
Diario de un coleccionista
Figuritas del Mundial: Una historia de amor, pasión, extorsión, algo de sexo, mafia y superación.

La niñez
Pocas cosas felices tiene ser niño. El sueño de adquirir extrañas formas corporales o saltar desde alturas impensadas sin sufrir daños como los dibujos animados, rápidamente se ve disipado por grandes tajos, cicatrices o bien la amputación de alguna extremidad.
Uno suele darse cuenta de que es demasiado pequeño para determinadas cosas. A saber: alcanzar estantes, no poder subir a algunos juegos del Parque Rodó, entrar a un bar a disfrutar de una copa con los parroquianos o tirar a un aro de básquet colgado de un árbol en un jardín, soñando con ser un jugador de la NBA sin que un vecino que se cree Dikembe Mutombo o Patrick Ewing, nos tape el tiro al grito de “en mi casa, no” (probablemente haya sido literal, vaya uno a saber).
Sin embargo, dentro de todo este ápice de maldad y oscuridad que representa ser niño, una pequeña luz salvadora se asoma cada cuatro años: las figuritas del mundial.
Nada más lindo y disfrutable que ver la sonrisa de un niño al tomar contacto con el álbum y repasarlo página tras página, o la felicidad del pequeño elemento al abrir un sobre de figuritas. Y todo esto sin pensar en lo que viene después, intercambiar con los amigos, jugar a la tapadita o a la arrimadita en la escuela…
Y nótese que escribí “escuela”, la pública, la vareliana; muy diferente al “colegio” donde todos sabemos que por capricho, a los nenes se les compra de a 20 sobres por día. Y eso en el hipotético caso de que conozcan lo que es el fútbol y sepan diferenciarlo de prácticas deportivas como hockey, rugby o tenis.
La escuela pública es otra cosa, un lugar donde podemos observar el crecimiento y la superación personal y empresarial de los niños; quienes con apenas un puñado de figuritas y en base a su esfuerzo, perseverancia, astucia, trampas, mañas e inteligencia, pueden volver a su casa con un mazo de figuritas que ni les cabe en los bolsillos de su túnica. Por el contrario, puede suceder lo opuesto, y volver sin nada. En ese momento, como adultos y padres, claramente nos daremos cuenta de que nuestro hijo no va a ser nadie en la vida.
La adolescencia
Pero el tiempo pasa, los contextos cambian y se ingresa en la adolescencia. Otros temas comienzan a tomar protagonismo: compañeritas, bailes, alcohol, autonomía y co-gobierno, boletos gratis, compañeritas, hippies, alcohol y compañeritas. Y la verdad, está difícil pa’ sacar las figuritas en medio de la clase sin ser calificado como “nerd”, “bobo” o que te coloquen apodos como “Sr. Panini”.
Pero siempre se puede encontrar otro Sr. Panini aislado por la sociedad liceal con quien se puede intercambiar en el recreo mientras al lado, el galán de la clase se chuponea de a cuatro o cinco compañeritas. Pero uno sigue creciendo…
La adultez
Y lo bueno de crecer y de trabajar es que se puede ir al kiosco y decir: “dame toda esta plata en figuritas”. Ya no hay señalización, ni estigmatización social por las figuritas, ya que el status social ahora se encuentra dado por el puesto laboral. Pese a eso no todo es bueno…
Las repetidas se van acumulando y en el trabajo existen muchos compañeros con vida social activa o que lamentablemente tienen familias. Ellos no coleccionan, y la verdad que se hace difícil, siendo adulto, esperar a que salgan los niños de la escuela para cambiar figuritas sin parecer un pedófilo. La desesperación, ansiedad y la lujuria por completar países como Corea del Sur, Bélgica o Irán, nos va consumiendo y nos lleva a recurrir a lugares al margen de la ley que son tierra de nadie. Allí rigen la “ley de la selva” o los vacíos legales. Estamos hablando de los puestos de canje y venta de figuritas.
Frases como: “cinco pesos cada figurita”; “a mí me sirve vender, no canjear”; “esta es la última que me queda, te la dejo en diez pesitos”; “esta es difícil de conseguir” (dice el vendedor mientras señala una figurita de Argelia, cuya dificultad por encontrar esa figurita seguramente se deba a que la familia del argelino las compró todas), se hacen habituales en nuestras principales avenidas.
La epidémica competencia entre los puestos, más las frases perturbadoras anteriormente mencionadas sumadas a la presión que nos imponemos como adultos de conseguir nuestros objetivos y pretender completar el álbum, nos lleva a involucrarnos en estos ámbitos cuasi-ilegales. Y siempre siendo conscientes, de que se hace mucho más fácil negociar con un narco en su propia boca de venta de drogas antes que con estos señores.
Finalmente, el álbum se va completando y como adultos racionales y pensantes que somos, nos fijamos en detalles que siendo niños pasaríamos por alto:
Pocas cosas felices tiene ser niño. El sueño de adquirir extrañas formas corporales o saltar desde alturas impensadas sin sufrir daños como los dibujos animados, rápidamente se ve disipado por grandes tajos, cicatrices o bien la amputación de alguna extremidad.
Uno suele darse cuenta de que es demasiado pequeño para determinadas cosas. A saber: alcanzar estantes, no poder subir a algunos juegos del Parque Rodó, entrar a un bar a disfrutar de una copa con los parroquianos o tirar a un aro de básquet colgado de un árbol en un jardín, soñando con ser un jugador de la NBA sin que un vecino que se cree Dikembe Mutombo o Patrick Ewing, nos tape el tiro al grito de “en mi casa, no” (probablemente haya sido literal, vaya uno a saber).
