"Hoy se juega mucho al pelotazo"
PDA visitó a Alcides Ghiggia para hablar de fútbol. El autor del gol más importante de la historia contó anécdotas, cómo vive y opinó de la actualidad.
Junto a Beatriz Masui, esposa de Alcides Edgardo Ghiggia y cuarenta años menor que él, ingreso a su hogar en Las Piedras. En el living está el genio del fútbol uruguayo, el que marcó el gol más importante de todos. Con su bastón, su andar encorvando y su mirada intacta, me estrecha la mano y me dice: “tanto gusto”. Nos sentamos los tres en los sillones de la sala y comienza la entrevista.
El living es pequeño. Una estufa a leña apagada, cargada de premios, trofeos y cuadros, nos enfrenta en el acogedor sitio. Le pregunto por su infancia y me cuenta de su gran pasatiempo: el fútbol.
Jugó en ligas del barrio Palermo y Guruyú, y también en la Liga Universitaria: “Nací en La Blanqueada, en Cornelio Cantera. Pasábamos jugando en la calle y el cordón era nuestro aliado. En la calle te divertías más porque era entre amigos y compañeros”.
Al terminar Primaria, Alcides cursó Mecánica Electrotécnica en la Escuela Industrial. Su hermano lo llevó a probarse en la Institución Atlética Sud América y desde ahí dejó el estudio.
“Empecé en la Cuarta y después pasé a la Tercera. Cuando Sud América bajó nos subieron a todos al primer equipo en la B. Arranqué de marcador de punta, pasé de mediocampista y después de nueve. En Tercera me pusieron de puntero derecho y no salí más. Míguez era el centroforward”, cuenta.
Fue vendido a Peñarol y el húngaro Emérico Hirschl lo hizo debutar durante la huelga general de jugadores en 1949. Más adelante triunfó en el mirasol con la temible delantera, conocida como la “escuadra de la muerte”, integrada por él, Omar Míguez, Juan Alberto Schiaffino y Juan Eduardo Hohberg. Ese equipo, según Ghiggia, fue el mejor que integró.
Posteriormente vino la citación a la selección uruguaya, dirigida por Juan López, que disputó la Copa Río Branco como preparación para Brasil 1950. Los celestes enfrentaron a Brasil en tres ocasiones, lo que les permitió ver su potencial en ataque y también su debilidad en defensa.
¿A qué iban al Mundial?
¿Nosotros? Íbamos con la idea de ganar y ser campeones. Era bravo porque antes no había TV ni video y jugabas contra europeos sin conocerlos.
¿Qué recuerdos tiene antes de jugar la final?
La concentración que hicimos, la preparación que se armó. Siempre la esperanza es la de ganar, no vas a ir con el pensamiento de perder. Las ansias y las ganas de figurar. Conocíamos a Brasil por la Copa Río Branco que jugamos.
En el Hotel unos dirigentes les dijeron que perdiendo por cuatro goles estaba bien. ¿Qué pensaron en ese momento?
Fue la noche antes. Vinieron tres directivos y llamaron a Obdulio (Varela), Máspoli y Gambetta, los más veteranos. Les dijeron que ya habíamos cumplido, que tratáramos de no hacer problemas dentro de la cancha y que si nos hacían tres o cuatro goles estábamos bien. Cuando estábamos en el túnel, Obdulio Varela nos lo contó y ahí salió su famosa frase: “Los de afuera son de palo”, como diciendo que no había que hacerle caso a esa gente. Eso nos tocó íntimamente.
¿Cómo se aislaron de esas 200.000 personas que estaban en las tribunas? ¿En qué momento se dieron cuenta que se le podía ganar a Brasil?
Obdulio Varela nos hizo salir juntos con los brasileros. Si salíamos antes o después nos iban a chiflar. Justo cuando salieron, salimos nosotros. Parecía que los aplausos eran para nosotros. En el gol de Schiaffino nos dimos cuenta que podíamos ganar porque no hubo reacción. No tenían nada adentro para revelarse y querer ganar. Cuando les hicimos el segundo quedaron como un cuadro frío.
