Fútbol entre serranías

Conversación con Gerardo Cano, entrenador de la selección de Lavalleja

gerardo-cano-5.jpg
Foto: Arequita Digital
‘Nada nos queda lejos’ comenzó contando Gerardo Cano, entrenador de la selección de Lavalleja, al tiempo que nos recomendaba una nueva edición del festival ‘Minas y abril’ (que se desarrolló el pasado fin de semana). “Yo vivo en frente al Parque Rodó, que es donde se hacen las criollas, las cuales veo desde mi casa tomando mate”.

Una semana antes, se jugó en Durazno la segunda final de la Copa Nacional de Selecciones de la Organización del Fútbol del Interior. La cobertura por parte de los medios de comunicación masivos fue escasa (en los canales privados se repiten las corridas y peleas, mas no los goles). Fue empate entre la roja del Yi y el Lava, y la selección duraznense gritó campeón junto a casi cinco mil hinchas.

En la tribuna visitante, hubo mil lavallejinos que viajaron dos horas y media para vivir una verdadera fiesta del fútbol y del Uruguay. A diferencia de muchos montevideanos (que tienen la misma distancia con Durazno que los de Minas), la mayoría en el interior de nuestro país mantienen presente aquello de que Uruguay es ‘el país de las cercanías’ como decía Roy Berocay. Gerardo Cano, técnico del perdedor en la final, habló sobre caminos, recorridos y cercanías.


OFI es un torneo que acerca mucho al Uruguay

Sí, el futbol del interior es un momento muy lindo donde todos cruzamos todo el Uruguay, nos vamos conociendo, conociendo distintos grupos humanos, y ciudades. Hay gente de la ciudad de Minas, chiquilines, que por otras razones les sería muy difícil recorrer el Uruguay, tienen esa oportunidad que les brinda el fútbol. Son experiencias y espectáculos súper lindos, que nos toca vivir durante el verano.

¿Cuánto tiempo recorriendo el Uruguay?

Yo desde 1985, cuando me citaron a la primer selección de Lavalleja para jugar el campeonato del Este. Y ya no paramos hasta hoy, haciendo una carrera con el fútbol y enseguida enganchándome como entrenador, teniendo la posibilidad de dirigir a la selección varios años y también a los clubes que juegan la Copa de OFI, así que algún kilómetro he hecho.

¿Te queda algún pueblo por conocer?

Bella Unión. Los demás ya lo hemos trillado todo.

Es importante conocerse como país

Sí, espectacular. O que llegue alguna familia amiga de las termas de Salto y se haya encontrado con alguien y que le haya dicho que es de Minas y que le diga ‘Uh, de Minas, una vez perdimos la final con Maldonado, nos hizo un gol un petisito que era de Minas, Cano’ y la respuesta sea: ‘Ah, sí, lo conozco, en Minas nos conocemos todos’, y entonces ‘Mándele saludos’. Esas pequeñas cosas que te pasan son muy buenas. Nosotros también nos acordamos de los rivales, de los que luego nos queda el reconocimiento y con muchos de ellos una amistad muy linda.

Un hincha de Lavalleja aseguraba que el sentido de pertenencia, que tanto se menciona en la selección uruguaya, nace allí, en el fútbol del interior

Para los lavallejinos a nivel fútbol lo que más orgullo nos da y el sueño que puede tener cualquiera de nosotros, es jugar la selección de Lavalleja, dirigirla. Quien no tiene esa posibilidad, tiene el orgullo de ser hincha y seguirla a todos lados. Es una sensación muy linda en el microclima de los pueblos del interior, que es estar defendiendo la camiseta del pueblo, no es poca cosa, porque están los familiares, los amigos, las vivencias. Son cosas lindas que creo que sí, luego se trasladan a un lugar más grande como es el país, y nos sigue gustando ser jugador, técnico uruguayo, y de última ser hincha de Uruguay y donde podamos acompañarlo, vamos. Somos todos futboleros y ese sentido de pertenencia es una marca registrada que tenemos en nuestro país.

A una semana de perder la final, ¿se valora igualmente el campeonato realizado?

