Monsieur Zizou

Zinedine Zidane dejó Real Madrid, pero en su bolso se lleva tres orejonas.

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Foto: EFE - Fernando Alvarado
Zinedine Zidane fue, es y será un mortal singular. Solo algún desprevenido podría poner en tela de juicio su condición de ganador nato y ser impredecible; ayer y hoy, adentro o afuera de la cancha. Tan viva permanece esa impronta que en la cúspide de su carrera como entrenador, reciente campeón de Europa con el Real Madrid y con un futuro inmenso a la vuelta de la esquina, el pasado 31 de mayo el francés renunció a la dirección técnica de la afamada Casa Blanca, tomando una decisión que sorprendió a propios y extraños. Yendo a contramano de una sociedad exitista, en la cresta de la ola, tan solo cinco días después de la final frente a Liverpool, el hombre del ya mítico cabezazo a Materazzi anunció en conferencia de prensa que se aleja de uno de los bancos de suplentes más codiciados del planeta fútbol. Distinto al resto como era en el verde césped  abandona el barco tras dos años y medio de gestión y nueve títulos obtenidos de trece posibles. 
 
4 de enero del 2016 marcaba el calendario cuando el señor con aspecto de monje tibetano fue designado DT del equipo más laureado de todos los tiempos. Tras el despido de Rafa Benítez y en medio de una catástrofe futbolera, el nacido en Marsella tomó la conducción a once puntos del Barcelona en la Liga y tambaleando en el plano internacional; cinco meses fueron suficientes para lograr la undécima corona continental en Milán  y el subcampeonato en la competencia doméstica a solo un punto del tradicional rival, peleando el torneo hasta la última fecha.  Las coronaciones se sucedieron, al igual que los records; además de ser artífice del mayor invicto en la historia del club, con 40 partidos, entre abril de 2016 y enero de 2017, consiguió ocho triunfos en ocho finales disputadas y en la única liga española que ganó obtuvo 16 triunfos consecutivos, igualando la impresionante marca de Pep Guardiola con el Barsa (2010-2011). 

Dos años de contrato y 18 millones de euros era el porvenir inmediato del pelado de cuarenta y seis abriles que se transformó en tricampeón de la Champions League a fines de mayo. Sin embargo, más allá de las copas alzadas o los festejos reinventados sin cesar, el eterno 10 nunca puso a dios metal por encima de lo deportivo y una serie de cortocircuitos con Florentino Pérez, el mediático presidente merengue, lo obligaron a decir basta. De acuerdo a informaciones del diario The Sun,  las frustradas llegadas para la próxima temporada de Eden Hazard y David De Gea habrían sido los motivos para pegar el portazo, un portazo que nos dejó a todos de boca abierta. 

"Quiero agradecerles a los jugadores porque son ellos los que luchan en el campo. La historia de este club es muy grande y siempre apretamos… les pedimos más. Pero llega un momento que... qué más les voy a pedir, con lo que han hecho conmigo…”, manifestó en la despedida el campeón del mundo con Francia en 1998, remarcando una vez más su idea innegociable de que el futbolista es la verdad máxima de este juego. Manejo de vestuario, dosificar una parva de egos gigantes,  sabiduría para tratar a un plantel de estrellas son  algunas de sus virtudes. Y es que, mal que les pese a algunos,  Zidane es “jugadorista”, término peyorativo con que se denomina a los entrenadores que tienen estricta noción del rol que cumplen y dejan la tapa de los diarios para sus dirigidos. 

105 victorias, 28 empates, 16 caídas, 398 goles a favor y 163 en contra son el balance de esta primera experiencia al mando de un conjunto de primera división (antes había dirigido al Real Madrid Castilla en segunda). Siempre ajeno a los lugares comunes, Zizou encarna una de esas poquísimas personalidades  que se niegan a quedarse calladas con el solo propósito de permanecer en el lugar de confort y alargar la estadía en el cielo. Tirando caños primero y usando la calva para diagramar estrategias después, el Madrid fue paraíso en la tierra para el más grande intelectual con pelota al pie que nos regaló la última década del siglo XX. Hoy, más allá de la tentación que representa ser director de orquesta en una sinfónica galáctica es la hora del Au Revoir. A pesar de un bolso con tres orejonas, dos mundiales de clubes, dos supercopas europeas, una supercopa española, una liga y un inconmensurable legado de intangibles que excederán cualquier cifra inanimada.