Estirpe bohemia

Wanderers y su escuela de enganches. Nota con Malaka Martínez

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Foto: Eurosport
Enzo Francescoli, Pablo Bengoechea, el ‘Toti’ Castro, Luis Noé, el Negro Barragán, el Palomo Rodríguez, Maxi Rodríguez, y hoy el ‘Nacho’ González. Y unos cuantos quedan afuera. Es que el Montevideo Wanderers siempre tuvo jugadores, cuando no equipos, de muy buena técnica. Si vas al Parque Viera sabés que algún jugador te va a encantar con sus movimientos, sus pases, sus amagues o su técnica en velocidad.

Varios hinchas de otros cuadros van a ver a Wanderers porque siempre van a encontrar a ese diez. Un diez, incluso cuando Wanderers jugó en segunda división. En los años 1999 y 2000 el bohemio estuvo en la ‘B’. En ese segundo año, donde se obtendría el ascenso, Daniel Carreño hizo debutar a un pibe de pelo largo, tal vez un enganche no tan ‘clásico’ pero con la diez en la espalda. Era Jorge el Malaka Martínez, de eléctrico juego y de estirpe bohemia:

Repasando los diez de Wanderers famosos, ¿vos de cuál te acordás?

Cuando estaba en juveniles veíamos los partidos, porque además estaba mi tío, el Chifle (Barrios) jugando; y me acuerdo del Negro Barragán. Claro que sabía que habían jugado el Enzo (Francescoli) y Pablo Bengoechea, pero a ellos no los pude ver en vivo. También me acuerdo de un venezolano, que tenía una pisada muy buena, le decían el ‘Gato’, el Gato Hernández. Era un jugador grandote, zurdo, con muy buena técnica; siempre enganchaba para atrás, los rivales sabían que iba a hacer ese enganche, pero él amagaba con pegarle y enganchaba por atrás, ese típico enganche que llevas la pelota por atrás del tendón de aquiles y salís jugando, tirando una pared. Me acuerdo clarito, me encantaba ese jugador, porque hacía siempre la misma, pero la hacía tan bien que todos quedaban mirando para otro lado. Es más, yo después se la copié, y cuando me acuerdo meto ese enganche y todos ‘comen’ como se dice en la jerga futbolística. Veía a Recoba y enloquecía, que gambeteaba a dos o tres y arrancaba con esa potencia te volvía loco y más aún cuando hacías terribles golazos. Quería ser obviamente ese diez, ese jugador, ese que la mayoría de las veces brilla.

Con respecto al Chino, en su mejor gol en Nacional gambeteó a tu tío.

El gol de Recoba del ’97 me acuerdo porque yo estaba en el Estadio. No era del Chifle, todo el mérito fue del Chino, quien estaba muy bien físicamente. El Chifle le tiró sus buenos manotazos pero no lo agarraba ni con un lazo. El Chino estaba imparable, fue uno de sus mejores goles.

La hinchada bohemia también tiene una forma de ver, una manera especial de hablarle a los diez bohemios.

Wanderers tiene una hinchada muy tranquila, que respeta mucho al jugador. Obviamente si te arrastrás dos o tres partidos algo te van a gritar. Pero no es de esas hinchadas que van a complicarla, a hacerte la vida imposible. Wanderers tiene eso, acostumbró a la hinchada a tener jugadores de muy buena técnica, siempre tuvo algún jugador exquisito y generalmente la mentalidad del equipo es tocar, tirar paredes, jugar bien al fútbol. Se trata de tener buena posesión de la pelota, tocar muy bien. El 90% de los jugadores son técnicos, pelota redonda y al pie, eso se ve. Y eso lo siguen inculcando a las inferiores también, suma mucho para el fútbol uruguayo un equipo que juegue así.

En su momento, con Alfredo Arias hubo resultados adversos, pero mantuvo la forma y luego llegó a ser campeón en el Clausura 2014.

Sí. Es la misma filosofía de intentar jugar al fútbol. Si sale o no sale van a seguir intentando porque es su filosofía, morir con la de uno, que es esa de intentar jugar y más que nada por tener jugadores que lo hacen de buena manera. Porque si tenes todos picapiedras no podes, pero tener jugadores de buen pie ayuda mucho, acompaña.

¿Cuál fue el mejor Wanderers que te tocó integrar?

El Wanderers que salió campeón de la Liguilla en el 2001, ese equipo jugaba muy bien. Estaban Guglielmone, quien se cansó de hacer goles, Julio y Ronald Ramírez, el Chapita Blanco, Eguren, Machado. Todos buenos jugadores, y también había un muy buen grupo. Iban todos para adelante y se jugaba muy bien, lo tengo presente porque yo me sentía y jugué muy bien.  Salimos campeones merecidamente; el Viera, todos esos momentos, son muy lindos recuerdos que me quedan.

¿Cómo se lleva esa responsabilidad de decidir por todo el equipo en cada ataque?

