"Nunca le pedí perdón a nadie"

Charla con Silva Cantera, volante central que marcó una era en Defensor Sporting.

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Con una voz inconfundible, Heber Silva Cantera fue un volante férreo, icono del juego fuerte uruguayo de los 80 y los 90. Luego de trece temporadas en Defensor Sporting se retiró en 1998; actualmente trabaja en las inferiores violetas. Con Defensor jugó 338 partidos, obtuvo tres liguillas (1989, 1991 y 1995) y salió campeón uruguayo en dos oportunidades (1987 y 1991).

Además de fuerte, aquel Defensor campeón del '87 jugaba muy bien

Sí, sin ninguna duda, se jugaba muy bien. Siempre digo lo mismo, era otro fútbol, se jugaba con otra demencia. De todas maneras se jugaba mucho con el corazón, íbamos siempre al frente, no queríamos perder nunca, pasa por ahí la cosa. Era entrega total, salíamos de la cancha muertos y hoy me siento reflejado en la selección nacional, eso lo tengo claro

Aquello de que disputar ‘cada pelota como si fuera la última’

Como si cada partido fuera una verdadera final. Ganar ese ‘último partido’, ganarlo por necesidad, por orgullo, por buscar la gloria. A ver, hoy se cambia un poco la cosa, nosotros buscábamos primero la gloria, lo de atrás venía sólo; hoy cambió y no importa si hay gloria, es parte del mundo, de la dinámica en que vivimos. Es bueno mejorar la parte económica, sin olvidar la gloria. El otro día fui a la concentración de Defensor y ver todas esas fotos de jugadores que se han vendido, de los que hemos sido campeones, eso también es importante: quedarse en la historia, no hay que perderlo de vista. Yo sabía mis limitaciones, ojalá hubiera ganado algún premio, di todo pero no me alcanzó. Hoy veo muchos futbolistas que no aprovechan sus capacidades de la manera que debieran aprovecharla, se desvían por otro lado; nosotros tratamos de que se enfoquen, que se afiancen en Primera y luego vean el pase al exterior para mejorar su situación económica.

Una de las características de aquel Defensor y de vos como jugador era su agresividad. ¿Hablás con los jugadores al respecto de cuándo, dónde y a quién se debe cometer una infracción o pegar una patada?

He tenido mucho cuidado con eso. Luego de hacer el curso en 1992, tuve una charla con Arzuaga, me quedó grabado lo que me dijo; me señaló que yo tenía que tener mucho cuidado porque la gente me tiene tildado con una forma de jugar y que tenía, como entrenador, tener mucho cuidado con eso. Puedo conversar con algún jugador en privado pero no en charlas grupales y te digo por qué: creo que en el 80% de los chiquilines, en la primera charla que tendrán con los padres, luego de decirles que yo soy su entrenador, sus padres le dirán: “Uh, este sí que era bravo”. Estoy convencido de eso, por lo que tengo que tener cuidado, sí les enseño a marcar, a pararse, a cuándo tienen que achicar, cuándo deben retroceder, ese tipo de cosas sí, pero no lo demás, porque no es conveniente, porque traigo un sello atrás que depende del lado que se lo vea: si lo ven los rivales puede ser peligroso; de mi lado y la gente de Defensor, creo que no.

Quienes recordamos aquellas épocas lo hacemos con respeto, y jugar contra Defensor era un partido muy duro. Más allá de la calidad técnica, ¿también debe descubrir a chiquilines que se dan maña para sacar rédito de su fortaleza mental y física?

Nosotros buscamos el perfil de jugador de Defensor. ¿Cuál es? Primero, además de jugar bien,  tiene que tener corazón, corazón de ir al frente, de salir a buscar los partidos de querer siempre ganar. En Defensor más allá de hacer la formación, formamos para ganar, ese es el sello que tenemos que tener en Defensor. Defensor siempre tiene jugadores muy buenos, hay etapas que no son las mejores, categorías que no son tan buenas, pero igualmente Defensor tiene una calidad de jugadores muy buena, que siempre van a aparecer. Y después bueno, hay que ir aclimatándolos, llevándolos de a poco, por lo pronto saben que es salir campeón, pelear y luchar y que en Defensor tienen que dejar la última gota de sudor dentro de la cancha. En juveniles los rivales nuestros son cuatro o cinco (Danubio, Peñarol, Nacional). Vos podés sacar conclusiones en esos partidos y ver a qué nivel están tus jugadores. No es por desmerecer al resto, por ejemplo siempre fue complejo jugar ante Rampla; hay partidos que se hacen duros pero no por el juego.


¿Qué rivales tenían otros volantes igual de ‘duros y fuertes’?

