Ha vuelto el rey
Federer volvió y ya tiene una copa más bajo el brazo.
Estar tres meses lejos de las canchas de tenis y volver con un título abajo del brazo no es lo habitual; mucho menos cuando estás a punto de cumplir los 37 y tus cuatro hijos esperan en casa. Roger Federer se empeña en ser la eterna excepción a la regla y por eso es el nuevo campeón del ATP de Stuttgart que inauguró la temporada sobre césped, retornando de esta forma al número uno del ranking. Luego de ochenta días lejos de su hábitat natural, el suizo derrotó al canadiense Milos Raonic por 6-4, 7-6(3) y obtuvo el torneo 98 en su extensa carrera; tercero de la temporada (Australia y Rotterdam los otros) y vigésimo cuarto de categoría 250, aquellos que menos puntos reparten en el circuito. Semana número 310 al tope de la clasificación mundial para el inoxidable de la raqueta, quien estira la racha a 16 triunfos consecutivos en su adorada hierba y apronta de manera inmejorable para ese gran objetivo llamado Wimbledon.
“Roger’s time” suele ser el pronóstico de la prensa especializada cuando se pone en marcha esta época en la que de forma efímera vuelve a relucir un estilo tradicionalmente vistoso de saques y voleas. Después de saltearse una vez más (lo mismo hizo en 2017) la gira de polvo de ladrillo para dejar reposar rodillas y espalda, el leonino más célebre reapareció como el crack que es; ganándole sucesivamente a Mischa Zverev, Guido Pella, Nick Kyrgios y al ya mencionado Raonic para festejar el décimo octavo trofeo sobre esta superficie en sus veinte años como profesional. En el mediodía dominical alemán Federer fue implacable en los momentos calientes del match (tuvo una sola oportunidad para quebrar y la concretó) y, como suele suceder en estos últimos tiempos, hizo de su servicio un intocable poderosísimo que lo llevó de la mano al éxito; prueba de ello es que desde cuartos de final en adelante nunca le quebraron el saque, dato elocuente como ninguno.
Afirmado en el segundo puesto de los players con más campeonatos en la historia del deporte blanco (solo lo supera Connors con 109), Su Majestad sabe que esto recién empieza y para revalidar, al menos provisoriamente, la condición de mejor de todos en la actualidad deberá defender nada más y nada menos que 2500 puntos en el próximo mes; 500 en Halle donde ira en busca de la décima copa y 2000 en el mítico All England Club donde podría conquistar su vigésimo primer grand slam. Cualquier cosa que no sea gritar campeón le devolverá el trono a Rafa, el otro superhéroe de esta historieta sin final. Con record de 21 victorias en 23 posibles, cuatro finales en cinco certámenes disputados y la nada despreciable suma de 3360 puntos en la carrera al Masters de Londres, este 2018 sigue ratificando la vigencia del hombre que vence al vastísimo universo del lenguaje, dejándonos cotidianamente sin palabras. Aquel cuya patología irremediable es la adicción a la grandeza; solo así puede explicarse que luego de 1153 partidos ganados la sed de gloria no ceda ni un ápice.
La terminología de los eruditos nos cuenta que la memoria implícita es aquella que almacena información en el inconsciente sobre hábitos, habilidades y nos permite de esta forma aprender a hacer ciertas cosas sin estar conscientes de ello. Sin dudarlo podríamos sentenciar que este es el caso del ejemplar nacido en Basilea un 8 de agosto de 1981, quien por más tiempo que prolongue su ausencia, vuelve y parece que jamás se fue. Porque el talento no se olvida y la jerarquía es indeleble. Así como en el 2003 la catedral del tenis se rindió por primera vez a sus pies; hoy, quince junios más tarde, la posibilidad de una novena consagración en su segundo hogar londinense no es segura pero está más latente que nunca.