Cuando debuté en Wanderers, tenía a Daniel Carreño que me dio toda la confianza del mundo; de primera no fue que me dio la diez, pero al segundo años ya se dio cuenta. Me ponía en los segundos tiempos, porque obviamente era juvenil y me iba haciendo de a poco. Agarré confianza hasta que en el segundo año me dijo: “Bueno gurí dale pa’delante; encará y gambeteátelos a todos”. Era un técnico que se daba cuenta de tus condiciones y te daba adelante a morir, siempre me decía eso, ‘gambeteátelos a todos’. Con eso uno agarra más confianza, y andaba bien, ‘volaba’, sin ningún problemas físico sin dolorcito ni nada, tomás viento en la camiseta y no te para nadie. Esa es una de las cosas que te hacen rendir más en la cancha: la confianza del entrenador y de los compañeros.

Ahora ese enganche que nos ha enamorado toda la vida parece que deja de existir. Cuando jugaba en Wanderers, Matías Santos terminó jugando en el doble cinco y a veces hoy el Nacho González se tira más atrás. ¿Eso tiene que ver con que donde antes se movía el diez hoy hay menos tiempo y se hace más complicado pensar?

Creo que sí. Ahora el fútbol es más que nada físico, están todos bien físicamente, rápidos, fuertes, y ahora se hace más difícil encontrar ese espacio, ese lugarcito que el ‘10’ aprovechaba para meterse, girar y encarar para meter algún pase o entrar al área.  Es difícil pero el ‘10’ tiene que ser un jugador que encare, tiene que romper líneas, es el futbolista diferente que te rompe cualquier esquema. El 10 aparte de la calidad, buena pegada y asistir, debe ser encarador y romper líneas porque es así como hace la diferencia, como la hace por ejemplo el mejor del mundo, Messi.

¿Cuál fue el mejor ‘10’ con el que tocó jugar?

Como compañero tuve la suerte de entrenar en la selección con Recoba, fue uno de los mejores jugadores de la historia del Uruguay como número 10, era talento y calidad, todo: reunía muchas cosas, buena pegada, explosión, técnica. También Alessandro Del Piero, aunque haya compartido poco tiempo porque cuando vino Antonio Conte a la dirección técnica de la Juventus, Del Piero se fue. Pasó que Conte quería mucha más intensidad en el juego, pero Del Piero no estaba en condiciones físicas para soportar esa intensidad. Igualmente, con las pocas veces que jugué Del Piero ya te dabas cuenta que era de un nivel superior, como jugador y como persona también, me dejó bastante impresionado cómo se entrenaba, cómo se comportaba, era un ejemplo. ¿Con Pirlo? Jugué poco, compartimos una pretemporada y jugamos un par de amistosos, y después yo me fui a Rumania; él no era tan diez, pero igualmente era un monstruo ‘fuera de concurso’.

Te dirigió Conte, ¿cómo trabaja?

La verdad, Conte es el uno. Yo tendría que decir todo lo contrario: ‘Que era un desastre y mala gente’, pero no voy a ser así. Él me dijo: “Mirá Malaka, cuando juegues veinte, treinta partidos volvé que yo te quiero, pero así no”. Yo estaba sufriendo un par de problemas físicos, hice la pretemporada toda con él, tuvimos un par de partidos amistosos, jugué y después tuve una lesión, a la semana siguiente, otra lesión, y a Conte no le gustó. En la charla decía: “Yo quiero soldados, conmigo juegan los que están siempre bien, el mejor jugador el que está siempre bien”.

Él tenía un modo, una ideología con una intensidad a mil, a dos mil por hora de entrenamiento y tenía muchas jugadas de pizarrón, ya armadas, que las entrenaba todos los días una hora, a mil y tenía que salir perfecta. Y eso después lo quería ver en el partido; Conte le daba mucho énfasis en hacer las jugadas bien y después te daba la libertad y la creatividad que tiene que tener un jugador, pero de base tenías esas jugadas que tenías que hacer sí o sí. Era muy preparado, trabajaba mucho todas esas jugadas, estaba en todos los detalles, mucho video, mucha corrección de partidos amistosos. Era el uno, yo justo no tuve la chance de estar sin problemas físicos para seguir con él. Me dijo: ‘Sos un jugador para estar acá conmigo, pero te quiero bien, si tenés un dolor hoy y mañana estás tironeado, así no va; prefiero un jugador que juegue menos que vos, pero que esté al 100% físicamente siempre’.

Fue muy sincero. Aprendí mucho de él en esos dos o tres meses. Todo lo que consiguió Conte habla por sí sólo. Es un maniático del entrenamiento, de los cuidados: cuando íbamos a comer estaba mirando la mesa y te sacaba el pan, la Coca Cola; te ponía un nutricionista que te controlaba las 24 horas, era un martillo, ‘è un martello’ decían todos en Italia, todo el día arriba de los jugadores, después te dabas cuenta que toda esa exigencia servía.

Llegaste a usar la ‘10’ de Uruguay, ¿qué se siente? (Ante Argelia, amistoso en agosto de 2009, y ante Perú, por Eliminatorias en setiembre del mismo año)

Fue hermoso, jugar en la selección de tu país es lo más grande que hay, y jugar con la ‘10’ es un lindo peso que llevás arriba, un orgullo tremendo porque todos los que jugaron con esa camiseta fueron y son futbolistas de gran jerarquía; tenerla yo no lo podía creer, por eso pedí que me fotografiaran, tenía que guardar esa fotito, le dije a todo el mundo: ‘Sacame un par de fotos, así hago un mural’.