Su palco VIP
Federer volvió a ser el número uno y es el líder más veterano de la historia en el ránking ATP.
Foto: EFE
Inevitable. Por convicción o por cansancio todos nos rendimos ante él; aunque la clave de este inoxidable círculo virtuoso radique en que él se rindió desde siempre ante este juego que tanto ama. Solo su profunda idolatría por este deporte lo invita a seguir dibujando poesía con su ya legendaria raqueta, compitiendo al más alto nivel veinte años después del comienzo de un viaje tan exitoso como desgastante.
Solo esa sana costumbre imposible de transmitir con palabras puede explicarnos por qué la semana pasada en tierras holandesas Don Roger Federer se convirtió en el número uno del mundo más veterano de la historia del tenis a los 36 años y 195 días, tras acceder a las semifinales del ATP Rotterdam en el cual terminó consagrándose campeón, obteniendo su tercer título del año (aunque la Copa Hopman no sea oficial) y prolongando este cuento de hadas sin final.
1931 días (casi seis años) después de aquella última estadía en la cima del ranking, Roger cortó las 26 semanas de liderazgo acumuladas por Rafael Nadal y se asegura el sitial de privilegio, al menos hasta después de Indian Wells donde el suizo deberá defender los 1000 puntos del trofeo obtenido en 2017.
Cuando nadie esperaba su presencia en las canchas indoor del viejo continente, el maestro nos sorprendió a todos y reapareció antes de lo previsto en un claro intento por dejar su status de rey sin corona y arrebatarle la posición a su amigo y rival de todas las horas. 155 puntos atrás del de Manacor, fresco de piernas y con más gasolina en el tanque de lo esperado tras su nuevo milagro australiano, inició la misión de destronar a Andre Agassi (33 años y 133 días) como el gobernante más longevo de la ATP.
Pisando el acelerador y fiel a sus modos ultra veloces de estas épocas, despachó al belga Ruben Bemelmans y al alemán Philipp Kohlschreiber en sets corridos para situarse en cuartos y llegar al Día D.
Del otro lado de la red estaba Robin Haase, jugador local que se lo puso difícil. Y es que hasta los inmortales sienten nervios, padecen ansiedad, sufren el momento. Perdió el primero 6-4, aunque enseguida se desató un vendaval federiano y el match giró 180 grados. 6-1 fue el lapidario score del segundo y tercer parcial para alegría de millones y tristeza de unos pocos. Objetivo cumplido y fin de semana para buscar ponerle la cereza a la torta. Los últimos dos escollos fueron el italiano Andreas Seppi y el búlgaro Grigor Dimitrov; ambos superados con claridad y sin tener oportunidades siquiera de incomodar al helvético.
Claro que todo en la vida tiene un porqué. Lo que hoy se consumó empezó a gestarse trece meses atrás, cuando volviendo de una operación de rodilla todos lo dábamos por retirado y él tomó los senderos de una explosiva segunda juventud. Desde enero del año pasado hasta el día de la fecha Roger agregó nueve torneos a su palmarés, imponiéndose en 64 partidos de 69 posibles, con una marca no menos asombrosa de 14 encuentros ganados y solo 2 perdidos ante jugadores top ten, incluyendo un head to head de 4 a 0 ante Rafa, hasta allí su eterno karma y bestia negra.
Este lunes 19 de febrero, catorce años y diecisiete días más tarde de su primer arribo a lo más alto (4 de febrero del 2004), empieza la semana 303 como number one, récord absoluto del Señor Vigencia. Un fenómeno de la naturaleza único e irrepetible que está por cumplir los 37 y aún nos deleita, un enfermo cuya patología consiste en su adicción a la gloria, nunca conformarse y siempre tener un objetivo nuevo a la vuelta de la esquina.
Sus claves son la emoción que perdura, el hambre que se reinventa y la pasión que no se oxida; como si en vez de ser el GOAT (Greatest of All Times, así le dicen sus fans), fuese un niño que sueña con algún día convertirse en profesional y pisar el césped de la catedral. Como si no tuviese 97 títulos, 20 grand slams, una copa Davis, tres medallas olímpicas o 146 finales disputadas, con la humildad de alguien que recién empieza y siente esa impostergable necesidad de conquistarlo todo, con el respeto intacto por su profesión y las ganas de divertirse aún latentes.