¿Por qué le pega contra el palo en su gol, cuando Julio Pérez le pasa la pelota? ¿Aún recuerda ese silencio después que la pelota tocó la red?
El primer gol fue la misma jugada. Entré en diagonal y la dejé atrás (la pelota) para Schiaffino. Creo que Barbosa pensó que la iba a pasar atrás entonces se abrió para cortar el pase. Me dejó un espacio entre él y el palo, entonces a la carrera, en una décima de segundo, decidí ponerla ahí. Entró justo al palo.
Ese silencio es imborrable. Más cuando terminó el partido. Festejábamos y veíamos a la gente llorando en la tribuna. Eso te daba un poco de tristeza, ¿sabés? En el festejo Obdulio me levantó y dimos la vuelta con la gente en las tribunas que se quedó tranquila. Volvimos a Montevideo el 18 de julio porque no había cupo para todos y esperamos. Nos mandaron dos aviones bimotor de Pluna. Había un gentío, nunca imaginé que había tanta gente en Montevideo. Fue muy lindo ver a la gente alegre.
Alcides cuenta que en la época no tomó conciencia de la importancia del gol y que luego fue entendiendo. “Tengo discos de Solé, de Obdulio De Feo, pero mi señora no me los deja escuchar porque dice que me emociono mucho. ¿Y qué querés? Antes cuando era joven no me pasaba, ahora tengo todo eso en mente y me emociono”.
Luego de Brasil 1950, el veloz puntero celeste viajó a Italia y jugó nueve años en Roma y uno en Milan. Por ser descendiente de italiano integró la selección 'azzurra', lo cual consideró un orgullo. Volvió a Uruguay a los 37 años e hizo una gira con exjugadores para recaudar fondos para un hospital. Jugó en Danubio, Sud América y se retiró a los 42 años.
¿Qué diferencias encuentra con aquel fútbol? ¿El pueblo lo reconoce?
Siempre consideré al fútbol como un espectáculo. Si es bueno la gente va. Hoy se juega mucho al pelotazo. Antes había jugadores “pícaros”, digo yo, dribleadores, que hacían buenos pases. Hoy te hacen pases malos. La gente me saluda en la calle y me pide autógrafos o fotos. Es muy lindo porque me hace seguir vivo, cada año tenés que vivir una época distinta.
¿Cómo es en el amor? ¿Qué le queda por hacer en su vida?
Soy muy enamorado. Me casé dos veces, una me divorcié y en la segunda enviudé. A ella (señala a Beatriz) la conocí enseñándole a manejar en una academia de choferes acá en Las Piedras, cuando me vine. Empecé a conversar y ahí seguimos. No me queda nada, seguir la vida y terminar la casa que empecé. Paré todo después del accidente porque hay que estar arriba de los albañiles
¿Cómo es su día Alcides? ¿Qué hace?
Nada. Me levanto y la llamo a ella (su esposa) que me viene a buscar. Voy al puesto y después vamos a almorzar. Si está lindo me quedo, sino me vengo para acá.
Con 86 años lo veo espléndido, a pesar del accidente. ¿Por qué cree?
(Lo interrumpe su esposa y señala). El escalpe, el codo, dos pulmones, dos rodillas, tobillo, pelvis y cadera. Nació con una estrella (mientras Alcides se ríe a carcajadas).
(Prosigue Alcides) Me cuesta más esta pierna (señala la izquierda). La cadera no me la operaron porque se pegó. Me quedó un poco más corta la pierna. Además me sacaron un pedazo de rótula fracturada. Con el bastón me voy defendiendo. Viví lo mejor que pude. No me cuido con las comidas, como de todo. Tengo la virtud de que nunca me dio por la bebida. Lo único que tenía era el cigarro. ¿Hace siete años dejé, no? (buscando aprobación en su esposa). Un día fui al médico y el doctor me dijo: “El cigarro o la vida”. "Muchas gracias", le dije y me fui.
(Habla su esposa) Lo bueno que yo soy de Nacional y él de Peñarol (mientras Alcides vuelve a reír). Me dice que soy hincha de cuadro chico.
Igual nos llevamos bien.
