante equipos casi desconocidos.

La gente de Bahía te recuerda con mucho cariño, te toman como referencia uruguaya. ¿Qué te genera eso?

Te llena de agrado, de orgullo. Principalmente por la familia. Tuve la suerte de volver el año pasado con la familia, y ella pudo observar el cariño de la gente, del taximetrista, del mozo que me atendía en la etapa de jugador. Eso es bueno porque demuestra que uno anduvo por la vida como uno cree que tiene que ser. Ahora lo que queda de mi carrera es mi nombre, ya no salgo a cortar centros ni atajo penales. Por suerte me pasa lo mismo cuando voy por Santos, y eso demuestra que no estuve tan equivocado, que fui por los caminos que entendí que eran los mejores y eso se recoge con el correr del tiempo.

¿Qué nos podes decir de las playas de Bahía?

El que conoce el lugar es diferente al turista, que lo llevan a lugares turísticos. El que vive ahí tiene playas hermosas, lugares tranquilos. Iba a entrenar de mañana y me llevaba un libro, después de la práctica me iba a leer a la playa. En la barraca me hacían el pescado recién sacado y luego volvía a entrenar. Era diferente, no estaba la vorágine de la ciudad, sin ese estrés, se tomaba todo muy diferente. Fue el broche de oro de mi carrera después de 22 años como profesional.

¿Y cómo es el futbolista de Bahía?

Ellos en la cancha son totalmente ‘descontraídos’, por ejemplo Bebeto era bahiano. Ellos tienen mucha viveza y rapidez, quizás más que en el Sur. Pasa que llevan una vida muy tranquila, con mucha alegría, mucha fiesta. Tienen cinco o seis fiestas estaduales y ellos siempre tienen las playas llenas, siempre con caipiriña y cerveza. Cuando entran a jugar lo hacen bien pero esa vida a veces les juega en contra. No es que no sean profesionales, pero tal vez sí hay diferencia con un equipo paulista, porque es otra la vida, otro el entorno. Había cada jugador en Bahía que uno no entendía como no estaba jugando en el equipo principal, e incluso esos jugadores luego desaparecen del fútbol. Eso en Brasil pasa mucho.

¿Cómo toma Bahía a su Carnaval?

Lo preparan meses. Aparte es un carnaval diferente, la gente participa mucho. Ponen los tríos eléctricos que recorren toda la ciudad, te dan una camiseta, y ya estás bailando. No es como el sambódromo donde la gente aplaude, a Bahía quien va participa y son miles, por algo es famoso. La ciudad vive en torno a su carnaval, lo viven mucho antes y durante.

¿Había prácticas mientras se desarrollaba el carnaval?

No, ellos respetan mucho eso. Respetan mucho pero también porque son inteligentes, tampoco vas a hacer una práctica donde te pueda faltar la mitad del plantel. Serían difíciles esos primeros quince minutos de entrenamiento, trotando al costado de la cancha, con el calor y todo el mundo destilando. Dentro de lo que es Bahía es todo alegría siempre, incluso entrenar y concentrar. Por ejemplo, sabían que yo hacía churrasco y me esperaban con todo para hacerle a todo el equipo, era algo totalmente ‘descontraído’. Es como si no fuera profesional, pero teniendo toda una infraestructura enorme, canchas buenas, el estadio. Vale la pena conocer el pueblo y la ciudad que es hermosa con kilómetros y kilómetros de playa, hoy ha mejorado muchísimo la ciudad, pero la mentalidad y filosofía de vida son similares a cuando yo jugaba allí.

¿El lugar más alegre que conociste?

Sí, el más ‘descontraído’, el más lindo para jugar. Quizás también tuvo que ver mi etapa madura, el llegar con otra cabeza. Al firmar yo estaba muy cansado de concentrar, entonces hablé con el plantel y quedó estipulado que yo no concentraba. No hubo problema porque ya me conocían. Siempre hubo cordialidad hasta el último día. Pensé que finalizaba mi carrera a los 36 años, pero no me arrepiento de seguir dos años más, me sirvió como experiencia de vida y además conocí un pueblo espectacular. Un pueblo maravilloso en un país maravilloso. De todo Brasil sólo tengo agradecimiento.

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