Verdad y Justicia
Historias de deportistas desaparecidos durante la dictadura.
18ª Marcha del Silencio en el año 2013. Foto: liberarceujc.wordpress.com
¿Cómo imaginar aquello que sería mejor nunca imaginarse? ¿Cómo contar aquello que nunca debió haber sucedido? Mientras nos acercamos a un nuevo 20 de mayo y a la vigésima edición de la Marcha del Silencio, esta columna buscará contar e imaginar el terrorismo de estado poniéndose en la piel de aquellos que lo sufrieron. ¿Qué hay más poderoso que el ejemplo? A continuación, citamos un par de ejemplos de personas involucradas al mundo del deporte, que se encontraron cara a cara con la tortura o la muerte durante la dictadura cívico-militar en Argentina.
Estas historias han sido tomadas del libro de Quique Peinado "Futbolistas de izquierdas", y si bien PDA realizó una breve indagación para conocer historias similares de deportistas torturados o desaparecidos en el Uruguay, no pudimos acceder a tal información.
Sin embargo en la vecina orilla existieron futbolistas secuestrados y desaparecidos por la dictadura de ese país. Sus historias son de público conocimiento. Por eso, en esta oportunidad, repasamos cómo un par de esos deportistas, víctimas del terrorismo de estado, vivieron el drama en primera persona. Tal vez, el lector pueda trasladar estas historias e imaginar que así como a Claudio Tamburrini y Carlos Alberto Rivada, lo mismo o similar le sucedió a muchos otros en Argentina, en nuestro país y en otras naciones de nuestro continente.
Un final abierto
La primera de estas historias corresponde a Claudio Tamburrini. Al leerla o escucharla, uno puede sentir de inmediato que este episodio es como un guión de película. No es de extrañar entonces que la historia de Tamburrini haya sido adaptada para el cine, en la película argentina "Crónica de una fuga" (2006). De por sí, el título ya nos cuenta el final, pero no por eso, la historia es menos impresionante.
Es 23 de noviembre de 1977, Tamburrini tiene 22 años y ataja en Almagro, equipo de la Segunda División de su país. No solo es un profesional en el deporte, también estudia Filosofía por las noches en la universidad. "La madre está tirada en el suelo. Llora. Grita que su hijo no sabe nada de política, que no entiende lo que pasa. Los milicos vestidos de calle siguen interrogándola", cuenta Peinado en su libro.
Los torturadores, inquisidores, le preguntan con violencia al futbolista "¿Para qué quiere un arquero un mimeógrafo (máquina multicopista)?", aunque él no tiene uno. Encapuchado, lo llevan a uno de los centros de tortura más famosos del gobierno de la Junta: La Mansión Seré. Allí lo torturan a diario durante 121 días, hasta que Guillermo Fernández, uno de sus compañeros de castigo, planea la fuga.
Escapan por una ventana colgados de las sábanas y consiguen de milagro la libertad junto con otros dos reclusos, en la única fuga que hasta hoy se conoce de ese centro durante sus años de actividad. "Me refugié en casa de conocidos o gente vinculada a mis amigos y compañeros de militancia", cuenta Tamburrini. Sin embargo, pese a la situación que vivió, veía los partidos del Mundial Argentina 78 por televisión y confiesa haber hecho fuerza para que la albiceleste alcanzara el título. "¿Cómo es posible eso, considerando la experiencia que acababa de tener?", se pregunta sabiendo que el Mundial fue una "cortina de humo" para los crímenes de la dictadura de Videla. Crímenes como los que él sufrió.
Tras exiliarse en Suecia, Tamburrini retoma sus estudios y escribe un libro de filosofía aplicada al deporte: "¿La Mano de Dios: Una versión distinta del deporte" (2000). Al año siguiente, publica "Pase Libre", su autobiografía luego adaptada para la película "Crónica de una fuga". En palabras del periodista Quique Peinado: "El terror le había arrancado de su casa, de su carrera en el fútbol y le había privado de 121 días, además de muchas otras noches de rememorar el calvario. Pero puede contarlo, porque nunca le quitaron la vida, ni sus ideales, ni la dignidad".
Un final cerrado
La fortuna de Carlos Alberto Rivada no fue la misma que la de Tamburrini. Rivada jugaba en Huracán de Tres Arroyos al fútbol y al básquetbol. Además, estudiaba Ingeniería Eléctrica. Mantenía gracias al deporte y a su empresa de reparaciones eléctricas a sus hijos y a su esposa, ama de casa. "La madrugada del cuatro de febrero de 1977, a las tres de la mañana, un conductor de ambulancia tocó el timbre de la casa de Don Héctor, su padre. En el hospital donde trabajaba habían encontrado solos a dos niños, de tres años y unos meses, que podían ser sus nietos. Efectivamente lo eran", según se cuenta en el mencionado libro "Futbolistas de Izquierdas".
