Historia reciente de la camiseta celeste. Parte I

Hoy: Los Cielos Ni Hablan.

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La más linda. La que queremos todos. La que unos pocos elegidos pueden adosarse a la piel como armadura para la más apasionante de las contiendas deportivas que alguna vez ingenió la especie, ha sabido dentro de sus patrones básicos adquirir sendos diseños y juegos cromáticos que han enloquecido a más de uno. Es que la camiseta de la Selección Uruguaya de Fútbol de un tiempo a esta parte tuvo y tendrá, más allá de su color celeste, infinidad de apasionantes diseños y hermosas historias detrás.

Los resultados deportivos no siempre siguen la dirección proporcional a la belleza de los diseños, por lo que, hemos tenido ciclos llenos de alegrías asociados a presentaciones ridículas de nuestra blusa color cielo, como también un sinfín de fracasos concatenados con hermosas representaciones junto a nuestras cuatro estrellas. Es curioso pero mayoritariamente, los diseños feos y los ciclos llenos de fracasos son los que más veces están juntos. No es casualidad, ya que los diseños feos y los ciclos llenos de fracasos se han dado en nuestra historia mayoritariamente.

Vamos a hacer unos 70 años a las apuradas. Llenos de camisetas varias, a las que se les harán sendos homenajes gracias a la onda “vintage” de la que el Siglo XXI se ha servido en forma tan grosera como una mano tratando de agarrar papas chips machucadas al fondo de un bowl porque llegó al cumple tarde y muerto de hambre.

Nos establecemos en el año 1986. Año importante para nuestra selección que con un equipo de estrellas en el banco de suplente y unos cuantos elementos inseleccionables en la escuadra titular jugo el hermosísimo mundial lleno de goles y color de México. Sí, ya sé. No está bueno en un mundial lleno de goles y color, hacer solamente dos (uno de penal y otro que pegó en el travesaño y pegó adentro por dos dedos de un niño de cinco años) y jugar tres de los cuatro partidos con una camiseta blanca. Quiero que sepan que la camiseta blanca me gusta y en este caso la firma Le Coq Sportif se la jugó con un diseño sobrio y claro. Descubrirán que no estamos para colorinches, lo veremos más adelante. El cuello celeste es una cosa primorosa.


Un danés que sabe mucho de fútbol pero poco de sentido figurado “abusa” de Francescoli según indicaciones de su técnico.


Los 80. Nada de tontos escudos de las asociaciones ¡La marca de ropa en el corazón! Arriba a la izquierda Acevedo tranquiliza a Wilmar: “Con esto del logo a la derecha hay un solo equipo en la cancha,” haciendo suya una frase premonitoria.

Para el año siguiente, el buen 1987 lleno de grandes gestas deportivas, nuestra selección firma con la vecina alemana “Puma”. Vecina porque la francesa Le Coq viene de un país fronterizo de Alemania. Lo mismo pasaría si fuera una marca deportiva belga, de las que aparecerán años más tarde según un cronista japonés que la rema hablando en español.

Un celeste algodonado con un vivo blanco que se extendía por las mangas, junto con la marca empresarial en blanco, demuestra que todo es relativo. En la Copa América de Argentina también hicimos solo dos goles pero salimos campeones. Dicen que cuando entró el "Pelado" Peña en el segundo tiempo contra Argentina, su número 10 con rulitos prometió dejar la “harina dulzona” si salvaba sus peronés del toque mágico del calvo bohemio.

Pasaron dos años y llegaron dos grandes objetivos. La eliminatoria mundialista y la defensa del título americano que ya llevaba seis años de hegemonía. Para entonces, el cargo técnico le fue dado a un docente de niños con su maxilar inferior fuera de eje, que había obtenido la aburrida y que siempre ganaban los cuadros uruguayos Copa Libertadores. En esa época amante de los buzos de lana y con un personal de servicio masculino en su casa, a pedido de su esposa. La empresa Puma (Que seguiría unos añitos más vistiendo a la Celeste) haría un cambio sustancial dándole a nuestro principal color un glaseado capaz de iluminar una habitación oscura. Las texturas brillantes estaban en boga y nosotros no podíamos ser menos. Se podría decir que la selección brilló en este período. Esta última oración es muy ingeniosa. Y me refería a esta última. A la del brillo no.


Aquí tenemos un Uruguay-Bolivia jugado en Punta del Este en el marco de la Fiesta del Satinado, organizada por Mecha Gattás.

Luego de descubrir el efecto “tetilla vista” que dejaban estas texturas fuimos a Italia '90. Otro Mundial que nos esperaba con un partido debut celeste y todos los otros blancos, muy blancos. Así como cuando está despejado y juega nuestra selección, la gente dice boludeces del estilo: “Y el cielo se vistió de celeste para...(Inserte fenómeno deportivo)”, el día del partido contra Corea del Sur el cielo cerrado nuboso y denso pareció ponerse la blanca de Uruguay y decirle a Gabriel Correa: “Hoy jugás”. Por cierto, Gabriel Correa no fue tenido en cuenta en el banco y es lógico. Los cielos no hablan.



La marca de la empresa ahora en color negro. Dos tonalidades celestes, vivos blancos, y un pantalón negro que está por alcanzar una corta pero significativa licencia. ¿La verdad? Por el momento de lo mejor. Sobriedad. Quizá a esta pilcha le faltó fútbol y un poco de puntería. Todavía se recuerdan los 3 niños lesionados de esa escuelita en Udine alcanzados por una pelota oficial que rompió los cristales de un aula en forma furibunda y venía del estadio, ubicado a 3 kilómetros. ¿Su impulsor? Un muchacho bajito con el número 11, que no puede resistirse si ve una mascota disfrazada jugando a la pelota.

Esta historia continuará...

 

En la próxima entrega: Pantalones azules, cuadritos en damero, camisetas rojas, repatriados y más glacé. No te lo pierdas.