Diario de La Floresta

PDA sigue corriendo y te trae su experiencia de los 7 kilómetros de La Floresta.

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El sábado 18 de enero se realizó la tercera edición de los 7K de La Floresta y, como no pudo ser de otra manera, el equipo de amigos del Montevideo BBC y representante de Por Decir Algo, la autodenominada Agrupación Flash, se hizo presente.

El evento reunió a cerca de 1500  corredores y la tónica de la carrera estuvo marcada por las altas temperaturas, mientras que para aquellos que hicimos entrevero con la comida previo a la carrera, la Tónica de la misma estuvo marcada por un refresco ídem.

A los efectos de la lectura, he decidido dividir la columna en dos secciones claramente identificables:

Parte seria

Destinada a todos aquellos lectores que buscan la información verídica, certera, real, y en donde comenzamos diciendo que los ganadores de la carrera en sus diferentes categorías fueron: en la general masculina, el debutante Cristian Segovia con 22’13’’, seguido por Ángel Portela con 22’20’’ y cerrando el podio Mauro Cardozo con 22’33’’.

En la rama femenina, Alison Wakely, británica radicada en Uruguay, fue la ganadora con 27’22’’, secundada por Cecilia Cabrera con 27’41’’ y en tercer lugar arribó Ana Laura Méndez con 28’08’’.

En la categoría no videntes, el ganador fue Álvaro Pérez Silva con 32’13’’, mientras que en silla de ruedas se impuso Eduardo Dutra con un registro de 20’05’’.

Parte para la chacota

Como se dijo previamente, PDA estuvo representando por la Agrupación Flash, que comienza a dar sus primeros y tímidos pasos, tomados de la mano y a los chupones con la gente de PDA, que nos apadrinó.

Como buen padrino, PDA desaparecerá por un buen tiempo, para después volver, o bien no tendremos consciencia de lo que es un padrino hasta entrada nuestra adolescencia cuando nos lleve a debutar… a las carreras de calle.

El día comenzó con un tortuoso viaje de pie, de aproximadamente una hora y media, en el 711 de Copsa con destino a La Floresta. ¿Nos importó? ¿Nos sentimos agobiados? Para nada. Es increíble como un viaje que al comienzo parecía insoportable, se vuelve rápidamente amenizado para bien, cuando uno se pone a escuchar las cosas que suceden a su alrededor.

Desde un padre, un veterano con los viejos códigos de antes que páginas como Que vuelva la celeste de antes pregona, el cual charla por su celular (nada de iPhone, smarthpone y cosas así, un Nokia 1100), con quien aparentemente era su hijo, para reprocharle su actitud juvenil, banal y revolucionaria de haberse ido de joda y parranda con sus amigos, dejando a su propia familia de lado.

También este padre de la escuela obduliovareliana, demuestra tener tolerancia y le dice que entiende su postura, y le recuerda que debe conseguirse un trabajo fijo y no la porquería inestable que tiene ahora.

Ni bien se acaba la llamada, el padre amaga a moquear, a llorisquear, frota su mano sobre su nariz y, con una gran entereza, revisa su buzón de entrada y borra los mensajes de su hijo.

Un tipo de antaño, un tipo duro que no le tembló el pulso. Un señor con los viejos códigos de antes que, seguramente, el saldo para llamar a su hijo fue previamente cargado con una tarjeta de esas que hay que raspar para que largue el código y recién después se carga el saldo.

Un tipo que de seguro evita utilizar la linternita de su Nokia 1100 para economizar su batería. Un tipo con los viejos valores de antes.

A diferencia del inspector de Copsa que frenó nuestro ómnibus que iba lleno y prácticamente expreso, con la intención que pagásemos $61 de boleto, para ir apretujados en doble fila.

Rápidamente, sus pretensiones fueron repelidas por varios pasajeros al grito de: “No seas malo, no seas malo, $61 para ir apretados, no seas malo, (censura por insulto), no seas malo, (insulto), (parte del cuerpo de su madre), (insulto), (insulto), (insulto), (alusiones a su impotencia sexual), (insulto)".

Y finalmente llegamos, dos horas antes de lo previsto para que comience la carrera, por lo que decidimos hacer un tour por la ciudad. Nos bajamos en el centro y comenzamos el tour. Luego de dos cuadras llegamos a la rambla. Fin del tour. Pero no deja de ser una pintoresca, linda y prolija ciudad.

Y comenzamos la carrera, un poco después de la hora estipulada. Arrancamos con todo, con mucha energía, motivación y disfrutando del paisaje costero, la rambla, la gente, hasta que llegó el primer manguerazo en la cara. Siempre es bueno hidratarse, pero nunca de una manera tan directa.

Metáforas de la carrera

Siempre la vida se encarga de brindarnos algo bueno y dejarnos contentos, simplemente porque quiere afilarnos, para luego darnos algo malo y así equilibrar nuestras tristes vidas.

Misma situación es cuando uno recibe la tan deseada hidratación mientras corre, un momento de felicidad y alegría, empañado por el largo repecho que le proseguía. La vida misma.

Parte del recorrido acariciaba las calles de Costa Azul, daba la vuelta y retomaba la rambla. Siempre mirando al frente y buscando algún objetivo corto para superar, y tratando de adivinar qué tiempo llevará el Pacer (corredor de peluca verde) que va delante mío y en por qué habrá elegido usar una peluca verde y si no sentirá vergüenza. En fin.

Finalmente llegamos y cumplimos con los 7 kilómetros, disfrutando de los paisajes, de la gente y de este tipo de carreras del interior de nuestro país, rústicas y hasta primitivas, en donde todo puede pasar: desde ganar, hasta que tu premio sea una torta frita.

Algunas puntualizaciones sobre la carrera

Dedito para abajo. Al agua que se entregaba durante y después de la carrera. Muy similar a un caldo, e incluso hasta con el mismo gusto.

Dedito para arriba. Al acierto de la organización en no dar agua antes de la carrera, y en poner a niños en los puestos de hidratación, aprovechándose de su niñez, de su inocencia y de su ternura, para a través de ellos comunicarnos que no se entregaría agua en lo previo a la carrera y así evitar golpear y romper todo y pasar a males mayores.

Dedito para abajo. Solo se les entregó medalla a los mil primeros corredores, y no se premió el esfuerzo de aquellos que se entrenaron, se trasladaron, pagaron, corrieron y llegaron un poco más tarde que el resto.

Dedito para arriba. Solo se les entregó medalla a los mil primeros corredores, obligándolos a dar lo mejor de sí, y a motivarse en la búsqueda constante de la superación personal y demás pensamientos conformistas. ¡Quiero mi medalla!