Hidalgo caballero
Jamás pasará de moda esa camiseta número ocho, la de Andrés Iniesta.
Foto: EFE - Lavandeira jr
Balbuceante, emocionado, intentando poner en palabras los sentimientos que como dagas le atraviesan el alma. Así se lo escucha a Andrés Iniesta en esa conferencia de prensa tan temida por los que adoramos su fútbol; esa en la que finalmente anuncia que esta prolífica historia de amor con el Barcelona llega a su fin después de 22 años de permanencia en Catalunya. Un predecible adiós a la alta competencia que se rumoreaba desde hace mucho y que pone a China como probable próximo destino.
Como suele sucederle a los mejores, la despedida de los colores amados resuena en el universo entero con bombos y platillos. Los títulos de Liga y Copa del Rey maquillan la estruendosa desilusión de semanas atrás frente a la Roma por Champions, esa que impidió seguir soñando con el triplete. Aquel imberbe de doce primaveras que arribó a La Masía proveniente de Fuentealbilla, con una mano atrás y otra adelante, hoy se va con una valija llena de sueños cumplidos, 36 campeonatos sumados entre la camiseta culé y la selección española, propietario merecido de un reconocimiento unánime, rara especie en extinción capaz de anular por si sola al fanático fundamentalista, robándose ovaciones de estadios ajenos.
Como suele sucederle a los mejores, la despedida de los colores amados resuena en el universo entero con bombos y platillos. Los títulos de Liga y Copa del Rey maquillan la estruendosa desilusión de semanas atrás frente a la Roma por Champions, esa que impidió seguir soñando con el triplete. Aquel imberbe de doce primaveras que arribó a La Masía proveniente de Fuentealbilla, con una mano atrás y otra adelante, hoy se va con una valija llena de sueños cumplidos, 36 campeonatos sumados entre la camiseta culé y la selección española, propietario merecido de un reconocimiento unánime, rara especie en extinción capaz de anular por si sola al fanático fundamentalista, robándose ovaciones de estadios ajenos.
Segundo player con más partidos jugados en la historia del club (670) y máximo ganador de títulos junto a Leo Messi (31), el popular Don Andrés nos deja un legado que excede al Barsa y supera ampliamente la línea de cal; el hombre de corta envergadura cuyo único musculo fibroso es su mente privilegiada, dueño de una invariable cara de póker y pinta de oficinista promedio le prueba al mundo que existen caminos alternativos hacia la meca, que algunas esencias no varían y las posturas se sostienen independientemente del éxito o fracaso circunstancial. Otra forma de entender el fútbol y la vida.
Distinto, elegido, enemigo del lugar común; por genética pura, por sentido de pertenencia, por gratitud a quienes lo recibieron junto a su padre y hermana cuando llegaba de Albacete y solo era Andresito, por esas lágrimas tan llenas de humanidad que conmueven hasta al más hosco. El autor del famoso “Iniestazo” del 2009 en Stanford Bridge cuando la eliminación culé en semifinales europeas ante el Chelsea parecía cosa juzgada, el del gol más gritado en la historia del fútbol español frente a Holanda en Sudáfrica 2010, única conquista mundialista de la Madre Patria.
¿Cómo escribir a Iniesta en tiempo pasado si los clásicos jamás mueren? El hidalgo Don Quijote del fútbol, también nacido en algún lugar de Castilla La Mancha, tierno pero firme, tan joven y tan viejo, revolucionario por naturaleza; sus andanzas no escaparán de nuestros discos duros y por los siglos de los siglos seguirá haciendo las delicias de nosotros los mortales. Mejor jugador de Europa en 2012, balón de plata en el 2010, balón de bronce en el 2012 y parte del equipo ideal de la FIFA desde 2009 hasta hoy ininterrumpidamente, ningún dato frío de la realidad podrá rescatar el intangible de su gesta. Cuatro champions, dos eurocopas, tres mundiales de clubes o una copa del mundo no alcanzan para narrar lo inenarrable.
El pique cortito, la gambeta indescifrable, el pase lujoso, la timidez al decir y la osadía en la acción. Jamás pasará de moda esa camiseta número ocho; trascendiendo las barreras de lo efímero perdurará terca y obstinada como una llama alumbrando un sendero muchas veces en tinieblas.