Apretar los dientes

Para Carlos "Pelado" De Castro.

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Foto: tenfield.com.uy
"A ver cuándo se termina esta farsa" es la primer frase que me viene a la cabeza cuando pienso en el Pelado De Castro. Hay que entender el contexto: plena huelga de jugadores, con el fútbol uruguayo parado.

Nadie sabía quién iba a seguir con contrato y quién no,  pero todos, de una manera u otra, relojeábamos las posibilidades que teníamos fuera del fútbol. Él miraba, como siempre, de frente, a los ojos, con respeto y desafiando a la vez al puesto de verduras de su familia; como diciendo "si me toca le voy a dar, pero de acá me van a sacar en camilla".

"A ver cuándo se termina esta farsa". Lo decía, creo yo, para exorcizar al demonio, para que no se dé nunca. Y le dio resultado.

Es como cuando, al soñar que un familiar muere, le estamos alargando la vida. Él se estaba alargando la carrera, que nunca faltara el salto en la nuca y el pique corto apenas caés para reaccionar antes que el nueve y tirarla lejos del área, lejos de su lugar, donde siempre era el capitán. Por mando, por imitación, por pensar en los demás, un poco por todo.

Ese tipo recio, de cabeza rapada al ras y cuello largo, mirada seria y cómplice también, pícaro, siempre el que daba validez a la joda. Porque el Pelado no podía estar mintiendo. Si había que dilucidar una mentira y tenías al Pelado de cómplice, el tercero siempre iba a caer. El Pelado no podía mentir.

Siempre con el pecho hacia delante y más concentrado que los demás, rebelde y luchador. Porque en el fútbol y en la vida no importa quién es mejor o tiene más condiciones, importa quién quiere más y quián va a luchar más fuerte, con más ansias, con más ahínco y concentración; y él era el uno en eso, nadie quería que siguiera la farsa como él.

"A ver cuándo se termina esta farsa", me contaron que empezó a complicarse tu situación cuando te dijeron que no ibas a poder jugar más; y creo que es verdad, y aunque hayas mirado de frente y no te haya temblado ni un músculo para demostrar que podrías con eso también, creo que con eso no pudiste, aunque quisiste seguramente luchar por tu mujer y tus hijos que eran tu vida.

Pero el  corazón no entiende de razones y no pudo aguantar sin esa parte tan grande que lo hacía bombear. Así te fuiste, Pelado. En tu ley, yendo a la cancha, a jugar, a luchar y seguir empujando para que no se termine nunca.

Qué orgullo haber compartido vestuario contigo, qué placer. Fuiste y serás un gran ejemplo en mi vida y en mi carrera. Un día, cuando todavía yo no entendía muy bien dónde estaba parado ni para dónde quería llevar mi vida, me dijiste: "Vos podés jugar donde quieras pero no te das cuenta", y yo te miré sin entender muy bien qué decías ni por qué lo decías.

Y me lo repetiste mirándome a los ojos, y ahí supe que hablabas en serio. Y te creí y nunca me lo olvidé, y aunque me habré dado vuelta y seguí haciendo las pelotudeces que estuviera haciendo, te creí. Y empecé a luchar y soñar que podría un día llegar a jugar donde quisiera.

Aunque siempre tarde, te quería agradecer por todo, Pelado. Fuiste y serás muy importante para una gran cantidad de pibes y hombres como yo. Marcaste una pauta, un camino al que siempre voy a intentar estar cerca. Una forma de ser capitán que siempre ha sido, para los que te conocimos y quisimos, la referencia de cómo un capitán debe ser.

Y aunque no sea cierto, te imagino aprontándote para ese partido, ese último partido que quedó pendiente. Y aunque no fuera verdad o aunque se te hubiera terminado el perfume, yo me voy creyendo que antes de subirte a ese último bondi te embadurnaste de "Pibes", preparaste el mate, agarraste la botinera, y te fuiste serio y con una semisonrisa en los ojos.



*Sebastián Fernández (columnista invitado). Actual jugador de Nacional, fue compañero de Carlos De Castro en Miramar Misiones entre 2004 y 2006.