​Si juega este enfermo…

Hasta el uruguayo más pesimista se ilusiona y el rival más optimista se intimida si juega Suárez.

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Foto: Getty Images.
Desde el mismísimo momento en que Uruguay clasificó al Mundial al golear a Jordania en el primer partido del repechaje, pensé que este no era nuestro torneo y que quedábamos afuera en primera ronda. Lo pensé y hasta lo sigo pensando.

No es que desconfíe de este grupo de jugadores o piense que no tenemos con qué pelear (me han hecho llorar de alegría desde hace cuatro años). Ya cumplieron con creces y, por lo visto, siguen cumpliendo, pero cierto pesimismo se apoderó de mí por momentos. Por cómo venimos jugando, porque llegamos confiados y porque nunca servimos para ser candidatos.

Por eso, pese a lo vivido este jueves en el partido ante Inglaterra quiero mantener los pies en la tierra y pensar en frío, pero hay algo que no me deja o, mejor dicho, alguien.

Uruguay jugó bien (muy bien) desde lo anímico, no tanto desde lo futbolístico. A mi entender le dimos mucho la pelota a los ingleses y por momentos estuvimos totalmente metidos atrás, esperando lo que finalmente ocurrió: el empate.

Recién ahí nos vimos obligados a salir de la cueva para buscar el milagro; un milagro que solo uno podía conseguir. Uno que está destinado a ser uno de los mejores jugadores de la historia de nuestro país y, ¿por qué no?, del fútbol en general.

Uno que de un pelotazo te da una de las alegrías más grandes. Uno que hace que cualquier pesimista se vuelva optimista al verlo entrar como titular o al menos jugando un solo minuto. Uno que contagia a todo su equipo y que puede intimidar al ejército más armado.

Lo único que me mantenía con esperanzas antes del partido era que jugaba Suárez, no porque no confíe en el resto de los jugadores (porque hace cuatro años que me vienen demostrando que son unas bestias) sino porque él los engrandece, hace que quieran trancar con la cabeza, que del desmayo pasen a dejar la vida en la siguiente pelota, que atajen pelotazos a quemarropa, que un pequeño guerrero se coma a su estrella…

Suárez tiene la virtud de ilusionar al más pesimista de su lado y de hacer flaquear la opinión del rival más optimista. Porque eso hacen los líderes, los grandes, los que están destinados a hacer historia.

Quiero seguir pensando en frío, seguir siendo pesimista, pero no puedo, él no me deja. Hizo que a último momento cambie mis resultados en las pencas, que pase de la oscuridad de la muerte a la euforia de la vida en un segundo, que vuelva a aparecer la sonrisa en las calles, que con lo que pasó este jueves ya hayan cumplido, sin necesidad de clasificar.

La última fecha va a ser durísima, creo que no hay que dar por muerto a Inglaterra porque a mi entender le va a ganar a Costa Rica y, en principio, los tres quedaríamos con tres puntos (sin tener en cuenta nuestro resultado ante Italia).

Si lo analizo como lo vengo haciendo desde antes del Mundial, ante los tanos es muy difícil, son un equipo muy compacto con una defensa impresionante que tiene a Pirlo manejando los tiempos a la perfección. Los dos goles en contra que nos quedó de saldo ante Costa Rica pueden costar caro en caso de perder. Me la juego por empatar, un 1-1, un resultado posible que nos permita pasar en segunda posición (si los ticos no dan nuevamente la sorpresa).

Pero me acuerdo que de este lado juega Suárez y me paro en los pedales, pienso en la victoria, en clasificar primeros. Y en marcar a Drogbá en el partido de octavos. Y a Brasil más adelante... Y... Y... Y por momentos quiero frenar, pero no puedo, o no quiero, porque todo se puede si juega este enfermo…