Memorias de un wing derecho
¿A dónde habrán ido a parar los punteros uruguayos? Conversación con Antonio Alzamendi
“Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing ‘mentiroso’ o las pelotas. Arriba y contra la raya”
Así comienza sus recuerdos aquel puntero derecho, con camiseta de River, del futbolito del Negro Fontanarrosa. ¡Qué jugadores los punteros! De esos que enamoran por su desequilibrio. Y que parece (como se desarrolla en un artículo en El País) están “en vías de extinción desde hace años; es normal, porque el extremo suele ser un tipo difícil (baje al césped y váyase al córner, le sorprenderá la extrañísima perspectiva)”.
Se pueden nombrar varios a lo largo de la historia, tarea facilitada por reconocerlos con el 7 en su camiseta, ese número en la espalda que tantas veces fue lo único que pudo ver en la jugada aquel lateral izquierdo. Garrincha, el Loco Houseman, Orestes Osmar Corbatta, Ghiggia. Y Antonio Alzamendi (Sud América, Peñarol, Nacional y Rampla en Uruguay; River e Independiente en Argentina; campeón de América en 1987). A pura finta, regate y velocidad, el Hormiga Alzamendi conversó con nosotros:
¿Cuáles eran los punteros que vos tenías referencia de niño?
Además de Fernando Morena, el ídolo de mi vida era Luis Alberto Cubilla. De los que vi jugar yo, en el puesto también estaban Cascarilla Morales, el Pardo Abadie. El histórico es el maestro de los punteros, Ghiggia, un fenómeno, un referente de la historia. Uruguay siempre ha sido sin ninguna duda un portador de punteros, porque también están Venancio Ramos, (Alberto) Bica, Ocampo, Jair Silva, grandes punteros. Estábamos acostumbrados porque Uruguay en ese momento surgía con grandes punteros derechos e izquierdos.
¿Dónde empezaste a jugar? ¿En Sud América?
En realidad yo me hice jugador en Durazno; tengo grandes recuerdos de mi ciudad donde grandes entrenadores, algunos no eran ni recibidos, me enseñaron muchas cosas en el paso por mi vida. Hice mi carrera en Huracán de Baby Fútbol, después empecé en la cuarta de Wanderers de Durazno, luego el Policial, la selección y a los 19, 20 años vine a Montevideo a Sud América. Ahí encontré unos compañeros sensacionales que me ayudaron mucho, por ejemplo el Cacho Di Luca, el Tano Groño, referentes del equipo en esa época. También tuve la suerte de jugar con Gary Castillo, quien era un puntero izquierdo fenomenal, Carlitos Reyes al lado y con el Negro Antúnez de ‘diez’. Teníamos un equipo muy fuerte, dio que hablar y gracias a ellos a los dos años viajé a Buenos Aires para jugar en Independiente. No era fácil entrar ahí porque Independiente en esa época era el campeón de todo; yo suplanto nada menos que a Bertoni, a quien venden a Europa y entonces yo paso a jugar por la derecha y pasan a (Alejandro) Barberón a la izquierda. Ser puntero fue toda mi vida, mi puesto, salvo en España (Logroñés) donde terminé jugando de nueve solo porque era un equipo chico y jugaba con un solo delantero.
Así que la raya de cal fue siempre tu compañera siempre.
Toda la vida.
¿Jugaste en el momento en que empezaba a cambiar el esquema táctico? ¿Dejándose de usar aquellos casi cinco atacantes?
Yo siempre jugué con el 4-3-3, entré en esa época. Ya estaba instalado. Acordate de Cubilla, Celio y Morales o Manelli en Nacional y en Peñarol Venancio Ramos, Morena y por la izquierda Corbo.
