La fiesta inolvidable
Ginobili y Nocioni se despidieron de la selección de Argentina.
Hernández los llama para entrar. Nocioni mira a sus compañeros buscando complicidad.
Sergio Hernández se acercó al banco, señaló con su dedo índice a cuatro jugadores y les advirtió que en unos instantes los llamaría. El "Oveja" los haría saltar a la cancha una vez más: Nocioni, Scola, Ginobili y Delfino. El partido ya no tenía vuelta. Solo unos pocos minutos separaban a Argentina de su eliminación en cuartos de final contra Estados Unidos.
El "Chapu" giró la cabeza, miró al costado y apretó una sonrisa con ojos pícaros. Si tuviera que adivinar, pensaría que Nocioni buscó la complicidad de sus compañeros, la mirada recíproca para entender que jugaría los últimos instantes de básquetbol con sus amigos de siempre. No era una noche de alegrías, no fue un partido de milagros, pero en esos últimos momentos quedó registrada la esencia del equipo, la inspiración y su motor. Nadie quiere dejar un torneo, y menos sin pelear las instancias decisivas. Y aún menos todavía si se trata de estos competidores de alma, que no se conforman con otra cosa que no sea dar el máximo. Pero si de alguna forma había que decir adiós, era jugando y jugando juntos.
De todos los ejemplos que nos dejó este equipo a quienes amamos el deporte, tal vez ese sea el más grande: Lo importante no es ganar, es jugar para ganar. Jugar, disfrutar de cada acción, poner el corazón en cada pelota y compartirlo con los que están al lado en la cancha, y también en la tribuna. Jugar para ganar, incluso en la derrota, perdiendo por 20 o 30 puntos, en los últimos minutos del útlimo partido de tu vida. Si no ganan, pero juegan para ganar, el sentido del deporte está intacto.
El público argentino se levantó, un sector de la tribuna comenzó el canto y los brasileros abuchearon e hicieron lo posible por pararlo. Desde todos los rincones del estadio, camisetas albicelestes se movieron como atraídas por un imán hacia una misma tribuna, para cantar juntos. Los pasillos se llenaron de argentinos, de hinchas, de abrazos y algunas lágrimas, de personas con corazón de niño que quisieron formar parte del juego por unos minutos más. Reconocieron y agradecieron al equipo que les permitió soñar despiertos. Celebraron su ejemplo, el de nunca dejar de lado la ilusión.
No fue la despedida que esperaban, pero fue la que tuvieron y fue grandiosa.
El "Chapu" giró la cabeza, miró al costado y apretó una sonrisa con ojos pícaros. Si tuviera que adivinar, pensaría que Nocioni buscó la complicidad de sus compañeros, la mirada recíproca para entender que jugaría los últimos instantes de básquetbol con sus amigos de siempre. No era una noche de alegrías, no fue un partido de milagros, pero en esos últimos momentos quedó registrada la esencia del equipo, la inspiración y su motor. Nadie quiere dejar un torneo, y menos sin pelear las instancias decisivas. Y aún menos todavía si se trata de estos competidores de alma, que no se conforman con otra cosa que no sea dar el máximo. Pero si de alguna forma había que decir adiós, era jugando y jugando juntos.
De todos los ejemplos que nos dejó este equipo a quienes amamos el deporte, tal vez ese sea el más grande: Lo importante no es ganar, es jugar para ganar. Jugar, disfrutar de cada acción, poner el corazón en cada pelota y compartirlo con los que están al lado en la cancha, y también en la tribuna. Jugar para ganar, incluso en la derrota, perdiendo por 20 o 30 puntos, en los últimos minutos del útlimo partido de tu vida. Si no ganan, pero juegan para ganar, el sentido del deporte está intacto.
El público argentino se levantó, un sector de la tribuna comenzó el canto y los brasileros abuchearon e hicieron lo posible por pararlo. Desde todos los rincones del estadio, camisetas albicelestes se movieron como atraídas por un imán hacia una misma tribuna, para cantar juntos. Los pasillos se llenaron de argentinos, de hinchas, de abrazos y algunas lágrimas, de personas con corazón de niño que quisieron formar parte del juego por unos minutos más. Reconocieron y agradecieron al equipo que les permitió soñar despiertos. Celebraron su ejemplo, el de nunca dejar de lado la ilusión.
No fue la despedida que esperaban, pero fue la que tuvieron y fue grandiosa.