Guerreros poderosos
Los Golden State Warriors son la nueva dinastía de la NBA.
Foto: EFE - LARRY W. SMITH
Los Lakers de Magic, Larry Bird y sus Celtics o los más contemporáneos Bulls de Michael Jordan son algunos ejemplos celebres de como trascender las barreras de una victoria efímera. En la noche del pasado viernes 8 de junio Golden State Warriors derrotó a Cleveland Cavaliers por cuarta ocasión en ocho días, logrando el tercer campeonato de la NBA en cuatro años e ingresando definitivamente en el selectísimo grupo de reinados que logran prolongarse en el tiempo. Comandados por Kevin Durant y Stephen Curry y haciendo gala de un desempeño colectivo formidable, el equipo de Oakland obtuvo un contundente triunfo a domicilio por 108 a 85, barriendo de esta manera a su ya clásico rival. Vale la pena destacar que este es solamente el noveno 4 a 0 en la historia de las finales del mejor básquetbol del mundo y no sucedía desde 2007 cuando el mítico San Antonio venció el mismísimo Cleveland.
Hace poco más de una semana la serie se puso en marcha y los claros favoritos para ponerse el anillo eran los muchachos de Steve Kerr; tras el primer triunfo en alargue (más sufrido de lo esperado) por 124 a 114 y una paridad que pocos esperaban, el flamante seis veces campeón agarró viento en la camiseta y todo se hizo más fácil de lo que podía vislumbrarse aquel jueves agónico en el que James anotó 51 puntos que a la larga fueron en vano. Llegó el segundo duelo dominical y a la postre un mero trámite para los Guerreros (122 a 103) que desembarcaron en Ohio con la confortable ventaja de no haber cedido la localía. Golpe de nocaut en el tercer round cuando después de ir abajo todo el encuentro, los visitantes dieron vuelta la historia gracias a un Durant imparable (43 puntos y 13 rebotes) que remató la faena con un triple lanzado de una distancia similar a la que existe entre Este y Oeste de los Estados Unidos.
48 horas después el broche de oro en un choque sin equivalencias, digno de una definición carente de emociones. Más allá del segundo MVP consecutivo para el colosal KD quien finalizó con promedios de 28,8 unidades, 10,8 rebotes y 7, 5 asistencias o los 22 triples para la historia del enorme Stephen Curry (máximo triplero en finales con 98) en esta cooperativa californiana el nosotros pulveriza al yo sin compasión. Ese tirador asesino llamado Klay Thompson, los capitanes Andre Iguodala y Draymond Green, el siempre eficiente Livingston, la defensa invulnerable del gigante Javal Mc Gee, el atleticismo del novato Jordan Bell o la veteranía de David West son piezas claves de un rompecabezas magistralmente diseñado por Kerr, quien sigue sin saber lo que significa no llegar al último día de competencia en su corta carrera como coach.
Cuatro finales consecutivas, record absoluto de partidos ganados en una temporada regular (73 en 82 en la 2015-2016), 328 éxitos en 411 posibles durante las últimas cuatro campañas (79,8%) o la inigualable marca de 16-1 en los playoffs del año pasado certifican la magnitud de este legado que lejos está de terminarse. Podríamos enumerar infinidad de causas por las cuales este grupo vuelve a descorchar champagne pero existe una explicación lisa y llana que excede tácticas y estrategias; no tiene que ver con el azar, tampoco con la lesión en la mano de Lebrón James ni con ninguna otra excusa improvisada. Se trata del colectivo, de prevalecer sin atenuantes exhibiendo frente al planeta una superioridad pocas veces vista. Por ello siempre resultó difícil imaginar a un rejuntado de buenas voluntades comandado por ese número 23, mitad bombero y mitad súper héroe, imponiéndose a un engranaje tan perfectamente aceitado como el de los Warriors, en el que la individualidad rutilante no logra opacar el brillo del conjunto, en el que la palabra básquetbol se honra día a día.