Más allá de posiciones en Sudáfica 2010, Uruguay jugaba con tres delaneros (Forlán, Cavani y Suárez). Por más cambios que surjan en el fútbol mundial, ¿el uruguayo se siente a gusto con un nueve y dos punteros? Martín Lasarte decía que el 4-3-3 era ‘nuestro sistema’)
Totalmente de acuerdo. A veces cuando agarrás un equipo no tenés los jugadores. Los sistemas han hecho un poco desaparecer a los punteros. Hoy el puntero real es el lateral volante famoso, antes jugabas de puntero prácticamente te convertías en un marcador por los costados cuando había que defender y quedaba ‘clavado’ siempre un nueve de punta. El 4-3-3 es nuestro estilo, nuestra historia, ojalá no se pierda nunca. Creo que el maestro ha intentado mantenerlo. Un equipo que más que nada es de respuesta y no de propuesta. Mamamos ese estilo y cuando nos quieren cambiar perdemos ese sistema, que es todo lo lindo que tenemos los uruguayos.
Además, el puntero derecho es parte importante al momento de convertir. Vos o el Pinocho Vargas eran punteros y goleadores.
Otro gran jugador, Pinocho era un fenómeno también. Normalmente, había mucho trabajo, un entrenador no sólo debe poner jugadores sino trabajar dentro de la cancha. Yo me quedaba después de los entrenamientos a tirar diagonales, a levantar centros, hoy día está todo tan apurado y tan mal manejado que creo eso se puede volver a tener, el jugador debe saber que no siempre se es perfecto, sino que hay que perfeccionarse día a día.
Ser puntero también representa tener un duelo individual dentro del juego colectivo. ¿Qué duelos recordás?
Tuve varios duelos impresionantes. Como jugué mucho en Argentina, tuve muchos duelos con laterales de Boca, de Racing, laterales que en esa época no te acariciaban, te levantaban con pelota y todo. Y ahí aprendimos a poner la mano, y usar el brazo. Hoy en día uno salta arriba y lo primero que le parten al delantero es la cabeza; nosotros en su momento siempre estábamos acostumbrados a poner el brazo por el golpe que se venía de atrás y el juez te decía ‘siga, siga, pelota’; ha cambiado mucho. En cuanto a duelos en Uruguay, ni hablar que Alfonso Domínguez era un lateral formidable; el Tito Rivero, con quien tuvimos grandes duelos, él en Danubio y yo en Sud América; el Negro Diogo; jugadores que no eran fácil pasarlos. En Argentina, estaban Pavón, Pernía, nada fácil, te marcaban de una manera sensacional y aparte te pegaban sí o sí, tenías que estar predispuesto a que la patada venía en cualquier momento.
Ese momento en que se suspende el tiempo que es cuando el puntero agarra la pelota contra la raya en tres cuartos, enfrentando al lateral y todo el resto mirando, todo pendiente de ese duelo.
Sí, sí. Pero después de pasar al lateral tenías que tener cuidado con Trasante, (Hugo) Villaverde, (Enzo) Trossero, Tano Gutiérrez, Ruggeri; no era nada fácil. Vos sabías que tenías que pasar por el lateral y al rato venía la guadaña más grande que era la de los zagueros.
¿Cuál fue la peor patada que te dieron?
La peor patada me la dio un argentino que jugaba en Millonarios, que me ‘rajó’ la pierna, aún tengo la marca en la pierna. Y la otra patada es del Negro Pintos Saldaña que lo traje colgado un clásico con Peñarol, lo echaron pero me acalambró, se abrazó a mi cintura con una guadaña que me tiró.
El uruguayo Víctor Duque, compañero tuyo en Independiente recordaba tu relación con Bochini. Decía ‘Eran espectaculares, el Bocha miraba para el costado izquierdo, gritaba ‘ahora’ y venía el pase para Alzamendi en la derecha. ¿Con qué compañeros tenías más relación?
