
Tres flechas y una bomba
Japón recordó el 70° aniversario de la rendición en la Segunda Guerra Mundial. En el medio, la historia del equipo de fútbol de Hiroshima

Los hinchas del Sanfrecce Hirsoshima celebrando un título hace pocos años (Foto: nipponnews.net)
Muchas cosas se detuvieron en el mundo hace 70 años. Las últimas semanas se recordó la primera vez que se usó una bomba atómica para fines militares, tres días después se recordó la segunda vez que se usó una bomba atómica para fines militares.
Una semana después, y como todos los años, el primer ministro japonés hizo el clásico discurso que recuerda el día de la rendición japonesa.
Las grandes tragedias corren el riesgo de quedarse en las cifras y nada más. En Hiroshima vivían 350 mil personas el 5 de agosto de 1945. La bomba cayó un 6 de agosto, y en pocos días en la ciudad murieron 140 mil personas y el 60% de los edificios fueron destruidos.
Muchos murieron por la explosión, otros cuando, luego de algunas horas y desesperados por beber, comenzaron a tragar las gotas negras que caían del cielo, sin saber que la lluvia traía consigo grandes cantidades de radiación.
El mundo se detuvo ante la imagen de ese flash blanco que luego se transformaba en un hongo gigantesco. Pero aun ante tamaña catástrofe, Japón no se dio el lujo de detenerse. La rapidez con la que los japoneses reaccionaron sigue siendo incomprensible para occidente y hasta admirable.
En Hiroshima había una empresa muy importante llamada Toyo Kogyo CO, que en los años 30 empezó a producir automóviles y decidió llamarlos como el dios persa de la luz, la sabiduría, la inteligencia y la armonía: Mazda.
La fábrica quedaba en las afueras de Hiroshima y se salvó de la destrucción, pero durante algunos días hace 70 años la fábrica se transformó en hospital. Solamente tres meses después de la bomba atómica, la fábrica ya estaba produciendo de nuevo. Esa fábrica unos años antes, en 1938, había formado un equipo de fútbol: Toyo Kogyo Soccer Club.
Los japoneses pateaban una pelota muchísimo antes que existiera el fútbol. Allá por el siglo VII los monjes japoneses jugaban un deporte llamado kemari, que consistía en formar un círculo y pasarse por aire una pelota, evitando que toque el suelo.
Cuando en 1873 unos oficiales de la armada inglesa apostados en Japón juegan un partido de fútbol entre ellos, el público que asistía pensó que estaba viendo una variante del legendario kemari.
El primer partido de fútbol entre equipos japoneses se da en 1888: el Kobe Regatta contra el Yokohama Country. Eran tiempos de apertura de Japón al mundo, tiempos donde Tom Cruise se adhería a la causa samurai.
El fútbol nunca fue tan popular como el béisbol en tierras niponas, pero en la década del 30 se comenzaron a formar varios equipos ligados a empresas. La guerra y la posterior ocupación estadounidense retrasaron el avance del deporte.
En 1965 se forma la Japan Soccer League, predecesora de la liga japonesa actual. Varias empresas presentaron sus equipos: Mitsubishi, Hitachi y también Mazda. A pesar que solamente habían pasado 20 años desde la bomba, Hiroshima tenía un equipo de fútbol que ganó cuatro de las cinco primeras ligas disputadas.
En los años 80, viendo que Toyo Kogyo era un nombre muy difícil para rimar en una canción de barra brava, el club pasó a llamarse Mazda Sport Club.
Todo seguía siendo muy amateur, los jugadores eran empleados de las empresas y recién en la década del 70 se vende por primera vez un jugador japonés al exterior.
En 1993 las autoridades del fútbol japonés deciden barajar y dar de nuevo: fundan la Japan League, los equipos pasan a ser profesionales, se les exige que jueguen en estadios con capacidad para más de 10 mil personas y que abandonen los nombres empresariales.
Así, el Mazda Sport Club pasó a llamarse Sanfrecce Hiroshima, que si lo traducimos al español significa: "Tres Flechas Hiroshima".
Cuenta la leyenda que el señor feudal Mori Motonari, allá por el siglo XVI, juntó a sus tres hijos y le repartió una flecha a cada uno. Le pidió que la quebraran, si podían, cosa que cada hijo hizo sin problema.
Luego les entregó tres flechas a cada uno y volvió a pedirles que las quiebren. Ninguno pudo. Tras lo cual Motonari les dice a sus hijos: "Tres flechas pueden quebrarse fácilmente por separado, pero no juntas".
Con semejante historia, como para no ponerle ese nombre a un cuadro. La palabra "san" significa tres en japonés y "frecce" es el plural de flecha en italiano.
El escudo también. además de tres flechas, tiene seis franjas que hacen referencia a los seis ríos que atraviesan Hiroshima. El equipo juega íntegramente de violeta.
Pero no solo el nombre fue nuevo, también el estadio. En 1992 se inaugura el Gran Arco de Hiroshima, un estadio para 50 mil personas.
En la actualidad, en Hiroshima viven unas 1.2 millones de personas y el equipo salió campeón dos veces consecutivas: en 2012 y 2013.
Fueron 70 años donde la ciudad y sus sobrevivientes siguieron pidiendo lo mismo: nadie debe vivir lo que ellos vivieron. Y para no olvidar ese día de agosto, sigue en pie la Cúpula Genbaku, un edificio prácticamente destruido que contrasta con una ciudad moderna.
