Curar la rabia sin matar al perro

Sobre la separación de hinchadas.

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Con ganas de leer cosas sobre el clásico del domingo, entré a los principales portales de noticias. Si bien algunos hablan de los jugadores, las tácticas, el fútbol, abundan descripciones sobre las características del despliegue policial para el partido: términos como dispositivo policial, perros, pruebas de alcoholemia, paraguas sin punta, pulmones, han desplazado a líbero, tabla anual, táctica, caño, goleada, taquito.

En este contexto, en donde hemos naturalizado la separación de hinchas de diferentes cuadros en bloques aparte, sin contacto absoluto, ha aparecido sorprendentemente también un hashtag, #DisfrutáElClásico, que resulta novedoso en el encare tradicional del problema de la violencia en el clásico.

Esta campaña apunta a que hinchas de diferentes cuadros se saquen una foto juntos. El premio son entradas dobles para disfrutar un encuentro en donde, paradójicamente, estos amigos no podrán sentarse juntos.

A punto de partida de esto, se me ocurren algunas medidas que podrían seguirse en la dirección de revertir el camino de separación de hinchadas y la naturalización de la imposibilidad de convivir viendo un partido de fútbol:

1) Apertura de las tribunas Olímpica y América para personas de cualquier cuadro, sin "pulmones" que dividan, presentando esta apertura como un día de fiesta para el Uruguay.

2) Presidentes de Peñarol y Nacional sentados viendo juntos el partido en la Olímpica. También jugadores históricos, y personas famosas de diferentes ámbitos, de diferentes cuadros, sentados juntos en diferentes lugares de la Olímpica y la América.

3) Entrada de equipos juntos, intercambio de camisetas de todo el equipo al final del partido.

4) Descuento del 50% en el precio de la entrada para hinchas de Peñarol y Nacional que vayan juntos (si es complicado desde el punto de vista administrativo, podría restringirse esta opción a socios de diferentes cuadros que presenten el carné juntos). Sorteos especiales para quienes compren estas entradas.

5) Campaña por Twitter y conjunto de redes sociales, además de televisión, radio y prensa, como la que se realizó, sumando a personalidades famosas, jugadores actuales y pasados.

6) Uso de la pantalla gigante del Estadio con este propósito, filmando gente de diferentes cuadros que está sentada junta disfrutando el partido.

Hace poco tuve la oportunidad de ver el clásico de Kansai, en Japón, entre el Cerezo Osaka y el Kyoto Sanga, en donde el Cerezo Osaka ganó con tres goles de Forlán. Al final del partido las televisiones que había dentro del estadio mostraban la repetición de los goles. Me detuve a ver la repetición con cinco hinchas del Kyoto Sanga y cuatro del Cerezo Osaka. Todos miraban tranquilamente los goles mientras tomaban su vaso de cerveza.

Del otro lado del mundo, en San Francisco, pude ir a ver béisbol. Los hinchas estaban todos mezclados, y en un momento vi que en la pantalla gigante recomendaban sólo alentar al equipo propio, y no insultar al contrario, ya que había niños que podrían tomar mal ejemplo.

El juez en un momento se lesionó porque una bola le pegó en la rodilla. Luego de cinco minutos y atención médica pudo levantarse: todo el estadio aplaudió la vuelta del juez. La gente comía y veía el partido, no escuché a nadie insultar. Y nadie puede decir que la sociedad norteamericana no es violenta, pero en ese ámbito no había lugar para la violencia.

Aunque probablemente bienintencionadas, las medidas de separación de hinchadas pueden terminar jugando un papel muy peligroso, naturalizando el hecho de que no podemos convivir si somos de diferentes cuadros.

Quizás terminan convalidando el discurso que permite la violencia: hay una distancia tal entre yo -hincha de tal cuadro- y el otro -hincha del otro- que amerita que ejerza violencia sobre él. Y separándonos hemos convalidado esa distancia.

¿Cómo podremos revertir esta tendencia, cuando la mayoría de los que van a ver fútbol nunca hayan visto un partido al lado de alguien otro cuadro? Quizás estemos confundiendo las causas y los efectos, y en lugar de tener que esperar que disminuya la violencia para volver a las tribunas compartidas, deberíamos volver a las tribunas compartidas para que disminuya la violencia.

Si bien debe existir una mirada policial sobre el asunto de la violencia, no se puede esperar que esta mirada solucione el problema. La prioridad de esta forma de pensar sobre las otras conduce a un camino único: separación de hinchadas, partidos con una sola hinchada, partidos sin hinchada.

La lógica de base es que, muerto el perro, se acabó la rabia; el desafío es poder curar la rabia sin matar al perro. Quizás necesitamos de otra lógica para revertir el camino, que tenga más elementos culturales que policiales.

Se podrá plantear que estas palabras son románticas, anacrónicas o posibles en otro lugar del planeta, pero no en Uruguay. Es posible. Sin embargo, no hay que ir demasiado lejos en tiempo y espacio para ver una experiencia de reversión de este fenómeno. Hace diez años, en los partidos de la selección uruguaya comenzaba a explicitarse que había una tribuna en donde iban los hinchas de Peñarol y otra en donde iban los hinchas de Nacional.

Esta situación, que podría haberse agudizado, se revirtió y anuló, sin mediar en realidad ningún plan explícito o conocido. De alguna manera, el proceso del "Maestro" Tabárez transmitió, desde lo cultural, un conjunto de elementos que le quitaron lugar a la violencia en el estadio en los partidos de Uruguay (no a los violentos, sino a la violencia).

Más allá de los éxitos deportivos, quizás este sea el más importante legado del proceso del "Maestro" Tabárez. Deberíamos intentar tomar nota.