Sí, ni que hablar, con el Bocha me entendía un disparate; era un fenómeno, antes de Maradona el mejor era Bochini. También estaban el Beto Alonso, Ruben Paz por izquierda. A su vez, aquella época tenía grandes números 8 como Matosas, el Chueco Perdomo de cinco, Carlitos Reyes sensacional de diez. En Independiente tuve de ocho a Larrosa, campeón del Mundo con Argentina en 1978, y en River tuve al Negro Enrique. Eran equipos que tenían grande jugadores por los dos lados y buenos pasadores, hacíamos buenas paredes. Tuve la suerte de jugar con Julio César Giménez en la selección uruguaya, con Ildo Manerio o con Fernando (Morena) de nueve, fue maravilloso.
Incluso el hecho de jugar con punteros, te brindaba la posibilidad de que cualquier pelotazo largo pudiera encontrar a un jugador bien abierto.
El 4-3-3 lo jugué toda mi vida; el tema es cómo jugar, saber jugar por las puntas. No es solo el pelotazo, sino que a veces hay que tener el pase claro y los movimientos claros para jugar. Cuando vos jugabas de siete sabías que si el lateral subía tenías dos opciones: o tirarse de nueve o tirarse hacia atrás tipo ocho. Eso es lo que hacía en ese momento, y entrenaba mucho; o el desborde sabiendo que tu jugada viene por el costado izquierdo: entender cómo posicionarte, cuando vas en ataque si tenés que entrar en diagonal o quedarte bien abierto; o en un desborde propio sabías que tu nueve estaba en un lugar, si entraba al primer palo o estaba en el medio y el puntero del otro lado entraba en diagonal. También entrenábamos centros; hoy en día, sin desmerecer a nadie, creo que los chicos deberían pasar más tiempo tirando centros, hoy tiran un centro y es a ver quién la agarra. Antes el centro venía a la cabeza del nueve; me acuerdo que en Independiente teníamos al Beto Outes, que le decían ‘El Madera’, con eso te digo todo, pero tenía un cabezazo fenomenal: había que ponerle la pelota en la cabeza, hasta salió goleador del Campeonato argentino. Cuando hablamos de Morena o Waldemar Victorino vos sabías que ellos por afuera tenían jugadores que te ponían la pelota en la cabeza; hoy en día eso no pasa.
Así comienza sus recuerdos aquel puntero derecho, con camiseta de River, del futbolito del Negro Fontanarrosa. ¡Qué jugadores los punteros! De esos que enamoran por su desequilibrio. Y que parece (como se desarrolla en un artículo en El País) están “en vías de extinción desde hace años; es normal, porque el extremo suele ser un tipo difícil (baje al césped y váyase al córner, le sorprenderá la extrañísima perspectiva)”.
Se pueden nombrar varios a lo largo de la historia, tarea facilitada por reconocerlos con el 7 en su camiseta, ese número en la espalda que tantas veces fue lo único que pudo ver en la jugada aquel lateral izquierdo. Garrincha, el Loco Houseman, Orestes Osmar Corbatta, Ghiggia. Y Antonio Alzamendi (Sud América, Peñarol, Nacional y Rampla en Uruguay; River e Independiente en Argentina; campeón de América en 1987). A pura finta, regate y velocidad, el Hormiga Alzamendi conversó con nosotros:
¿Cuáles eran los punteros que vos tenías referencia de niño?
Además de Fernando Morena, el ídolo de mi vida era Luis Alberto Cubilla. De los que vi jugar yo, en el puesto también estaban Cascarilla Morales, el Pardo Abadie. El histórico es el maestro de los punteros, Ghiggia, un fenómeno, un referente de la historia. Uruguay siempre ha sido sin ninguna duda un portador de punteros, porque también están Venancio Ramos, (Alberto) Bica, Ocampo, Jair Silva, grandes punteros. Estábamos acostumbrados porque Uruguay en ese momento surgía con grandes punteros derechos e izquierdos.
¿Dónde empezaste a jugar? ¿En Sud América?
