Esa sensación...

La eliminación duele; pero no afecta tanto como el placer del deber cumplido.

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Foto: Getty Images (fifa.com)
El dolor por la eliminación de un nuevo Mundial se siente, perdura, nos afecta. Pero también, en el fondo, existe esa buena sensación del deber cumplido. Parece mentira, pero esta selección nos ha enseñado que el hombre no vive solamente de las victorias o de los resultados o de las copas.
 
Desde hace algunos años, los trofeos dejaron de ser materiales y se convirtieron en algo mucho mayor; algo que no nos llena las manos de oro, pero si el alma de satisfacción.
 
Luego del partido ante Inglaterra, luego de los goles de Suárez, luego de lo que pasó con “Palito”, luego de la entrega del equipo los uruguayos dijimos “por mí ya está”. Eso nos valió el Mundial, nos pagó la entrada.
 
Días más tarde vino Italia y reafirmamos esa idea, pero siempre con el insaciable deseo de más. Eso sí, la consigna ya no significaba querer más por el hecho de colmar nuestra infinita ambición; sino que se asemejaba más a un “bonus”; si venía, mejor.
 
Este sábado me encontré con varias sensaciones en las calles. Algunos, errados, los clásicos confiados, que ya pensaban en enfrentarse a Brasil. Otros, con los pies un poco más sobre la tierra, que no estaban tan “polenteados” como en otras oportunidades. No había hambre de victoria y entendían que este equipo ya había dado lo que tenía para dar.
 
Yo me identifiqué más con estos últimos. Sabía que nos enfrentábamos a una selección que en lo colectivo era superior y eso me hacía pensar que no íbamos a pasar de fase. Por suerte, esa sensación no era acompañada con la clásica desazón, sino de alivio por hacer las cosas bien.
 
No pienso (y me gustaría que la gente tampoco lo haga) que la FIFA sacó a Uruguay de este Mundial. No creo que lo extra futbolístico haya afectado tanto para que la “Celeste” quede afuera, ni para que los jugadores mermen su producción en el campo de juego.
 
Me niego a quedarme (por segunda Copa del Mundo consecutiva) con la amarga sensación de “y si Luisito hubiese estado”; porque sé que aunque Suárez hubiese estado en la cancha, este plantel cafetero es superior técnicamente.
 
Estoy convencido que nos eliminó una Selección superior; bastante superior. Un equipo que juega un fútbol realmente exquisito, con jugadores de excelente pie, que brillan trabajando en un equipo magníficamente conducido por Pékerman.
 
James Rodríguez es el principal bastión de este plantel; pero no hay que dejar de lado la labor de Cuadrado, de Ospina en el arco, de los experimentados zagueros, del buen pie de los volantes de creación, de la entrega del equipo en su totalidad.
 
Es cierto, Uruguay cuenta con esa cuota de garra, coraje, valentía, amor por la camiseta, que tal vez ningún otro país tenga y siempre nos haga soñar. Pero a veces, cuando el rival hace rodar la pelota controlada de pie a pie, posicionándose correctamente en la cancha, con aire suficiente en los pulmones para presionar en bloque y más aire aún en la cabeza para estar un paso adelante, esa garra no alcanza.
 
Colombia lo tuvo y por eso se enfrentará a Brasil en la próxima fase. En mi humilde opinión, tiene todo para dejar en el camino a la selección norteña; todo. Es mucho mejor equipo y juega mucho más ordenado, por lo que el técnico Scolari debe estar bastante preocupado pensando en su próximo rival.
 
Mientras, nosotros nos lamentaremos por la eliminación, de a ratos, y nos sentiremos orgullosos de nosotros en otros, defendiéndonos unos a los otros a capa y espada de los que intentan dañarnos. Es por esto último, por esa unión de un pueblo que lucha por una causa común dejando de lado las diferencias para combatir espalda con espalda con su compatriota, que hoy me acuesto tranquilo sabiendo que mi Selección, dirigida por Óscar Tabárez, me representó de la mejor manera que yo hubiese podido soñar.

Gracias.