(Habla su esposa) Pero lo de la fuga no lo digas (aludiendo al clásico en 1949, en el que Nacional no salió a jugar el complemento). Él dice que el mejor jugador de ahora es Cavani.
Ahora sí, es el mejor de todos. Para mi manera de pensar y ver.
¿Es parecido a usted?
No (con una sonrisa calma), él juega de centroforward y además viene atrás a defender, tiene marca. Rinde para un equipo y una selección.
¿Cómo la ve a la selección uruguaya?
Andaba medio a los tumbos. Trajo (Tabárez) jugadores más nuevos, tenía que hacerlo antes. Hay algunos que estuvieron en el Mundial o en la Copa América y ya están, el técnico tiene que renovar. Por suerte llamó al botija este Giménez. Siempre dije, cuando hay partidos amistosos hay que llamar a todos estos jugadores y mecharlos a ver si rinden. Cada técnico con su librito.
¿Lo llaman de la Asociación Uruguaya de Fútbol para algo?
La AUF nunca me llamó para nada. Hemos ido (con su esposa) al mundial de Alemania y de Sudáfrica por la FIFA. Con la Asociación Uruguaya estoy a distancia. A Bauzá lo conozco desde que tiene 17 años y el padre era el presidente de Bella Vista y dueño de la Lion D´Or (confitería).
Ahora va al sorteo del Mundial, ¿no?
Sí, el 6 de diciembre en Bahía, la FIFA me invitó. Vamos los dos. Si la FIFA me invita iré al Mundial. A Alemania 2006, Uruguay no fue y me invitaron.
¿Le gustaría que se dé la misma historia: Uruguay-Brasil?
Seguro, uno ya fue protagonista, ahora quiero verlo como hincha y que Uruguay gane. Hay que esperar, la vida da muchas vueltas.
¿Hoy podría jugar al fútbol?
No podría porque no utilizan los punteros derechos. Ahora usan los marcadores de punta, que les dicen carrileros (con ironía y risa). Podría porque era muy rápido. El futbol ha cambiado.
Se juega por otra cosa...
Ahí está. Hoy se piensa mucho en el dinero. Antes jugaban dos cuadros chicos y te llevaban 9.000 personas. Hoy irán, como mucho, 300 personas. Hay mucha violencia, antes cuando jugaban Peñarol y Nacional todos iban entreverados en la tribuna y no pasaba nada. Cambió mucho la mentalidad de la gente, no para el bien, para el mal.
El living es pequeño. Una estufa a leña apagada, cargada de premios, trofeos y cuadros, nos enfrenta en el acogedor sitio. Le pregunto por su infancia y me cuenta de su gran pasatiempo: el fútbol.
Jugó en ligas del barrio Palermo y Guruyú, y también en la Liga Universitaria: “Nací en La Blanqueada, en Cornelio Cantera. Pasábamos jugando en la calle y el cordón era nuestro aliado. En la calle te divertías más porque era entre amigos y compañeros”.
Al terminar Primaria, Alcides cursó Mecánica Electrotécnica en la Escuela Industrial. Su hermano lo llevó a probarse en la Institución Atlética Sud América y desde ahí dejó el estudio.
“Empecé en la Cuarta y después pasé a la Tercera. Cuando Sud América bajó nos subieron a todos al primer equipo en la B. Arranqué de marcador de punta, pasé de mediocampista y después de nueve. En Tercera me pusieron de puntero derecho y no salí más. Míguez era el centroforward”, cuenta.
Fue vendido a Peñarol y el húngaro Emérico Hirschl lo hizo debutar durante la huelga general de jugadores en 1949. Más adelante triunfó en el mirasol con la temible delantera, conocida como la “escuadra de la muerte”, integrada por él, Omar Míguez, Juan Alberto Schiaffino y Juan Eduardo Hohberg. Ese equipo, según Ghiggia, fue el mejor que integró.
Posteriormente vino la citación a la selección uruguaya, dirigida por Juan López, que disputó la Copa Río Branco como preparación para Brasil 1950. Los celestes enfrentaron a Brasil en tres ocasiones, lo que les permitió ver su potencial en ataque y también su debilidad en defensa.
¿A qué iban al Mundial?