En realidad yo me hice jugador en Durazno; tengo grandes recuerdos de mi ciudad donde grandes entrenadores, algunos no eran ni recibidos, me enseñaron muchas cosas en el paso por mi vida. Hice mi carrera en Huracán de Baby Fútbol, después empecé en la cuarta de Wanderers de Durazno, luego el Policial, la selección y a los 19, 20 años vine a Montevideo a Sud América. Ahí encontré unos compañeros sensacionales que me ayudaron mucho, por ejemplo el Cacho Di Luca, el Tano Groño, referentes del equipo en esa época. También tuve la suerte de jugar con Gary Castillo, quien era un puntero izquierdo fenomenal, Carlitos Reyes al lado y con el Negro Antúnez de ‘diez’. Teníamos un equipo muy fuerte, dio que hablar y gracias a ellos a los dos años viajé a Buenos Aires para jugar en Independiente. No era fácil entrar ahí porque Independiente en esa época era el campeón de todo; yo suplanto nada menos que a Bertoni, a quien venden a Europa y entonces yo paso a jugar por la derecha y pasan a (Alejandro) Barberón a la izquierda. Ser puntero fue toda mi vida, mi puesto, salvo en España (Logroñés) donde terminé jugando de nueve solo porque era un equipo chico y jugaba con un solo delantero.
Así que la raya de cal fue siempre tu compañera siempre.
Toda la vida.
¿Jugaste en el momento en que empezaba a cambiar el esquema táctico? ¿Dejándose de usar aquellos casi cinco atacantes?
Yo siempre jugué con el 4-3-3, entré en esa época. Ya estaba instalado. Acordate de Cubilla, Celio y Morales o Manelli en Nacional y en Peñarol Venancio Ramos, Morena y por la izquierda Corbo.
Más allá de posiciones en Sudáfica 2010, Uruguay jugaba con tres delaneros (Forlán, Cavani y Suárez). Por más cambios que surjan en el fútbol mundial, ¿el uruguayo se siente a gusto con un nueve y dos punteros? Martín Lasarte decía que el 4-3-3 era ‘nuestro sistema’)
Totalmente de acuerdo. A veces cuando agarrás un equipo no tenés los jugadores. Los sistemas han hecho un poco desaparecer a los punteros. Hoy el puntero real es el lateral volante famoso, antes jugabas de puntero prácticamente te convertías en un marcador por los costados cuando había que defender y quedaba ‘clavado’ siempre un nueve de punta. El 4-3-3 es nuestro estilo, nuestra historia, ojalá no se pierda nunca. Creo que el maestro ha intentado mantenerlo. Un equipo que más que nada es de respuesta y no de propuesta. Mamamos ese estilo y cuando nos quieren cambiar perdemos ese sistema, que es todo lo lindo que tenemos los uruguayos.
Además, el puntero derecho es parte importante al momento de convertir. Vos o el Pinocho Vargas eran punteros y goleadores.
Otro gran jugador, Pinocho era un fenómeno también. Normalmente, había mucho trabajo, un entrenador no sólo debe poner jugadores sino trabajar dentro de la cancha. Yo me quedaba después de los entrenamientos a tirar diagonales, a levantar centros, hoy día está todo tan apurado y tan mal manejado que creo eso se puede volver a tener, el jugador debe saber que no siempre se es perfecto, sino que hay que perfeccionarse día a día.
Ser puntero también representa tener un duelo individual dentro del juego colectivo. ¿Qué duelos recordás?
Tuve varios duelos impresionantes. Como jugué mucho en Argentina, tuve muchos duelos con laterales de Boca, de Racing, laterales que en esa época no te acariciaban, te levantaban con pelota y todo. Y ahí aprendimos a poner la mano, y usar el brazo. Hoy en día uno salta arriba y lo primero que le parten al delantero es la cabeza; nosotros en su momento siempre estábamos acostumbrados a poner el brazo por el golpe que se venía de atrás y el juez te decía ‘siga, siga, pelota’; ha cambiado mucho. En cuanto a duelos en Uruguay, ni hablar que Alfonso Domínguez era un lateral formidable; el Tito Rivero, con quien tuvimos grandes duelos, él en Danubio y yo en Sud América; el Negro Diogo; jugadores que no eran fácil pasarlos. En Argentina, estaban Pavón, Pernía, nada fácil, te marcaban de una manera sensacional y aparte te pegaban sí o sí, tenías que estar predispuesto a que la patada venía en cualquier momento.