Había mucho equipos duros (Peñarol, Nacional, Progreso, Bella Vista, Huracan Buceo) pero la verdad yo me enfocaba en los habilidosos que tenía el rival, que eran los que yo tenía que bancar y no tanto en los otros. Los ‘guerreros’ (en Nacional estaba el Pelado Peña) éramos duros pero entre nosotros teníamos códigos, entre nosotros nos respetábamos mucho. Yo tenía una foto de Bengoechea debajo de mi almohada para marcarlo, para que no se me tirara, lo estudiaba mucho. Wanderers tenía a Walter Pelletti, a Baez. Otro era Javier Cabrera, coloniense que jugaba en Huracán Buceo, que me tiraba rabonas. Un día le dije: “Me tirás otra rabona y te cuelgo del alambre”; y no me tiró porque sabía cómo era la cosa. Pasa que antes uno esas cosas las tomaba como una tomada de pelo y luego te das cuenta que no era una tomada de pelo, nada que ver, era una jugada que hacía. Siempre todo el mundo tenía un ‘10’, hoy desaparecieron. Yo tenía claro que era volante defensivo, si no pasaba la mitad de la cancha no me hacía problema, no me angustiaba, mi objetivo era el 0 en mi arco, el objetivo era que Defensor no tuviera goles en contra, eso lo conseguimos muchos partidos y así ganábamos. Hoy hay otro juego, con un poco más de lirismo, que puede ser bueno o malo. Hoy se critica si se es muy defensivo pero cada uno tiene su libreto y lo trata de administrar lo mejor posible.

¿Había una especie de pacto para defender a cada ‘10’?

Sí, pero bien. ‘Vos no le pegás a mi 10 y yo no le pegaba al tuyo’. Pasa que a veces, cuando vos le pegabas demasiado, o con alevosía, uno decía ‘bueno, yo te arruino al tuyo’.

¿Ahora con televisión limitó esa clase de cosas?

Sí. Pero por ejemplo yo nunca lastimé a nadie. Tal vez era otro fútbol porque íbamos mucho más fuerte. Hoy te cobran la fuerza excesiva, antes era normal. Se sacaba provecho de eso, si eras debilucho no jugabas. Vos le pegabas tres pechazos y lo terminabas contra el piso.

Pero cuando vienen de otros países, hay momentos donde los uruguayos volvemos a esos hábitos.

Creo que sí. No jugué en equipos del exterior, pero afuera saben de nuestra mentalidad, de que a pesar de que han mejorado, nosotros tenemos una fuerza mental que no la tiene nadie. Por eso creo que somos cómo somos, de ser tan chicos, no tenemos buena tenencia y un montón de cosas pero tenemos esa garra que nos lleva a sacar resultados que por ahí que no te imaginás.

¿Cuál fue tu peor patada?

En realidad tuve dos patadas groseras. Las puedo decir porque se las había avisado. Tuve una con Eber Moas. En un partido contra Danubio me pegó un codazo en una oreja, que no me cortó de casualidad, pero si me llega a agarrar la cara todavía me están armando; y le dije “En la próxima te limpio”. Y la verdad que lo limpié, le pegué una patada grosera; terminamos los dos afuera, pero cumplí. El otro fue Walkir Silva, quien se puso muy pesado. Yo lo conocía de Rivera, jugaba en Peñarol y en un partido en el Estadio empezó a decirme cosas que no correspondían. Era un día de lluvia y barro y le avisé que le iba a pegar, le hice un corte en una rodilla que le dieron cuatro o cinco puntos. Lo que yo tenía era que nunca hablé con nadie, nunca me metía; nunca le pedí perdón a nadie y si me pegaban aguantaba. Tampoco era de ir a buscar lío con nadie, pero si había que ir al frente, iba sin problemas.

También hay cosas que siguen pasando más allá de la televisión y las cámaras. Por ejemplo hay quienes te confiesan que si te pegan una patada y el árbitro no la vio, el árbitro también te deja pegar una, tenés una patada para devolver.

Sí. En nuestra época que todavía no estaba la televisión, habían equipos, sobretodo los grandes, que tenían ventaja. Eso te lo decían los árbitros, era ‘dos por una’, ellos pegaban dos y vos pegaba una y te sacaban amarilla; también tuve que jugar con eso, no era fácil. Si había que pegar, yo tenía que pegar muy bien, porque ellos podían pegar dos y te podían sacar del partido. No eran patadas groseras. Ellos tenían ventaja, pero era la ley de juego.

¿Qué rival, a pesar de las patadas, seguía intentando y jugando?

Un jugador que siempre fue al frente fue Dely Valdes, que le pegabas y seguía, un jugador espectacular. Yo prestaba atención a los que jugaban de mitad de cancha hacia delante y cómo se movían, porque era mi obligación saber quién dribleaba, si era zurdo o derecho, quién cabeceaba bien, saber todas las mañas para poder contrarrestarlo porque si no siempre estaba en pérdida. Dely Valdes era un jugador extraordinario, sin ninguna duda.