Cameron que se duerme
A Bautista se lo llevó la corriente. Perdió contra el joven Cameron Norrie con solo seis partidos como profesional.
EFE - Carlos Díaz
Cameron Norrie es un sudafricano nacionalizado británico, purrete inexperto de 22 años, número 122 del ránking mundial y con solo seis partidos disputados en torneos ATP de acuerdo a su acotado curriculum vitae.
Sus últimos partidos sobre polvo de ladrillo acontecieron hace solo... ¡cinco años! En aquella oportunidad sucedió en Reino Unido, su tierra adoptiva, en dos campeonatos de categoría Future, los de menor jerarquía del circuito. Es por ello que según la cátedra, la lógica y nosotros los incrédulos, el segundo single de la serie de octavos de final de Copa Davis entre España y Gran Bretaña, disputado sobre arcilla en Marbella el viernes 2 de febrero sería un mero trámite donde los locales firmarían el dos a cero parcial.
Mucho más aún cuando del otro lado de la red esperaba la otra cara de la moneda. Roberto Bautista Agut con 29 pirulos sobre una espalda cargada de vastas experiencias, 23 del mundo, acostumbrado a estos trotes y jugando en su superficie favorita. Más evidente que el contraste entre el día y la noche.
Uno con media docena de títulos ATP en trece años de carrera; el otro con tres solitarios triunfos en una trayectoria profesional que arrancó hace menos de 365 días. Uno con casi ocho millones de dólares en premios y el otro con 250 mil. Nada de extrañar entonces que transcurridas menos de dos horas de juego el score marcase 6-4, 6-3, 3-2 con quiebre arriba a favor del nacido en Castellón de la Plana. ¿Quién podía presagiar que poco más de 120 minutos después la Copa Davis le daría un revés al sentido común?
Nadie, menos un zurdo irreverente que empezó a castigar la pelotita a diestra y siniestra; tiros ganadores por aquí, tiros ganadores por allá y la inestimable colaboración de un Bautista que, de buenas a primeras, fallaba más de la cuenta. Reacción en el tercero pero seguramente en el cuarto se termina la suerte de principiante. Empató la cosa pero hasta acá llegó; no hay manera de que un tipo que jamás jugó un partido a cinco sets pueda aguantar física y mentalmente las demandas emocionales de la prestigiosa y añeja Copa del Mundo de tenis por equipos. Y así los dioses del denominado deporte blanco volvían a derrumbar mitos uno tras otro, oscureciendo profecías y engrandeciendo el fuego sagrado de la impronta que despierta esta competencia centenaria en cuerpos y almas.
Desde aquella superioridad abrumadora en la que el match point locatario era cuestión de minutos hasta el desenlace de esta historia de locos, el español, dueño del oficio y los momentos, solo pudo ganar cuatro games y el adolescente nervioso que hacía media década no manchaba sus championes oficialmente en la tierra anaranjada terminaba imponiéndose por un definitivo 4-6, 3-6, 6-3, 6-2 y 6-2 en 4 horas y 1 minuto de juego. Mientras que al aprendiz se lo notaba tan fresco como una lechuga, corriendo el final de la maratón como si fuese el primer punto; el avezado ganador de seis títulos ATP tenía los gemelos agarrotados, víctima de los nervios traicioneros que no distinguen categorías y sacuden al mejor preparado.
¿Explicaciones racionales? La única respuesta posible, aunque arbitraria y carente de argumentos sólidos, es Davis hay una sola. Como si fuese un mundo paralelo al de la realidad cotidiana, gobernado por la pasión de las tribunas en una disciplina en la que reina el “silence please”. No existen ránkings ni antecedentes, ni premios de billetera y mucho menos partidos ganados de antemano. Donde algunos rinden muy por encima de su nivel habitual (Norrie y sus 60 tiros ganadores) y otros muy por debajo (Bautista Agut y sus 65 errores no forzados). Cerrado el fin de semana en Marbella la victoria final española fue 3 a 1 pero al bueno de Cameron que le quiten lo bailado.
Sus últimos partidos sobre polvo de ladrillo acontecieron hace solo... ¡cinco años! En aquella oportunidad sucedió en Reino Unido, su tierra adoptiva, en dos campeonatos de categoría Future, los de menor jerarquía del circuito. Es por ello que según la cátedra, la lógica y nosotros los incrédulos, el segundo single de la serie de octavos de final de Copa Davis entre España y Gran Bretaña, disputado sobre arcilla en Marbella el viernes 2 de febrero sería un mero trámite donde los locales firmarían el dos a cero parcial.
Mucho más aún cuando del otro lado de la red esperaba la otra cara de la moneda. Roberto Bautista Agut con 29 pirulos sobre una espalda cargada de vastas experiencias, 23 del mundo, acostumbrado a estos trotes y jugando en su superficie favorita. Más evidente que el contraste entre el día y la noche.
Uno con media docena de títulos ATP en trece años de carrera; el otro con tres solitarios triunfos en una trayectoria profesional que arrancó hace menos de 365 días. Uno con casi ocho millones de dólares en premios y el otro con 250 mil. Nada de extrañar entonces que transcurridas menos de dos horas de juego el score marcase 6-4, 6-3, 3-2 con quiebre arriba a favor del nacido en Castellón de la Plana. ¿Quién podía presagiar que poco más de 120 minutos después la Copa Davis le daría un revés al sentido común?
Nadie, menos un zurdo irreverente que empezó a castigar la pelotita a diestra y siniestra; tiros ganadores por aquí, tiros ganadores por allá y la inestimable colaboración de un Bautista que, de buenas a primeras, fallaba más de la cuenta. Reacción en el tercero pero seguramente en el cuarto se termina la suerte de principiante. Empató la cosa pero hasta acá llegó; no hay manera de que un tipo que jamás jugó un partido a cinco sets pueda aguantar física y mentalmente las demandas emocionales de la prestigiosa y añeja Copa del Mundo de tenis por equipos. Y así los dioses del denominado deporte blanco volvían a derrumbar mitos uno tras otro, oscureciendo profecías y engrandeciendo el fuego sagrado de la impronta que despierta esta competencia centenaria en cuerpos y almas.
Desde aquella superioridad abrumadora en la que el match point locatario era cuestión de minutos hasta el desenlace de esta historia de locos, el español, dueño del oficio y los momentos, solo pudo ganar cuatro games y el adolescente nervioso que hacía media década no manchaba sus championes oficialmente en la tierra anaranjada terminaba imponiéndose por un definitivo 4-6, 3-6, 6-3, 6-2 y 6-2 en 4 horas y 1 minuto de juego. Mientras que al aprendiz se lo notaba tan fresco como una lechuga, corriendo el final de la maratón como si fuese el primer punto; el avezado ganador de seis títulos ATP tenía los gemelos agarrotados, víctima de los nervios traicioneros que no distinguen categorías y sacuden al mejor preparado.
¿Explicaciones racionales? La única respuesta posible, aunque arbitraria y carente de argumentos sólidos, es Davis hay una sola. Como si fuese un mundo paralelo al de la realidad cotidiana, gobernado por la pasión de las tribunas en una disciplina en la que reina el “silence please”. No existen ránkings ni antecedentes, ni premios de billetera y mucho menos partidos ganados de antemano. Donde algunos rinden muy por encima de su nivel habitual (Norrie y sus 60 tiros ganadores) y otros muy por debajo (Bautista Agut y sus 65 errores no forzados). Cerrado el fin de semana en Marbella la victoria final española fue 3 a 1 pero al bueno de Cameron que le quiten lo bailado.