A pesar de que no tenía militancia política reconocida, su nombre aparecía en la agenda telefónica de un compañero cuyo nombre era José Antonio Garza. Garza fue encontrado muerto en la frontera de Entre Ríos con Uruguay, en un crimen cometido por los militares. Esa mención en la agenda, hizo a Rivada merecedor del secuestro y la muerte.
Tiempo después de la desaparición de su hijo y su nuera, Héctor Rivada escribió una carta titulada "Con desesperación" al Almirante Emilio Eduardo Massera, mano derecha del presidente de facto, Jorge Rafael Videla. Esta misiva está reproducida textualmente en el Expediente Nº 04/07 de la Secretaría de Derechos Humanos del Poder Judicial de la Nación (Argentina).
A partir de la página 26 de ese documento, Héctor pide conocer la verdad de lo que sucedió con Carlos Alberto. No le importa a él cuán dura sea la verdad, pues asegura: "Es peor no saber nada de lo que le ha ocurrido a mi hijo y su esposa, que tener la seguridad de que ambos han muerto y que sus restos, positivamente identificados por la autoridad, se encuentran depositados en alguna parte, desde donde pueda traerlos. Todo es preferible a esta angustia tremenda que se prolonga desde hace dos años".
Casi sobre el final de la carta, Don Héctor expresa que no se resignará jamás. "Pienso que tengo el derecho de exigir, mas nadie me oye. He escuchado cientos de palabras, las que no huecas, vacías de intenciones. Todos parecen querer hacerme entender que debo aceptar las circunstancias y resignarme. Pero no claudicaré jamás en mi propósito de encontrar a mis hijos", escribió.
Según concluye ese mismo expediente, "Don Héctor Rivada falleció, de un paro cardíaco no traumático, el 4 de julio de 1982, a los 63 años de edad, sin haber logrado la más mínima información sobre cuál fue el destino de Carlos Alberto y María Beatriz. Al día de hoy, el caso Rivada-Loperena continúa encerrando en el más grande de los misterios, siendo las únicas dos personas, del total de víctimas oriundas de ésta ciudad, que desaparecieron efectivamente en Tres Arroyos".
Por torturas como las que recibió Tamburrini, por historias de familiares que todavía buscan saber qué fue de sus seres queridos, como Don Héctor Rivada, figuras de la cultura, la política y también del deporte uruguayo, convocan este miércoles 20 de mayo a la 20º Marcha del silencio.
Además del spot de la convocatoria, también se difundieron videos breves en los que estas personalidades responden a la pregunta "¿Qué te genera la marcha del silencio?". Podés ver en los siguientes enlaces las respuestas de los futbolistas Emiliano Albín, Agustín Lucas y Santiago "Bigote" López.
Mirá el spot de convocatoria
Estas historias han sido tomadas del libro de Quique Peinado "Futbolistas de izquierdas", y si bien PDA realizó una breve indagación para conocer historias similares de deportistas torturados o desaparecidos en el Uruguay, no pudimos acceder a tal información.
Sin embargo en la vecina orilla existieron futbolistas secuestrados y desaparecidos por la dictadura de ese país. Sus historias son de público conocimiento. Por eso, en esta oportunidad, repasamos cómo un par de esos deportistas, víctimas del terrorismo de estado, vivieron el drama en primera persona. Tal vez, el lector pueda trasladar estas historias e imaginar que así como a Claudio Tamburrini y Carlos Alberto Rivada, lo mismo o similar le sucedió a muchos otros en Argentina, en nuestro país y en otras naciones de nuestro continente.
Un final abierto
La primera de estas historias corresponde a Claudio Tamburrini. Al leerla o escucharla, uno puede sentir de inmediato que este episodio es como un guión de película. No es de extrañar entonces que la historia de Tamburrini haya sido adaptada para el cine, en la película argentina "Crónica de una fuga" (2006). De por sí, el título ya nos cuenta el final, pero no por eso, la historia es menos impresionante.
Es 23 de noviembre de 1977, Tamburrini tiene 22 años y ataja en Almagro, equipo de la Segunda División de su país. No solo es un profesional en el deporte, también estudia Filosofía por las noches en la universidad. "La madre está tirada en el suelo. Llora. Grita que su hijo no sabe nada de política, que no entiende lo que pasa. Los milicos vestidos de calle siguen interrogándola", cuenta Peinado en su libro.
Los torturadores, inquisidores, le preguntan con violencia al futbolista "¿Para qué quiere un arquero un mimeógrafo (máquina multicopista)?", aunque él no tiene uno. Encapuchado, lo llevan a uno de los centros de tortura más famosos del gobierno de la Junta: La Mansión Seré. Allí lo torturan a diario durante 121 días, hasta que Guillermo Fernández, uno de sus compañeros de castigo, planea la fuga.
