Fútbol y champagne

Hubo fútbol y hubo champagne, pero por separado. Pragmatismo en la cancha para descorchar en el festejo.

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Foto: EFE - CHRISTOPHE PETIT TESSON
“Veinte años no es nada” canta Monsieur Didier Deschamps como si fuese un tanguero rioplatense. Dos décadas después de aquella primera consagración mundial en la que levantó la Copa como capitán de su selección, el ahora técnico de Francia vuelve a ser campeón en tierras rusas gracias a la victoria de sus dirigidos frente a los bravos croatas por 4 tantos contra 2 en la final de la máxima cita futbolística del planeta. Esta coronación significa la segunda de este tipo en la historia del fútbol galo y llega gracias a un estilo pragmático, poco vistoso, afecto al contragolpe y con una solidez defensiva que si bien en la final ayer brilló por su ausencia fue bastión fundamental a lo largo del torneo. Catorce goles a favor y seis en contra como saldo.

Con muchas similitudes a los estilos típicamente uruguayos, despojados del fútbol champagne y sin intenciones de agradar a los puristas de la estética, este equipo multicultural ha exhibido una enorme efectividad terminando la competición de manera invicta, con seis victorias en siete partidos disputados. Respecto a la estructura vale ponderar la existencia de una columna vertebral muy nítida. Un arquero como Lloris que independientemente del blooper sufrido en la final fue gran figura a lo largo del torneo. Zaga dura y férrea como pocas la que formaron Umtiti del Barcelona junto a Varanne del Real Madrid. En la mitad de la cancha un número cinco a la antigua como Kante; de esos pulpos con mil tentáculos que se la bancan solos y parecen multiplicarse en la adversidad. Arriba una innegable capacidad de resolución resumida en el atlético y meteórico Kilyan Mbappe sumado al cerebral Antoine Griezmann, el más oriental de todos los franceses. 

Ambos fueron goleadores del equipo con cuatro tantos cada uno sintetizando perfectamente los métodos de esta escuadra; poder de fuego en ambas áreas, eficiencia extrema y arribar a la contundencia sin demasiada elaboración ni abuso de pases cortos. Aunando inteligencia, exuberancia física y velocidad en las zancadas de Pogba, el recorrido de Matuidi o las trepadas esporádicas pero oportunas de ambos laterales (Hernández y Pavard). El match de esta jornada fue claro ejemplo del utilitarismo rabioso de los flamantes monarcas universales; mientras que Croacia dio 455 pases y realizó 15 remates al arco contrario, “les bleus” pasaron la guinda 197 veces y efectuaron ocho disparos a la valla rival. Sin embargo, con dichas cifras y teniendo tan solo el 39% de la posesión de pelota, sin el despropósito de Lloris podrían haber conseguido una goleada pocas veces vista en un partido decisivo.
 
A treinta y un días del origen de esta fiebre futbolera que llevó un promedio de 47.371 personas a las canchas rusas. Tras 64 partidos, 169 goles (2,64 por match), un mejor arquero llamado Courtouis, un mejor jugador llamado Modric y una revelación juvenil como Mbappe. Luego de nuestras decepciones sudamericanas, el orgullo intacto por la celeste o el imperio del viejo continente (cuarto mundial consecutivo que queda en Europa) más vigente que nunca, ese anhelado trofeo dorado de gloria desembarcará en la Torre Eiffel y podrá ir de mano en mano a través del Sena por segunda ocasión; como a mediados de 1998 cuando un tal Zinedine Zidane lideró aquella primera conquista del mapa de la pelota.