Artigas cruzando la cordillera
Luifa Artime confiesa que para su familia “Uruguay es nuestra segunda patria”.
“Los Artime tenemos una parte de nuestra vida en Uruguay, ha sido una muy linda historia en nuestras vidas, en Uruguay yo fui al jardín y al colegio primario; tengo una anécdota con mi tío, que era un nacionalista a ultranza, y cuando le llegaba de vacaciones de Montevideo, como él tenía miedo que me hiciera uruguayo, me decía cantate el himno y yo le cantaba el himno uruguayo y le decía que Artigas había cruzado las cordilleras”. Luifa Artime, hijo de Luis, confiesa que para la familia Artime “Uruguay es nuestra segunda patria”.
El Luifa como un hijo más de futbolista debió vivir gran parte de su infancia fuera de su país. El Luifa como un hijo particular de goleador decidió adoptar la misma pasión que su padre, al que llegó a ver hacer goles “hasta con el culo”. Pudo desprenderse en Córdoba de la carga del apellido paterno, hizo más goles que nadie en Belgrano y hasta una de las tribunas del estadio Mario Alberto Kempes lleva su nombre.
Si hablamos del gol, en tu caso corre por las venas
Tuve la suerte de ser el 10% de lo que fue el viejo, y con eso me alcanzó. Futbolísticamente mi padre era superior, uno de esos goleadores que uno lo descuidaba un minuto y te hacia dos goles, te definía los partidos. Yo tuve alguna condición de él, pero no fui lo que fue él. También, para defenderme un poco, se puede decir que era otro fútbol. A mí me tocó un fútbol más mezquino al de la época de mi papá, que contaba con Cascarilla Morales y con Luis Cubilla bien contra las bandas y lo llenaban de centros; yo he jugado hasta algunas veces solo de punta. Otro fútbol, otra historia pero el viejo era infalible, él tenía un imán con la pelota esa es la realidad, en el área le caía a él, siempre a él.
Ambos se dedicaron a hacer felices a los hinchas
Sí, fundamentalmente mi historia es con Belgrano de Córdoba, más allá de debutar en Ferro Carril y pasar por Independiente. Luego de Independiente vengo a Belgrano, donde me voy varias veces, pero siempre volví hasta que dejo mi carrera deportiva a los 40 años dejando el fútbol en la institución que me marcó, creo que si uno habla de Belgrano habla de Artime y si uno habla de Artime habla de Belgrano.
Siempre pegabas la vuelta, porque había gente que lo quería y porque vos también querías volver
Sí, mi mundo futbolístico, mi epicentro fue Belgrano; siempre quise volver y siempre volví, es más hoy estoy radicado en Córdoba desde el 2005 con mi señora, tengo hijos cordobeses, el único que no es cordobés es Rodrigo porque justo antes de que naciera me había ido a Gimnasia y Esgrima de La Plata. Mi señora es porteña como yo y nos radicamos acá en Córdoba, una provincia que me abrió todas las puertas y me dio la posibilidad de despegarme del apellido de mi padre, me ha tocado estar en Independiente y lidiar con el apellido y aunque uno no lo quería había cierto peso principalmente en Capital Federal, donde a papá siempre lo han podido ver y palmar. Era muy difícil despegarse del apellido de un goleador tan grande.
Es que te impusiste un gran desafío. Fuiste el hijo de Artime que también quería ser goleador
Fue un poco también lo que me pasó con Nacional. De ir a jugar al exterior siempre tuve ganas de ir a jugar a Nacional. Hubo varias veces algún contacto, en una época de vacas flacas del fútbol uruguayo existió algún interés, Belgrano se quería salvar con una venta mía y finalmente no se concretó. Papá siempre me ha dicho que no le hubiera gustado que yo hubiera jugado en Nacional, él sabía que con todo lo que fue en el club iba a ser difícil para mí. Tuve la suerte de vestir la camiseta de Nacional al menos una vez: fue en un amistoso contra Peñarol, yo tenía 17 años. Volvimos cuando inauguraron una cancha de Los Céspedes con el nombre de mi padre y siempre que viajo a Uruguay, uno se da cuenta lo que lo quieren al viejo y me llena de orgullo que el uruguayo lo mime tanto, no sólo el hincha de Nacional sino que también el de Peñarol.