Sí. Obviamente nos quedó la amargura de no haber logrado la Copa; pero no éramos candidatos en el inicio del torneo; Lavalleja festejó los 100 años de su liga en este 2018 y sólo tiene dos torneos ganados, o sea, no estamos acostumbrados a definir. El haber llegado y el cómo, con un fútbol lindo, que a la gente de Minas le gustaba, que nos hizo fuertes; por todo eso el camino que recorrimos valió la pena y el sacrificio. Sin la Copa, pero el fútbol de Minas disfrutó estos cuatro meses, un verano en competencia con desgaste y sacrificios pero bien vivido y lo volveríamos a hacer. Además queda la sensación de que hay una idea, que hay un camino a recorrer y que nos puede hacer competitivos siguiéndolo. Quién sabe, tal vez tengamos a Lavalleja mucho más seguido los campeonatos que se vienen.

Es importante el remarcar cómo se transitó el camino. ¿Sentiste que cada paso se disfrutaba?

Sí, porque en principio nos tocó una serie de cuatro equipos muy difíciles en el Este y el año pasado habíamos tenido poca suerte y poco fútbol para sortearla. Este año la idea era hacer una propuesta audaz, ofensiva, de buen juego, donde nos teníamos que divertir; trabajar duro pero divertirnos en el buen sentido, con inteligencia y con posesión del balón y llevar esa propuesta a todas las canchas. Salimos primeros en la serie. Luego en cada partido de mata-mata que nos tocó jugar era ir a plantear lo nuestro, entrar a la cancha y dar todo, jugando a lo que nos habíamos propuesto, y eso fue lo más lindo, no claudicamos ni hasta el último segundo de la final definitiva ante Durazno como visitantes. Terminó el partido, y los aplaudimos porque fueron unos vencedores justos. Vale la pena cuando uno deja el alma por un objetivo, y no tener ese egoísmo de que si no soy yo, que no sea nadie o arruinarle la fiesta a alguien. Fuimos por la gloria, un cachito de gloria nos trajimos por la actitud, pero la gloria mayor fue del que ganó y había que reconocerlo y respetarlo. Los aplaudimos, nos bañamos, comimos unos refuerzos y comenzamos el viaje hacia Minas con la frente en alto, y sabiendo que disfrutamos hasta el último segundo del torneo. Nos propusimos tener una identidad, respetarla y salir a disfrutar; y así lo hicimos.

Durante el partido tuviste un cruce con los hinchas locales. Cuando te expulsan en el primer tiempo, al retirarte al vestuario hubo un intercambio de palabras. Pero al finalizar el partido, volviste y hubo un nuevo cruce, pero ahora de aplausos recíprocos, con los mismos hinchas de Durazno. ¿Qué sucedió?

Al terminar el partido y luego de saludar a los rivales, no me quería ir del estadio sin darme la oportunidad de aplaudirlos a los hinchas y pedirles perdón. Un rato antes me habían expulsado y me habían tirado unos ‘monedazos’, y a 180 pulsaciones, el tres mil personas diciéndote alguna mala palabra, te hace hacerles algún gesto o querer devolverles la impotencia y decirles algo que les duela. Pero son cosas que pasan en ese momento. Uno debe entender la grandeza de esa gente, su fanatismo uno lo debe entender y la alegría de ver al técnico rival expulsado. Pero cuando termina esa batalla de querer ser el mejor, uno debe reconocer el sacrificio que hizo todo un pueblo, donde tal vez mucha gente hizo su colectita hasta la última moneda para ver a su equipo campeón. Bien valía el reconocimiento y pedirles las disculpas; a su vez, me deja bien el recibir el reconocimiento de ellos también, quienes con ese aplauso parecían decirme ‘Aquí no pasó nada, nos vemos la próxima’. Eso es una caricia al alma, y te permite decir ‘Qué lindo que estamos en este fútbol’, porque estas cosas lejos de OFI no me imagino que puedan pasar. Eso engrandece a la gente de Durazno y a la gente del interior.

Hablaste de la forma de jugar, ¿cuál es la ‘nuestra’? ¿Cuál es nuestra identidad?