Escapan por una ventana colgados de las sábanas y consiguen de milagro la libertad junto con otros dos reclusos, en la única fuga que hasta hoy se conoce de ese centro durante sus años de actividad. "Me refugié en casa de conocidos o gente vinculada a mis amigos y compañeros de militancia", cuenta Tamburrini. Sin embargo, pese a la situación que vivió, veía los partidos del Mundial Argentina 78 por televisión y confiesa haber hecho fuerza para que la albiceleste alcanzara el título. "¿Cómo es posible eso, considerando la experiencia que acababa de tener?", se pregunta sabiendo que el Mundial fue una "cortina de humo" para los crímenes de la dictadura de Videla. Crímenes como los que él sufrió.
Tras exiliarse en Suecia, Tamburrini retoma sus estudios y escribe un libro de filosofía aplicada al deporte: "¿La Mano de Dios: Una versión distinta del deporte" (2000). Al año siguiente, publica "Pase Libre", su autobiografía luego adaptada para la película "Crónica de una fuga". En palabras del periodista Quique Peinado: "El terror le había arrancado de su casa, de su carrera en el fútbol y le había privado de 121 días, además de muchas otras noches de rememorar el calvario. Pero puede contarlo, porque nunca le quitaron la vida, ni sus ideales, ni la dignidad".
Un final cerrado
La fortuna de Carlos Alberto Rivada no fue la misma que la de Tamburrini. Rivada jugaba en Huracán de Tres Arroyos al fútbol y al básquetbol. Además, estudiaba Ingeniería Eléctrica. Mantenía gracias al deporte y a su empresa de reparaciones eléctricas a sus hijos y a su esposa, ama de casa. "La madrugada del cuatro de febrero de 1977, a las tres de la mañana, un conductor de ambulancia tocó el timbre de la casa de Don Héctor, su padre. En el hospital donde trabajaba habían encontrado solos a dos niños, de tres años y unos meses, que podían ser sus nietos. Efectivamente lo eran", según se cuenta en el mencionado libro "Futbolistas de Izquierdas".
A pesar de que no tenía militancia política reconocida, su nombre aparecía en la agenda telefónica de un compañero cuyo nombre era José Antonio Garza. Garza fue encontrado muerto en la frontera de Entre Ríos con Uruguay, en un crimen cometido por los militares. Esa mención en la agenda, hizo a Rivada merecedor del secuestro y la muerte.
Tiempo después de la desaparición de su hijo y su nuera, Héctor Rivada escribió una carta titulada "Con desesperación" al Almirante Emilio Eduardo Massera, mano derecha del presidente de facto, Jorge Rafael Videla. Esta misiva está reproducida textualmente en el Expediente Nº 04/07 de la Secretaría de Derechos Humanos del Poder Judicial de la Nación (Argentina).
A partir de la página 26 de ese documento, Héctor pide conocer la verdad de lo que sucedió con Carlos Alberto. No le importa a él cuán dura sea la verdad, pues asegura: "Es peor no saber nada de lo que le ha ocurrido a mi hijo y su esposa, que tener la seguridad de que ambos han muerto y que sus restos, positivamente identificados por la autoridad, se encuentran depositados en alguna parte, desde donde pueda traerlos. Todo es preferible a esta angustia tremenda que se prolonga desde hace dos años".
Casi sobre el final de la carta, Don Héctor expresa que no se resignará jamás. "Pienso que tengo el derecho de exigir, mas nadie me oye. He escuchado cientos de palabras, las que no huecas, vacías de intenciones. Todos parecen querer hacerme entender que debo aceptar las circunstancias y resignarme. Pero no claudicaré jamás en mi propósito de encontrar a mis hijos", escribió.
Según concluye ese mismo expediente, "Don Héctor Rivada falleció, de un paro cardíaco no traumático, el 4 de julio de 1982, a los 63 años de edad, sin haber logrado la más mínima información sobre cuál fue el destino de Carlos Alberto y María Beatriz. Al día de hoy, el caso Rivada-Loperena continúa encerrando en el más grande de los misterios, siendo las únicas dos personas, del total de víctimas oriundas de ésta ciudad, que desaparecieron efectivamente en Tres Arroyos".
Por torturas como las que recibió Tamburrini, por historias de familiares que todavía buscan saber qué fue de sus seres queridos, como Don Héctor Rivada, figuras de la cultura, la política y también del deporte uruguayo, convocan este miércoles 20 de mayo a la 20º Marcha del silencio.
Además del spot de la convocatoria, también se difundieron videos breves en los que estas personalidades responden a la pregunta "¿Qué te genera la marcha del silencio?". Podés ver en los siguientes enlaces las respuestas de los futbolistas Emiliano Albín, Agustín Lucas y Santiago "Bigote" López.
Mirá el spot de convocatoria