Ese momento en que se suspende el tiempo que es cuando el puntero agarra la pelota contra la raya en tres cuartos, enfrentando al lateral y todo el resto mirando, todo pendiente de ese duelo.
Sí, sí. Pero después de pasar al lateral tenías que tener cuidado con Trasante, (Hugo) Villaverde, (Enzo) Trossero, Tano Gutiérrez, Ruggeri; no era nada fácil. Vos sabías que tenías que pasar por el lateral y al rato venía la guadaña más grande que era la de los zagueros.
¿Cuál fue la peor patada que te dieron?
La peor patada me la dio un argentino que jugaba en Millonarios, que me ‘rajó’ la pierna, aún tengo la marca en la pierna. Y la otra patada es del Negro Pintos Saldaña que lo traje colgado un clásico con Peñarol, lo echaron pero me acalambró, se abrazó a mi cintura con una guadaña que me tiró.
El uruguayo Víctor Duque, compañero tuyo en Independiente recordaba tu relación con Bochini. Decía ‘Eran espectaculares, el Bocha miraba para el costado izquierdo, gritaba ‘ahora’ y venía el pase para Alzamendi en la derecha. ¿Con qué compañeros tenías más relación?
Sí, ni que hablar, con el Bocha me entendía un disparate; era un fenómeno, antes de Maradona el mejor era Bochini. También estaban el Beto Alonso, Ruben Paz por izquierda. A su vez, aquella época tenía grandes números 8 como Matosas, el Chueco Perdomo de cinco, Carlitos Reyes sensacional de diez. En Independiente tuve de ocho a Larrosa, campeón del Mundo con Argentina en 1978, y en River tuve al Negro Enrique. Eran equipos que tenían grande jugadores por los dos lados y buenos pasadores, hacíamos buenas paredes. Tuve la suerte de jugar con Julio César Giménez en la selección uruguaya, con Ildo Manerio o con Fernando (Morena) de nueve, fue maravilloso.
Incluso el hecho de jugar con punteros, te brindaba la posibilidad de que cualquier pelotazo largo pudiera encontrar a un jugador bien abierto.
El 4-3-3 lo jugué toda mi vida; el tema es cómo jugar, saber jugar por las puntas. No es solo el pelotazo, sino que a veces hay que tener el pase claro y los movimientos claros para jugar. Cuando vos jugabas de siete sabías que si el lateral subía tenías dos opciones: o tirarse de nueve o tirarse hacia atrás tipo ocho. Eso es lo que hacía en ese momento, y entrenaba mucho; o el desborde sabiendo que tu jugada viene por el costado izquierdo: entender cómo posicionarte, cuando vas en ataque si tenés que entrar en diagonal o quedarte bien abierto; o en un desborde propio sabías que tu nueve estaba en un lugar, si entraba al primer palo o estaba en el medio y el puntero del otro lado entraba en diagonal. También entrenábamos centros; hoy en día, sin desmerecer a nadie, creo que los chicos deberían pasar más tiempo tirando centros, hoy tiran un centro y es a ver quién la agarra. Antes el centro venía a la cabeza del nueve; me acuerdo que en Independiente teníamos al Beto Outes, que le decían ‘El Madera’, con eso te digo todo, pero tenía un cabezazo fenomenal: había que ponerle la pelota en la cabeza, hasta salió goleador del Campeonato argentino. Cuando hablamos de Morena o Waldemar Victorino vos sabías que ellos por afuera tenían jugadores que te ponían la pelota en la cabeza; hoy en día eso no pasa.