Es que ese es el problema, no tenemos identidad. Si ganaste dos partidos, ya te identificaste con esa manera en el futbol uruguayo. Viene uno con el tiki-tiki y gana dos partidos, y esa es nuestra identidad; pero no lo afirmamos en conceptos ni en una idea. Al no hacer eso, cuando pierdas viene una hecatombe porque aún no tenés las cosas claras o ese concepto firme, y arrancas de cero. Después vas a otro sistema totalmente en las antípodas de jugar un buen futbol y logras algún resultado y esa es la nuestra. Uruguay creo que tuvo una identidad de fútbol hasta los ’70 donde logramos los mayores logros deportivos, por algo se lograron esas cosas, cada uno con su criterio futbolístico, Uruguay, Nacional y Peñarol tenían una idiosincrasia, una filosofía de juego que los hacía fuerte; hoy siguen estando los buenos jugadores, pero el apuro por lograr resultados deportivos o por querer jugar solamente a ganar hoy y no a proponer una idea para mañana, hace que todo lo que nos hace feliz un ratito sea lo nuestro, y así nos va también. La selección logra resultados históricos basados en que es una cantera inagotable de jugadores de una calidad y jerarquía que es la envidia del mundo.

Tal vez sea el problema esa obsesión por ganar

No nos da la oportunidad de ser pacientes. Dicen que el fútbol no tiene lógica, pero el trabajo sí tiene. El fútbol no porque después pega la pelota en el palo y entró y es gol, y Durazno sale campeón, con Lavalleja tuvimos el mismo tiro libre, palo y afuera, eso sí no tiene lógica. Lo que sí tiene lógica es un razonamiento de organización, de trabajo, de ideas. Hay que tener paciencia, creer que hay un camino correcto y seguirlo.

Y en ese sentido Lavalleja tiene parte del camino recorrido y tal vez puedas ser campeón como entrenador, ya lo fuiste como dirigente y entrenador

Sí, aunque lo importante es que Lavalleja gane el torneo, independientemente del lugar que me pueda tocar. La camiseta de la selección es sagrada y está por encima de todos. Venga quien venga hay que estar siempre a disposición para que Lavalleja tenga los logros que creo se merece y creo que no nos damos cuenta que hay que hacer un trabajito de más tiempo y afinado se puede lograr.

¿Con quién charlabas después de cada partido?

Luego de terminado los partidos venía sólo en el ómnibus, en los asientos seis y siete, pensando en el partido que se viene a la ida o en la próxima instancia a la vuelta. Soy muy de meterme en mí mismo. Al otro día me iba al campo, me desenchufaba del todo y por la tarde recién ahí conversábamos con mis ayudantes, las cosas lindas del juego, cosas para corregir y ahí comenzar de nuevo la planificación y seguir soñando cada día con ir un pasito más adelante, esa era la rutina.

Teniendo en cuenta esa cercanía con la gente, ¿se complica ser entrenador de una selección del interior?

No se complicó tanto por los buenos resultados que se daban. El tema es cuando perdés, se complica un poco ir a la panadería o a otro lado. La gente aquí es muy futbolera, por lo que todos me conocen y el parar en algún lugar, en algún semáforo o entrar en algún comercio, ya implicaba ponernos a hablar de futbol, del partido pasado, del jugador que se lesionó o me preguntaban por qué no juega Fulanito; las cosas clásicas que nos preguntamos todos en nuestras casas pero acá, en Minas, estaba la oportunidad de tener al interlocutor de frente y preguntarle mirándolo a los ojos por qué no pone a Mengano o por qué saca a Fulano. Eso tiene su lado lindo y folclórico, aunque también el pensar ‘No puedo ir a la panadería porque tengo que ponerme a hablar de fútbol cuando vivo 24hs hablando de fútbol’; pero la gente se merece el mayor de los respetos y uno no puede poner caras largas ni creerse nada, y tener ese minutito para explicar cosas y después salir riéndose de las cosas que le puedan preguntar.

Es una gran chanche para todos los futboleros

Sí, es algo diario, y a parte por el conocimiento y la amistad, da para que una persona me salude y se ponga a conversar. No sucede así en ciudades grandes, donde uno sabe quién es el técnico de tal cuadro y no tiene esa confianza de pararse a conversar. Aquí sí, y los minuanos han hecho uso y abuso, y bienvenido porque eso es la convivencia y el integrar una sociedad  tan linda como la que tenemos acá. Lo único es que he llegado con horas de atraso a casa y me ha costado algún rezongo de mi patrona, sé que lo entiende pero a la larga hace como que no lo entiende para que yo no tenga esa excusa al otro día.