¿Cómo fue ese clásico no oficial ante Peñarol?
Yo estaba en divisiones inferiores de Ferro Carril Oeste, todavía no había debutado oficialmente en Primera. Y en la semana hay un partido amistoso entre Nacional y Peñarol que organizaba la asociación uruguaya pero era algo muy light. Cuando llego a Aeroparque para viajar, migración no me deja salir porque me faltaba la firma de mi madre ya que yo era menor. Tuve que haer venir a mi madre desde Moreno a Capital Federal, conseguir un escribano y creo que hasta se atrasó un poco el partido porque yo no llegaba. Llegué a Montevideo, me iba cambiando en el remis que me había ido a buscar a Carrasco, llegué sobre la hora, jugué, fuimos a cenar y al otro día salí a primera hora porque tenía que entrenar en Ferro. Fue un paso muy efímero con la camiseta tricolor; me hubiera gustado haberla vestido en algún momento por más que el viejo no.
Curioso que tu único hijo que no es de Córdoba justo se llame Rodrigo
Y el nombre de Rodrigo es por el Potro, con quien yo tenía una gran amistad. Él una vez vino con 550 mil dólares para comprarme porque quería tenerme en Belgrano. La anécdota es tragicómica porque da con el dirigente que verdaderamente no me quería en el club, era el que quería negociarme, entonces este dirigente le dijo a Rodrigo que no había ninguna forma. Si Rodrigo hubiera consultado con otros dirigentes seguro yo hubiese sido jugador de El Potro en algún momento porque él me quería devolver a Belgrano. Él no quería ser dueño del pase mío, él quería que yo siguiera jugando en Belgrano, entonces si él podía colaborar con el club, si el club necesitaba la plata, él la cedía. Hoy Rodrigo estaría vinculado al club de alguna forma porque era un apasionado, un loco que caía los domingos a la mañana a los hoteles donde estábamos concentrados para jugar en Buenos Aires, aunque tuviera que venir de Tucumán; un enfermo del Pirata, alguien que lo llevaba en la sangre y en su piel.
¿Cómo fue tu primer gol en Belgrano?
El primero de Belgrano se demoró siete fechas; la gente ya impaciente murmuraba: “Este gringo mete, corre, va al frente, pero no hace goles”. Ese era el comentario del hincha, y llegó una tarde de domingo con un sol espectacular en el Estadio Alberdi. Mis primeros dos goles fueron contra Estudiantes de La Plata, el Tanito Spallina abre el marcador, y yo hago el segundo y el tercer gol en el arco de los piratas con asistencias de Marcelito Avalos y de Daniel Primo.
¿Cómo fue estar siete fechas sin hacer un gol?
Para el delantero es difícil, pero yo nunca me desesperé porque sabía que en algún momento el gol iba a llegar y cuando llegaba uno iba a llegar el resto. Era un gran equipo de Belgrano con el Diablo Monserrat, el Beto Fernández, el uruguayo Chiche Sosa, el Tano Spallina arriba, Javier Soler en el arco, una defensa muy ruda. No había tenido muchas situaciones de gol, la habían tenido otros jugadores, había sido importante para el equipo pero no había facturado hasta que me tocó esa tarde. A la fecha siguiente viene el gol famoso en el clásico ante Talleres, donde estando empatados uno a uno, me lesiono pero vuelvo a entrar a la cancha y anoto el gol de la victoria. Desde ese momento fue un enamoramiento mutuo entre la gente y yo, que se mantiene. Dejé hace 15 años el fútbol y los hinchas y hasta los rivales se siguen acordando, eso es lo que tiene de lindo el fútbol.
¿Sos de guardar camisetas?
