
Lo mejicaneó
El mexicano Carlos Arreola le pateó la nuca a un rival que estaba tirado.

Foto: www.dalefarmmilkcup.com
“Los problemas quedan en la cancha”, reza un viejo dicho futbolero. Y muchos jugadores lo respetan; tanto, que mexicanos e irlandeses se volvieron a dar de trasca un año después de haberse peleado en un partido de juveniles.
Resulta que ambos equipos están jugando la Copa Milk sub 20, competencia que ya los había enfrentado en 2013 con varios altercados entre los jugadores. ¿Qué hicieron entonces? Esperaron un año y se volvieron a cruzar en la misma competencia.
En determinado momento del partido, esas asperezas pasaron a mayores y todo terminó con una patada de un mexicano en la cabeza de su rival. Simple.
Resulta que empezaron a discutir y empujarse, hasta que el 16 irlandés agarró al mexicano Carlos Arreola y lo tiró al suelo. Este, al levantarse vio que uno de verde estaba tirado y no lo dudó. ¡Pimba! Tremeeeenda patada en la nuca, como para enseñarle de qué se trata esto de encerar-lustrar.
Usted, querido partidario de la filosofía miyagiana pensará: “Bueno, por lo menos después de esto se armó la hecatombe, ¿no?”. ¡No! Nadie hizo nada; el único que expresó algún gesto fue el golero, que se limitó a apuntarlo con el dedo acompañando con alguna amenaza. Pero nada más.
El juez estaba bien al ladito, así que de seguro se va a comer una sanción bastante linda. Merecido premio para tal hermosa patada.
Resulta que ambos equipos están jugando la Copa Milk sub 20, competencia que ya los había enfrentado en 2013 con varios altercados entre los jugadores. ¿Qué hicieron entonces? Esperaron un año y se volvieron a cruzar en la misma competencia.
En determinado momento del partido, esas asperezas pasaron a mayores y todo terminó con una patada de un mexicano en la cabeza de su rival. Simple.
Resulta que empezaron a discutir y empujarse, hasta que el 16 irlandés agarró al mexicano Carlos Arreola y lo tiró al suelo. Este, al levantarse vio que uno de verde estaba tirado y no lo dudó. ¡Pimba! Tremeeeenda patada en la nuca, como para enseñarle de qué se trata esto de encerar-lustrar.
Usted, querido partidario de la filosofía miyagiana pensará: “Bueno, por lo menos después de esto se armó la hecatombe, ¿no?”. ¡No! Nadie hizo nada; el único que expresó algún gesto fue el golero, que se limitó a apuntarlo con el dedo acompañando con alguna amenaza. Pero nada más.
El juez estaba bien al ladito, así que de seguro se va a comer una sanción bastante linda. Merecido premio para tal hermosa patada.