Hecho un Masters
Del Potro ganó su primer Masters 1000 y nada menos que contra Roger Federer.
Foto: EFE - JOHN G. MABANGLO
Un artista y una torre. Campeón o retador, monarca eterno y perpetuo aspirante al trono. Roger Federer y Juan Martín Del Potro jugaron el mejor partido de este primer trimestre y el argentino terminó imponiéndose en la final del torneo de Indian Wells para conquistar el primer título Masters 1000 de su brillante carrera. 6-4, 6-7 y 7-6 el resultado de una batalla llena de vaivenes que se prolongó por dos horas cuarenta minutos en la que el nacido en Tandil le quitó invicto del 2018 al suizo más amado del universo, defensor del trofeo logrado hace doce meses en el cemento norteamericano. Vigésimo segundo certamen de ATP, segundo consecutivo tras la consagración en Acapulco y flamante número seis del mundo en el ranking desde este lunes para el carismático lungo tira bombas, dueño de un historial lleno de problemas físicos y un presente finalmente acorde a su reconocido potencial.
En el trayecto a su fin de semana de ensueño, el rioplatense estuvo al borde del nocaut durante algunos pasajes. En octavos y cuartos frente a su compatriota Leo Mayer y Philipp Kohlschreiber comenzó perdiendo el primer parcial pero tuvo amor propio para dar vuelta la historia. Llegaron semifinales, la derecha se tornó asesina, el revés picante, el servicio baluarte como de costumbre y 16 mil personas presentes en el Tennis Garden fueron testigos de la paliza sufrida por el canadiense Milos Raonic (6-2, 6-3). Antes Roger sudó la gota gorda a lo largo de 180 minutos para eliminar al joven croata Borna Coric, quien lo tuvo contra las cuerdas pero al percatarse quien estaba del otro lado de la red se paralizó por el miedo a ganar.
Con más dudas que certezas, un drive irregular como nunca y sin las piernas frescas de otras ocasiones, el expreso helvético llegaba a la definición del domingo frente a un gigante de 1,98 a quien no le temblaría el pulso ante la más mínima oportunidad de tumbar al inmortal. Acostumbrado a gestas heroicas, pez en el agua cuando va de punto, Juan Martín salió con todo y se llevó el primero por 6-4, resultado corto para la supremacía exhibida en el juego. En el primer game del segundo chico un par de oportunidades de break para encaminar definitivamente la historia; cuando el cielo pintaba albiceleste otra vez la ferocidad del competidor nato, sabiendo luchar cuando la magia se ausenta y la precisión escasea. Entre un mar de pelotas enganchadas surgía la templanza de guerrero y un tiebreak no apto para cardíacos en el que después de match point salvado, el favorito del mundo entero forzaba un tercer set para el recuerdo, de esos que ni Alfred Hitchcock en su día más inspirado hubiese podido guionar.
Toma y daca, tuya y mía, palo y palo. Con los dientes apretados, regalándonos algunos tiros para el recuerdo, Rogelio y Delpo se aproximaban a un epílogo digno de recordar. Su Majestad rompió la monotonía en el 4 iguales gracias a tres winners de revés que posibilitaron el quiebre de servicio. Cuando el pleito parecía liquidado, con dos match points a favor, el hombre que desafía las convenciones del tiempo flaqueó y mostró ser humano. Un Federer atípico, de barba desaliñada, protestón, sin pincel pero con el overol puesto; presa de nervios infrecuentes, víctima de yerros propios y derechazos ajenos, dejando escurrir el triunfo como arena entre los dedos. Después el tie break y sexta consagración de la vecina orilla en campeonatos Masters 1000, primera del caballo salvaje que venció a las lesiones y a sí mismo.
Décima victoria al hilo en el circuito y séptima frente al mejor de todos los tiempos (18-7 en contra el head to head), sumando 1760 unidades en la carrera al Masters de Londres, consolidado como el segundo jugador con más puntaje acumulado durante el año después del mítico leonino nacido en Basilea (3100 puntos), quien ya no gana ni pierde, excede todo ranking y habita un pedestal del que ningún tropezón circunstancial podrá bajarlo. Terrenal como pocas veces, rebelándose ante la adversidad, cediendo ante la perseverancia de un Del Potro que de sostener este nivel de autoestima en lo que resta de la temporada puede soñar a lo grande.