La metamorfosis

De la era Guardiola, al Barça con aspiraciones de triplete de Valverde.

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Foto: EFE - Raúl Caro
Líder invicto de la Liga española con siete puntos de ventaja sobre el Atlético de Madrid, finalista de la Copa del Rey y con buenas perspectivas de pasar a cuartos de la Champions League tras el empate a 1 frente a Chelsea en condición de visitante, el Barcelona de Ernesto Valverde prolonga la mística ganadora del pasado con un estilo bien distinto al de años atrás. 

En la galería vintage  quedó el “tiqui taca“ impulsado con vehemencia por Guardiola; domingo tras domingo, miércoles tras miércoles, 90 minutos de poesía en movimiento, alegría para la retina de unos cuantos que parecían arañar sus anhelos de utopía futbolera. Con el transcurso del tiempo y más aún tras la partida de Neymar los métodos variaron sustancialmente; sin embargo, hasta este febrero que se nos va hay resultados similares a los conseguidos en anteriores épocas de oro. Todavía falta la hora de la verdad y el bacalao está lejos de cortarse. 

Con pasaje garantizado a la definición copera frente al Sevilla, el sueño intacto del triplete en el horizonte y solo tres derrotas en lo que va de temporada  la eficacia está en tela de juicio, aunque los modos sean otros. Desde aquella orquesta sinfónica dirigida magistralmente por Pep hasta esta versión 2017-2018 ultra pragmática ha corrido mucha agua debajo del puente. El continuismo del fallecido Tito Vilanova, seguido por el mal paso de Gerardo Martino y la asociación de fútbol y temperamento proporcionada por Luis Enrique, la cual devolvió al club a los puestos de honor. Fue justamente el asturiano quien inició esta transición que a pesar de sostener valores innegociables (salir jugando de abajo, la paciencia a la hora de encontrar la profundidad o la ductilidad de los intérpretes) se adapta a las circunstancias y negocia parte del estilo forjado en La Masía sin mayores traumas. 

En agosto del 2017 el panorama era oscuro pero algo cambió drásticamente en el chip de Valverde y sus muchachos. De aquella caída estrepitosa frente al Real Madrid en la Supercopa de España por 5-1 en el global y perdiendo  ambos encuentros solo queda el recuerdo; después el Barça  ganó 29, empató 9 y perdió 1 (frente al Espanyol por Copa del Rey), exhibiendo una solidez defensiva digna de resaltar. Solo 15 tantos recibidos en 39 encuentros  contando las tres competencias para un promedio de 0,38 goles en contra por match. El poder de fuego en el área contraria se mantiene intacto batiendo arcos rivales en 91 ocasiones; goleadores absolutos los compinches y amigos Lionel Messi y Luis Suárez. Mientras que el mejor de todos lleva 28 en 38 (0,74 pp), Luisito ha dejado atrás un inicio marcado por la sequía y suma 20 en 35 (0,57 pp).      

Ausentes desde  hace rato la maestría de Xavi Hernández  o la dinámica de Dani Alves, con Iniesta (33) en el otoño de su carrera y Messi convertido en treintañero estratega y tiempista, con más repentización en su mente y menos velocidad en las piernas, estos culés utilitarios han relegado la belleza en pos de las necesidades. La ida de Neymar al PSG desarmó la idea del tridente sudamericano intocable para consolidar un 4-4-2 rocoso, difícil de penetrar y sin virtuosismos. Un arquero muy mejorado llamado Ter Stegen y centrales de peso como Piqué y Umtiti dando seguridad en el fondo a un equipo armado a la uruguaya; de atrás para adelante, pero sin perder los imprescindibles de la esencia catalana. Laterales que se suman al juego ofensivo con fluidez como Jordi Alba y Sergi Roberto y el comodín Sergio Busquets sin el que nada sería posible; jamás encontraremos al nacido en Sabadell mal ubicado en el verde césped. Siempre listo para el cierre justo, el pase que clarifica o la patada necesaria que corta eventuales peligros en el área propia. 

Para completar un mediocampo inteligente, técnico y combativo están Iván Rakitic, Paulinho y Andrés iniesta, quien está cada vez más comprometido en la recuperación de la pelota. Arriba el salto de calidad,  la pareja rioplatense; una fiera suelta y un enano maldito capaces de ganar partidos en jugadas aisladas y sin mayor elaboración.  El martes en Stanford Bridge hubo momentos esporádicos en los que once camisetas blaugranas esperaban todas atrás de la pelota, defendiendo con uñas y dientes un resultado valioso;  prueba cabal de que los fundamentalismos se terminaron y si bien no hablamos de Gregorio Samsa devenido en insecto desagradable, en La Metamorfosis escrita por Valverde por ahora se sostiene la eficiencia pero la estética de las formas se ha evaporado.