Hay quienes pasan por el fútbol, juegan lindo o feo, pero juegan, y luego se retiran. Así, sin más: llegar, jugar, retirarse. Pero hay otros que se involucran con lo que pasa a su alrededor, juegan también, pero saben que nada termina con el silbato final, más bien todo empieza.

Aquello de que si vos no cambiás algo no cambia nada. Rodrigo Odriozola es un jugador de fútbol que quiere a su profesión. También tiene otros quereres: Isabel, Agustina, la economía, la docencia y una lista que sospechamos es larga.

Arquero de Rampla desde hace tres años, involucrado en el origen de Más Unidos Que Nunca, docente en un centro de reahabilitación, supo pasear sus voladas por Colombia e Irán, pero el paisito es el paisito y el amor es maragato.

Quizá sean los largos minutos en que un golero no toca la pelota, esos momentos donde la cabeza puede tener un respiro de lo que está pasando en la cancha, quizá sea eso, o solo sensibilidad, pero Rodrigo Odriozola le pone pienso a lo que hace. Llegar, jugar, involucrarse, cambiar el mundo.
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