Sí, las tengo en una valija en una baulera en Capital Federal. Luego de tantas mudanzas, decidí dejarlas ahí. Están todas las camisetas que usé y las camisetas de jugadores emblemáticos con los que tuve la suerte de cambiar como el Enzo Francescoli, Maradona, Pipo Gorosito, el Maestro Bochini. No sé qué harán mis hijos con esas camisetas pero uno debe aferrarse a esos grandes recuerdos.
Es como volver a momentos gloriosos
Así es. A veces les saco fotos y se las he mostrado a los chicos y les digo ‘Mirá esa camiseta se la cambié al Enzo en tal partido, que íbamos ganando 1-0, papá había hecho el gol pero se enojó River en el segundo tiempo y nos ganó 3 a 1’. Eso fue en la época de Rodrigo, nosotros jugábamos con la imagen de El Potro en la camiseta. Es una anécdota tremenda porque en el entretiempo Tití Fernández me estaba haciendo la nota y yo veía que Francescoli se había quedado atrás y pensé que sería para hacer una nota sobre River. Yo le había hecho qué mal está jugando, yo le había hecho el gol al Mono Burgos y ganábamos uno a cero en el Monumental. Cuando me saco los auriculares, Enzo me dice “Luifa, ¿cambiamos la camiseta?” Fue increíble, me hice encima, no era que yo le había pedido la camiseta al Enzo, sino que él me la pidió a mí, me dice: ‘Quiero esta camiseta porque sé que el ídolo sos vos y esta camiseta con la imagen de Rodrigo al frente no tiene valor, la quiero cambiar ahora porque cuando termine el partido te la van a manguear otro’.
¿Cuál fue la clave para hacer tantos goles? ¿Qué debe tener un goleador?
Primero la intuición, a lo mejor no tengo la intuición de mi padre si no hubiera hecho muchísimos goles más. Hay que ser intuitivo y no hay que dejar perdida ninguna pelota. No era muy dúctil técnicamente, algunos dicen que técnicamente fui más que mi viejo, pero él tenía un olfato cien veces mejor que yo. A lo mejor yo le pegaría mejor a la pelota que mi padre, pero mi padre le pegaba con la rodilla y entraba al lado del palo, tal vez yo la agarraba excelente y la tiraba arriba del travesaño, porque no es cómo le pegas, sino cómo le llegas y creo que mi viejo le llegaba mejor a la pelota. También hay que pensar que el rival va a fallar, mi padre siempre esperaba el error del rival por eso en un minuto te definía un partido. Siempre se debe tener el arco entre ceja y ceja, esos tres palos hay que tenerlos entre ceja y ceja, un goleador debe tener la red como postal de su pared.
¿Qué recordás de tu padre en su etapa como jugador?
De Nacional, yo recuerdo la salida del Centenario y que una marea de gente se le tiraba encima, mi hermano Javier y yo abrazados a las piernas de mi papá creyendo que nos lo iban a secuestrar y yo diciendo “¡No! Es mi papá, es mi papá”. Mi padre luego de dejar el fútbol en Nacional, vuelve a jugar en Renato Cesarini en el torneo del Interior para clasificarlo a un torneo Nacional; y con 13, 14 años lo iba a ver jugar. Y un día me llamó la atención un gol que hizo: iba mano a mano con el arquero, el defensor que lo viene corriendo de atrás lo toca, papá que cayéndose patea mal, la pelota rebota en el arquero y mi padre cayéndose de espaldas, la pelota le pega en el culo y entra. Eso me llamó la atención y siempre lo digo: mi viejo hizo goles hasta con el culo. Como goleador fue impresionante. Yo a los 40 años dejé el fútbol y empecé a jugar un torneo regional y a veces lo traíamos a entrenar con nosotros y papá con 62 años nos cagaba a goles. Es un tipo que llevaba el gol en la sangre, lleva el gol en la sangre, porque papá no juega más pero yo creo que si le tiras una pelota, la emboca.