Que vuelvan las Intercontinentales de antes

Nos llama a la reflexión el recientemente culminado Mundial de Clubes.

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El Mundial de Clubes es el mamarracho de la FIFA que vino a ocupar el lugar de las legendarias Copas Intercontinentales.

Nuestros dos principales equipos atesoran en sus vitrinas seis Copas Intercontinentales, tanto de aquellas que se jugaban en formato de ida y vuelta como de las celebradas en Japón, donde en la década del 80, los grandes uruguayos fueron protagonistas cuatro veces.

Pero más allá de la presencia de equipos uruguayos, siempre era un placer madrugar para ver un Juventus-River, un Boca-Real Madrid, un Vélez-Milan. Qué lindo era ver un estadio lleno de japoneses agitando banderitas, con una bocina que sonaba durante los 90 minutos del match.

El verdadero campeón del mundo era el Intercontinental, pero a la FIFA se le dio por ponerse creativa y seguir lucrando. Entonces inventó un Mundial de Clubes donde participan poderosas instituciones del calibre de un TP Mazembe del Congo, un Al Ahly de Egipto, un Deportivo Saprissa de Costa Rica o los siempre fríos equipos mexicanos.

¿La FIFA no se dio cuenta de que al final siguen saliendo campeones los europeos o los sudamericanos? La verdá de la milanesa estaba en la Intercontinental, en la que nunca se le dio oportunidad de participar a clubes de otras federaciones.

Ejemplos de Copas inolvidables hay muchos: Peñarol ganándole al Real Madrid, el gol de Victorino, el de Walkir Silva, la controversia por el auto de Jair, la victoria de Nacional contra el poderoso PSV con las atajadas de Seré, el doblete del “Vasco” Ostolaza y el penal de “Tony” Gómez, y aún la derrota de Peñarol en la nieve contra el Porto.

¿Qué nos queda ahora en este descafeinado torneo? Ver al gran Marcello Lippi robando la plata en el Guanzhou de China, después de haber dirigido a Paolo y a Zidane fumando al costado de la cancha y haber salido campeón del mundo (y de la Intercontinental de antes).

Ver al gran Ronaldinho teniendo que permitir que unos marroquíes de un equipo llamado Raja Casablanca (nombre de prostíbulo de mala muerte) lo caguen a patadas, le roben calzado e indumentaria y lo obliguen a jugar un partido por el tercer puesto que le impidió prolongar las horas de joda.

A resaltar la actitud de Ronaldinho cuando un ciudadano chino le aplicó un puntapié en el piso, reaccionando como debe ser, con una buena patada con los dos pies a la altura de la rodilla y ganando la correspondiente roja directa.

Esta payasada del Mundial de Clubes no beneficia a nadie, genera menos interés en la gente que una final de bádminton. Nadie se acuerda cuándo se juega. Que la FIFA reparta la plata por el mundo, que construya canchas en los países necesitados, que regale pelotas a los niños, pero ¡que vuelva la Intercontinental entre Europa y Sudamérica! ¿Para qué sirve jugar contra un equipo asiático, de Oceanía o mexicano?

La Intercontinental es la única opción. ¿Qué le estamos dejando a los botijas? Libertadores vs. Champions y punto. Basta de Sepahan de Irán, de Urawa Red Diamonds, de Guanzhou y de Raja Casablanca. ¡Que vuelvan las Intercontinentales de antes!