¿Nosotros? Íbamos con la idea de ganar y ser campeones. Era bravo porque antes no había TV ni video y jugabas contra europeos sin conocerlos.
¿Qué recuerdos tiene antes de jugar la final?
La concentración que hicimos, la preparación que se armó. Siempre la esperanza es la de ganar, no vas a ir con el pensamiento de perder. Las ansias y las ganas de figurar. Conocíamos a Brasil por la Copa Río Branco que jugamos.
En el Hotel unos dirigentes les dijeron que perdiendo por cuatro goles estaba bien. ¿Qué pensaron en ese momento?
Fue la noche antes. Vinieron tres directivos y llamaron a Obdulio (Varela), Máspoli y Gambetta, los más veteranos. Les dijeron que ya habíamos cumplido, que tratáramos de no hacer problemas dentro de la cancha y que si nos hacían tres o cuatro goles estábamos bien. Cuando estábamos en el túnel, Obdulio Varela nos lo contó y ahí salió su famosa frase: “Los de afuera son de palo”, como diciendo que no había que hacerle caso a esa gente. Eso nos tocó íntimamente.
¿Cómo se aislaron de esas 200.000 personas que estaban en las tribunas? ¿En qué momento se dieron cuenta que se le podía ganar a Brasil?
Obdulio Varela nos hizo salir juntos con los brasileros. Si salíamos antes o después nos iban a chiflar. Justo cuando salieron, salimos nosotros. Parecía que los aplausos eran para nosotros. En el gol de Schiaffino nos dimos cuenta que podíamos ganar porque no hubo reacción. No tenían nada adentro para revelarse y querer ganar. Cuando les hicimos el segundo quedaron como un cuadro frío.
¿Por qué le pega contra el palo en su gol, cuando Julio Pérez le pasa la pelota? ¿Aún recuerda ese silencio después que la pelota tocó la red?
El primer gol fue la misma jugada. Entré en diagonal y la dejé atrás (la pelota) para Schiaffino. Creo que Barbosa pensó que la iba a pasar atrás entonces se abrió para cortar el pase. Me dejó un espacio entre él y el palo, entonces a la carrera, en una décima de segundo, decidí ponerla ahí. Entró justo al palo.
Ese silencio es imborrable. Más cuando terminó el partido. Festejábamos y veíamos a la gente llorando en la tribuna. Eso te daba un poco de tristeza, ¿sabés? En el festejo Obdulio me levantó y dimos la vuelta con la gente en las tribunas que se quedó tranquila. Volvimos a Montevideo el 18 de julio porque no había cupo para todos y esperamos. Nos mandaron dos aviones bimotor de Pluna. Había un gentío, nunca imaginé que había tanta gente en Montevideo. Fue muy lindo ver a la gente alegre.
Alcides cuenta que en la época no tomó conciencia de la importancia del gol y que luego fue entendiendo. “Tengo discos de Solé, de Obdulio De Feo, pero mi señora no me los deja escuchar porque dice que me emociono mucho. ¿Y qué querés? Antes cuando era joven no me pasaba, ahora tengo todo eso en mente y me emociono”.
Luego de Brasil 1950, el veloz puntero celeste viajó a Italia y jugó nueve años en Roma y uno en Milan. Por ser descendiente de italiano integró la selección 'azzurra', lo cual consideró un orgullo. Volvió a Uruguay a los 37 años e hizo una gira con exjugadores para recaudar fondos para un hospital. Jugó en Danubio, Sud América y se retiró a los 42 años.
¿Qué diferencias encuentra con aquel fútbol? ¿El pueblo lo reconoce?
Siempre consideré al fútbol como un espectáculo. Si es bueno la gente va. Hoy se juega mucho al pelotazo. Antes había jugadores “pícaros”, digo yo, dribleadores, que hacían buenos pases. Hoy te hacen pases malos. La gente me saluda en la calle y me pide autógrafos o fotos. Es muy lindo porque me hace seguir vivo, cada año tenés que vivir una época distinta.
¿Cómo es en el amor? ¿Qué le queda por hacer en su vida?