Un recordatorio de lo fácil que resulta destruir una ciudad. Lo realmente difícil es levantarse como lo hicieron.
Una semana después, y como todos los años, el primer ministro japonés hizo el clásico discurso que recuerda el día de la rendición japonesa.
Las grandes tragedias corren el riesgo de quedarse en las cifras y nada más. En Hiroshima vivían 350 mil personas el 5 de agosto de 1945. La bomba cayó un 6 de agosto, y en pocos días en la ciudad murieron 140 mil personas y el 60% de los edificios fueron destruidos.
Muchos murieron por la explosión, otros cuando, luego de algunas horas y desesperados por beber, comenzaron a tragar las gotas negras que caían del cielo, sin saber que la lluvia traía consigo grandes cantidades de radiación.
El mundo se detuvo ante la imagen de ese flash blanco que luego se transformaba en un hongo gigantesco. Pero aun ante tamaña catástrofe, Japón no se dio el lujo de detenerse. La rapidez con la que los japoneses reaccionaron sigue siendo incomprensible para occidente y hasta admirable.
En Hiroshima había una empresa muy importante llamada Toyo Kogyo CO, que en los años 30 empezó a producir automóviles y decidió llamarlos como el dios persa de la luz, la sabiduría, la inteligencia y la armonía: Mazda.
La fábrica quedaba en las afueras de Hiroshima y se salvó de la destrucción, pero durante algunos días hace 70 años la fábrica se transformó en hospital. Solamente tres meses después de la bomba atómica, la fábrica ya estaba produciendo de nuevo. Esa fábrica unos años antes, en 1938, había formado un equipo de fútbol: Toyo Kogyo Soccer Club.
Los japoneses pateaban una pelota muchísimo antes que existiera el fútbol. Allá por el siglo VII los monjes japoneses jugaban un deporte llamado kemari, que consistía en formar un círculo y pasarse por aire una pelota, evitando que toque el suelo.
Cuando en 1873 unos oficiales de la armada inglesa apostados en Japón juegan un partido de fútbol entre ellos, el público que asistía pensó que estaba viendo una variante del legendario kemari.
El primer partido de fútbol entre equipos japoneses se da en 1888: el Kobe Regatta contra el Yokohama Country. Eran tiempos de apertura de Japón al mundo, tiempos donde Tom Cruise se adhería a la causa samurai.
El fútbol nunca fue tan popular como el béisbol en tierras niponas, pero en la década del 30 se comenzaron a formar varios equipos ligados a empresas. La guerra y la posterior ocupación estadounidense retrasaron el avance del deporte.
En 1965 se forma la Japan Soccer League, predecesora de la liga japonesa actual. Varias empresas presentaron sus equipos: Mitsubishi, Hitachi y también Mazda. A pesar que solamente habían pasado 20 años desde la bomba, Hiroshima tenía un equipo de fútbol que ganó cuatro de las cinco primeras ligas disputadas.
En los años 80, viendo que Toyo Kogyo era un nombre muy difícil para rimar en una canción de barra brava, el club pasó a llamarse Mazda Sport Club.
Todo seguía siendo muy amateur, los jugadores eran empleados de las empresas y recién en la década del 70 se vende por primera vez un jugador japonés al exterior.
En 1993 las autoridades del fútbol japonés deciden barajar y dar de nuevo: fundan la Japan League, los equipos pasan a ser profesionales, se les exige que jueguen en estadios con capacidad para más de 10 mil personas y que abandonen los nombres empresariales.
Así, el Mazda Sport Club pasó a llamarse Sanfrecce Hiroshima, que si lo traducimos al español significa: "Tres Flechas Hiroshima".
Cuenta la leyenda que el señor feudal Mori Motonari, allá por el siglo XVI, juntó a sus tres hijos y le repartió una flecha a cada uno. Le pidió que la quebraran, si podían, cosa que cada hijo hizo sin problema.
Luego les entregó tres flechas a cada uno y volvió a pedirles que las quiebren. Ninguno pudo. Tras lo cual Motonari les dice a sus hijos: "Tres flechas pueden quebrarse fácilmente por separado, pero no juntas".
Con semejante historia, como para no ponerle ese nombre a un cuadro. La palabra "san" significa tres en japonés y "frecce" es el plural de flecha en italiano.
El escudo también. además de tres flechas, tiene seis franjas que hacen referencia a los seis ríos que atraviesan Hiroshima. El equipo juega íntegramente de violeta.
Pero no solo el nombre fue nuevo, también el estadio. En 1992 se inaugura el Gran Arco de Hiroshima, un estadio para 50 mil personas.
En la actualidad, en Hiroshima viven unas 1.2 millones de personas y el equipo salió campeón dos veces consecutivas: en 2012 y 2013.
Fueron 70 años donde la ciudad y sus sobrevivientes siguieron pidiendo lo mismo: nadie debe vivir lo que ellos vivieron. Y para no olvidar ese día de agosto, sigue en pie la Cúpula Genbaku, un edificio prácticamente destruido que contrasta con una ciudad moderna.
Un recordatorio de lo fácil que resulta destruir una ciudad. Lo realmente difícil es levantarse como lo hicieron.