Sin embargo, dentro de todo este ápice de maldad y oscuridad que representa ser niño, una pequeña luz salvadora se asoma cada cuatro años: las figuritas del mundial.
Nada más lindo y disfrutable que ver la sonrisa de un niño al tomar contacto con el álbum y repasarlo página tras página, o la felicidad del pequeño elemento al abrir un sobre de figuritas. Y todo esto sin pensar en lo que viene después, intercambiar con los amigos, jugar a la tapadita o a la arrimadita en la escuela…
Y nótese que escribí “escuela”, la pública, la vareliana; muy diferente al “colegio” donde todos sabemos que por capricho, a los nenes se les compra de a 20 sobres por día. Y eso en el hipotético caso de que conozcan lo que es el fútbol y sepan diferenciarlo de prácticas deportivas como hockey, rugby o tenis.
La escuela pública es otra cosa, un lugar donde podemos observar el crecimiento y la superación personal y empresarial de los niños; quienes con apenas un puñado de figuritas y en base a su esfuerzo, perseverancia, astucia, trampas, mañas e inteligencia, pueden volver a su casa con un mazo de figuritas que ni les cabe en los bolsillos de su túnica. Por el contrario, puede suceder lo opuesto, y volver sin nada. En ese momento, como adultos y padres, claramente nos daremos cuenta de que nuestro hijo no va a ser nadie en la vida.
La adolescencia
Pero el tiempo pasa, los contextos cambian y se ingresa en la adolescencia. Otros temas comienzan a tomar protagonismo: compañeritas, bailes, alcohol, autonomía y co-gobierno, boletos gratis, compañeritas, hippies, alcohol y compañeritas. Y la verdad, está difícil pa’ sacar las figuritas en medio de la clase sin ser calificado como “nerd”, “bobo” o que te coloquen apodos como “Sr. Panini”.
Pero siempre se puede encontrar otro Sr. Panini aislado por la sociedad liceal con quien se puede intercambiar en el recreo mientras al lado, el galán de la clase se chuponea de a cuatro o cinco compañeritas. Pero uno sigue creciendo…
La adultez
Y lo bueno de crecer y de trabajar es que se puede ir al kiosco y decir: “dame toda esta plata en figuritas”. Ya no hay señalización, ni estigmatización social por las figuritas, ya que el status social ahora se encuentra dado por el puesto laboral. Pese a eso no todo es bueno…
Las repetidas se van acumulando y en el trabajo existen muchos compañeros con vida social activa o que lamentablemente tienen familias. Ellos no coleccionan, y la verdad que se hace difícil, siendo adulto, esperar a que salgan los niños de la escuela para cambiar figuritas sin parecer un pedófilo. La desesperación, ansiedad y la lujuria por completar países como Corea del Sur, Bélgica o Irán, nos va consumiendo y nos lleva a recurrir a lugares al margen de la ley que son tierra de nadie. Allí rigen la “ley de la selva” o los vacíos legales. Estamos hablando de los puestos de canje y venta de figuritas.
Frases como: “cinco pesos cada figurita”; “a mí me sirve vender, no canjear”; “esta es la última que me queda, te la dejo en diez pesitos”; “esta es difícil de conseguir” (dice el vendedor mientras señala una figurita de Argelia, cuya dificultad por encontrar esa figurita seguramente se deba a que la familia del argelino las compró todas), se hacen habituales en nuestras principales avenidas.
La epidémica competencia entre los puestos, más las frases perturbadoras anteriormente mencionadas sumadas a la presión que nos imponemos como adultos de conseguir nuestros objetivos y pretender completar el álbum, nos lleva a involucrarnos en estos ámbitos cuasi-ilegales. Y siempre siendo conscientes, de que se hace mucho más fácil negociar con un narco en su propia boca de venta de drogas antes que con estos señores.
Finalmente, el álbum se va completando y como adultos racionales y pensantes que somos, nos fijamos en detalles que siendo niños pasaríamos por alto:
- ¿Por qué hay un “muchacho de color” jugando en Alemania?
- ¿Por qué el arquero de Irán es más “blanquito” y tiene los ojitos más cerrados que el resto de sus compañeros?
- ¿Por qué el "Tata" González tiene su propia figurita?
- Frank Ribery, ¿saldrá bien en alguna foto?
- Dejar la página de Francia incompleta por no querer pegar la figurita de Evra, ¿me hace mala persona?
- ¿A quién querés más, a tu mamá o a tu papá?
- Haber buscado la figurita del moreno elemento que juega en Alemania, tras leer la primera pregunta, ¿me hace racista?
- ¿Por qué es tan complicado despegar las figuritas de su adhesivo? No quiero tener que pedirle a mi pareja, que tiene las manos mucho más delicadas que las mías, que pegue las figuritas por mí y ni hablemos de pegarlas derecho.
- ¿Es acaso el grito de “gol” de Julio Ríos de los peores que has escuchado en tu vida? Personalmente, deseo que los partidos terminen cero a cero.
- ¿Por qué Panini insiste en dividir los estadios en dos partes? ¿No se da cuenta que no tengo estudios en Arquitectura ni en Ingeniería como para unir dos tribunas o dos techos?
- Falcao y Benteke están lesionados y se pierden el Mundial: ¿Dónde me meto las figuritas? ¿Panini las podrá despegar del álbum o cambiármelas?
- ¿Por qué los italianos son todos lindos y de ojos claros?
- ¿Por qué las fotos del equipo de Inglaterra desde hace varios álbumes son las cabezas de los jugadores recortadas? ¿Tanto cuesta juntarlos a todos y sacarle una foto? ¿Acaso John Terry se acostó con las esposas de todos y no se pueden ver, ni en figurita?