Colorín colorado

Este cuento se ha terminado. El Chapu Nocioni se retira del basquet.

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Nocioni tras la eliminación vs EEUU en Río 2016.
Muy pocos deportistas podrán llegar al final de su carrera y acumular tantos logros y éxitos como los que tiene el "Chapu" Andrés Nocioni. El basquetbolista argentino de 37 años anunció su retiro al terminar la presente temporada que está disputando con los colores del Real Madrid. 

Atrás quedarán dos medallas olímpicas: Oro en Atenas 2004 y bronce en Beijing 2008. Atrás quedará el vice campeonato del mundo del 2002 con su selección. También sus años de NBA con los Bulls, Kings y 76ers serán parte de la memoria de Nocioni y sus admiradores.

Ganador de la liga de España en tres ocasiones, de la Copa del Rey en cinco oportunidades, de la Euroliga una vez y de la Copa Intercontinental también una vez, es muy probable que el alero siga expandiendo su palmarés en esta última temporada. Su equipo pelea la liga y la Euroliga, tras haber ganado la Copa del Rey. 

Pero está aquello que excede a los títulos. Si hay algo que definirá siempre a Nocioni y sus años como basquetbolista, será ese rótulo que con tanto esfuerzo consiguieron junto a Ginobili, Scola y tantos otros de ser la "Generación Dorada". Sus éxitos deportivos, innegables, fueron además el soporte para demostrar la validez de sus formas, sus maneras de hacer las cosas.

Este lunes 3 de abril, Nocioni expresó en palabras las razones de su retiro, en una carta que publicó vía Twitter y que de inmediato recogió muchas repercusiones. A continuación, comaprtimos con ustedes la carta y le deseamos al Chapu un feliz retiro. Ojalá que su ejemplo perdure en las canchas de básquetbol por estas latitudes. 

La carta de despedida de Andrés Nocioni

Después de tantas batallas he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y plateístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir con los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos. No quiero que me cobren más faltas técnicas ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó… Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo claro que no podré cambiar mi temperamento jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que me echen.

Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve; todos los días, todas las prácticas, todos los partidos. Dejo el básquet de la manera en que yo quiero dejarlo: compitiendo en el más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial.

En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando comencé a jugar en el Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en retrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad. Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del mundo. Y me enfrenté a muchos otros de los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto de un podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidaré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecí. Nunca me entregué. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.

Debo agradecimiento a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis seres queridos, obviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en el que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido.

Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (¡cuántos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestra su cariño día a día. En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar la Euroliga y la temporada de ACB. Sería una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red.

Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.