Soy muy enamorado. Me casé dos veces, una me divorcié y en la segunda enviudé. A ella (señala a Beatriz) la conocí enseñándole a manejar en una academia de choferes acá en Las Piedras, cuando me vine. Empecé a conversar y ahí seguimos. No me queda nada, seguir la vida y terminar la casa que empecé. Paré todo después del accidente porque hay que estar arriba de los albañiles
¿Cómo es su día Alcides? ¿Qué hace?
Nada. Me levanto y la llamo a ella (su esposa) que me viene a buscar. Voy al puesto y después vamos a almorzar. Si está lindo me quedo, sino me vengo para acá.
Con 86 años lo veo espléndido, a pesar del accidente. ¿Por qué cree?
(Lo interrumpe su esposa y señala). El escalpe, el codo, dos pulmones, dos rodillas, tobillo, pelvis y cadera. Nació con una estrella (mientras Alcides se ríe a carcajadas).
(Prosigue Alcides) Me cuesta más esta pierna (señala la izquierda). La cadera no me la operaron porque se pegó. Me quedó un poco más corta la pierna. Además me sacaron un pedazo de rótula fracturada. Con el bastón me voy defendiendo. Viví lo mejor que pude. No me cuido con las comidas, como de todo. Tengo la virtud de que nunca me dio por la bebida. Lo único que tenía era el cigarro. ¿Hace siete años dejé, no? (buscando aprobación en su esposa). Un día fui al médico y el doctor me dijo: “El cigarro o la vida”. "Muchas gracias", le dije y me fui.
(Habla su esposa) Lo bueno que yo soy de Nacional y él de Peñarol (mientras Alcides vuelve a reír). Me dice que soy hincha de cuadro chico.
Igual nos llevamos bien.
(Habla su esposa) Pero lo de la fuga no lo digas (aludiendo al clásico en 1949, en el que Nacional no salió a jugar el complemento). Él dice que el mejor jugador de ahora es Cavani.
Ahora sí, es el mejor de todos. Para mi manera de pensar y ver.
¿Es parecido a usted?
No (con una sonrisa calma), él juega de centroforward y además viene atrás a defender, tiene marca. Rinde para un equipo y una selección.
¿Cómo la ve a la selección uruguaya?
Andaba medio a los tumbos. Trajo (Tabárez) jugadores más nuevos, tenía que hacerlo antes. Hay algunos que estuvieron en el Mundial o en la Copa América y ya están, el técnico tiene que renovar. Por suerte llamó al botija este Giménez. Siempre dije, cuando hay partidos amistosos hay que llamar a todos estos jugadores y mecharlos a ver si rinden. Cada técnico con su librito.
¿Lo llaman de la Asociación Uruguaya de Fútbol para algo?
La AUF nunca me llamó para nada. Hemos ido (con su esposa) al mundial de Alemania y de Sudáfrica por la FIFA. Con la Asociación Uruguaya estoy a distancia. A Bauzá lo conozco desde que tiene 17 años y el padre era el presidente de Bella Vista y dueño de la Lion D´Or (confitería).
Ahora va al sorteo del Mundial, ¿no?
Sí, el 6 de diciembre en Bahía, la FIFA me invitó. Vamos los dos. Si la FIFA me invita iré al Mundial. A Alemania 2006, Uruguay no fue y me invitaron.
¿Le gustaría que se dé la misma historia: Uruguay-Brasil?
Seguro, uno ya fue protagonista, ahora quiero verlo como hincha y que Uruguay gane. Hay que esperar, la vida da muchas vueltas.
¿Hoy podría jugar al fútbol?
No podría porque no utilizan los punteros derechos. Ahora usan los marcadores de punta, que les dicen carrileros (con ironía y risa). Podría porque era muy rápido. El futbol ha cambiado.
Se juega por otra cosa...
Ahí está. Hoy se piensa mucho en el dinero. Antes jugaban dos cuadros chicos y te llevaban 9.000 personas. Hoy irán, como mucho, 300 personas. Hay mucha violencia, antes cuando jugaban Peñarol y Nacional todos iban entreverados en la tribuna y no pasaba nada. Cambió mucho la mentalidad de la gente, no para el bien, para el mal.