Solo esa sana costumbre imposible de transmitir con palabras puede explicarnos por qué la semana pasada en tierras holandesas Don Roger Federer se convirtió en el número uno del mundo más veterano de la historia del tenis a los 36 años y 195 días, tras acceder a las semifinales del ATP Rotterdam en el cual terminó consagrándose campeón, obteniendo su tercer título del año (aunque la Copa Hopman no sea oficial) y prolongando este cuento de hadas sin final.
1931 días (casi seis años) después de aquella última estadía en la cima del ranking, Roger cortó las 26 semanas de liderazgo acumuladas por Rafael Nadal y se asegura el sitial de privilegio, al menos hasta después de Indian Wells donde el suizo deberá defender los 1000 puntos del trofeo obtenido en 2017.
Cuando nadie esperaba su presencia en las canchas indoor del viejo continente, el maestro nos sorprendió a todos y reapareció antes de lo previsto en un claro intento por dejar su status de rey sin corona y arrebatarle la posición a su amigo y rival de todas las horas. 155 puntos atrás del de Manacor, fresco de piernas y con más gasolina en el tanque de lo esperado tras su nuevo milagro australiano, inició la misión de destronar a Andre Agassi (33 años y 133 días) como el gobernante más longevo de la ATP.
Pisando el acelerador y fiel a sus modos ultra veloces de estas épocas, despachó al belga Ruben Bemelmans y al alemán Philipp Kohlschreiber en sets corridos para situarse en cuartos y llegar al Día D.
Del otro lado de la red estaba Robin Haase, jugador local que se lo puso difícil. Y es que hasta los inmortales sienten nervios, padecen ansiedad, sufren el momento. Perdió el primero 6-4, aunque enseguida se desató un vendaval federiano y el match giró 180 grados. 6-1 fue el lapidario score del segundo y tercer parcial para alegría de millones y tristeza de unos pocos. Objetivo cumplido y fin de semana para buscar ponerle la cereza a la torta. Los últimos dos escollos fueron el italiano Andreas Seppi y el búlgaro Grigor Dimitrov; ambos superados con claridad y sin tener oportunidades siquiera de incomodar al helvético.
Claro que todo en la vida tiene un porqué. Lo que hoy se consumó empezó a gestarse trece meses atrás, cuando volviendo de una operación de rodilla todos lo dábamos por retirado y él tomó los senderos de una explosiva segunda juventud. Desde enero del año pasado hasta el día de la fecha Roger agregó nueve torneos a su palmarés, imponiéndose en 64 partidos de 69 posibles, con una marca no menos asombrosa de 14 encuentros ganados y solo 2 perdidos ante jugadores top ten, incluyendo un head to head de 4 a 0 ante Rafa, hasta allí su eterno karma y bestia negra.
Este lunes 19 de febrero, catorce años y diecisiete días más tarde de su primer arribo a lo más alto (4 de febrero del 2004), empieza la semana 303 como number one, récord absoluto del Señor Vigencia. Un fenómeno de la naturaleza único e irrepetible que está por cumplir los 37 y aún nos deleita, un enfermo cuya patología consiste en su adicción a la gloria, nunca conformarse y siempre tener un objetivo nuevo a la vuelta de la esquina.
Sus claves son la emoción que perdura, el hambre que se reinventa y la pasión que no se oxida; como si en vez de ser el GOAT (Greatest of All Times, así le dicen sus fans), fuese un niño que sueña con algún día convertirse en profesional y pisar el césped de la catedral. Como si no tuviese 97 títulos, 20 grand slams, una copa Davis, tres medallas olímpicas o 146 finales disputadas, con la humildad de alguien que recién empieza y siente esa impostergable necesidad de conquistarlo todo, con el respeto intacto por su profesión y las ganas de divertirse aún latentes.