Cubrir a la selección
Cuando se pone a prueba la condición de periodista.
Periodistas aplaudiendo luego de la conferencia de prensa de Tabárez donde anuncia su renuncia a su puesto en la FIFA y condena la sanción a Suárez. Otro periodista le pide permiso a Lugano en otra conferencia, para contestarle a un colega inglés que insistía con las preguntas sobre el incidente de Suárez con Chiellini.
Patricia Madrid, periodista de Santo y Seña entre otros programas, escribe un tuit discrepando profundamente con los aplausos. Mastandrea, editor de deportes de El País, le contesta que él aplaudió y lo volvería a hacer.
La cobertura del Mundial y el tratamiento del caso Suárez por los medios uruguayos nos lleva a preguntarnos sobre el ejercicio del periodismo. Citando al periodista español de Canal +, Antoni Daimel: “La ética no depende del lugar de la redacción donde te sientas ni del tema del que hablas”.
Pero a pesar de que se debería ejercer de igual manera la profesión de periodista, independientemente de la especialización, estamos en una zona gris del periodismo. Por más que los manuales y los códigos deontológicos indiquen líneas de conductas éticas a los periodistas, la selección de fútbol es una causa nacional en Uruguay, y en muchos países que tienen al fútbol como su principal entretenimiento.
Históricamente al periodismo deportivo se le han permitido prácticas distintas que a cualquier otra área de periodismo. Mezclar opiniones con hechos, informar a base de rumores y un sesgo bastante grande, son algunos ejemplos de cuestiones que comúnmente vemos en periodistas deportivos, pero que si las hace un periodista de otra sección de un diario o que cubra otra área las señalamos como erradas.
Javier González Durán ya en 1996, en su libro “El vandalismo en el fútbol”, marcaba como uno de los problemas más preocupantes del periodismo deportivo “la creciente tendencia a concebir y tratar la noticia como una modalidad específica del mundo del espectáculo y la consiguiente contaminación de los géneros informativos tradicionales con fórmulas tomadas de otros ámbitos de la actualidad y con formatos pseudoperiodísticos”.
En palabras de Tomás Linn: “Quizás entonces habría que aceptar que el periodismo deportivo es sesgado, la discusión sería cuáles son sus márgenes”.
Vamos a tratar de adentrarnos en esa discusión, evitando los lugares comunes y las soluciones de manual. Cuando los periodistas cubren a su selección nacional dejan la objetividad y la imparcialidad de lado, y eso sucede en varios países. ¿El público aceptaría otro tipo de cobertura?, ¿se le puede exigir distancia de sucesos tan pasionales al periodista deportivo?
“No puede ser calificado de periodístico algo que abiertamente es parcial y servil hacia sus fuentes”, dice José Luis Rojas Torrijos, profesor de periodismo en la Universidad de Sevilla y autor del blog “Periodismo deportivo de calidad”.
Cuando un periodista aplaude al técnico de la selección está siendo servil a su fuente. Ni que hablar que también cuando el “Toto” Da Silveira “respondió por Lugano” a un periodista inglés.
Romano diciendo: “¿Qué pasó, se te rompió el soutien?” cuando Chiellini mostraba su hombro al árbitro, está siendo abiertamente parcial.
Alejandro Fantino, relator argentino, mandando a “laburar a un banco” a Benaglio, arquero suizo, está siendo abiertamente parcial. Todos estos ejemplos los podemos catalogar como fuera del margen permitido de imparcialidad.
Javier Restrepo, de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo (FNPI), deja muy claro lo necesario que resulta la imparcialidad en un periodista:
“Porque así se puede acceder a la verdad de los hechos. Un periodista deportivo atrincherado en las filas de un equipo, y dispuesto a aplaudir sus acciones, mal puede reconocer la verdad de los otros equipos. Lo mismo le sucede a quien se alindera del lado de un político, de un gobernante o de sus programas, porque se predispone a mirar hacia uno u otro lado y a ignorar o a mirar mal al otro lado, y por consiguiente estará más dispuesto para la propaganda que para la información”.
Las palabras de Restrepo podrían ser una síntesis de lo que fue el caso Suárez para los periodistas deportivos uruguayos. Se cerraron filas y se armó una trinchera desde la cual atacar a la FIFA, transformando la defensa de Suárez en causa nacional.
Llegó a tal punto que el periodista de El Observador, Luis Roux, se preguntaba en un artículo para The Guardian si era posible pensar que la sanción a Suárez era justa sin ser tachado de traidor. Podemos concluir que en el caso Suárez la mayoría de periodistas no actuaron como tal.
Ejercer el periodismo en coberturas de la selección es un caso particular. Existe un involucramiento muy grande entre el periodista y sus fuentes (jugadores, cuerpo técnico, dirigentes), potenciado tal vez por la convivencia en el exterior.
Los intereses personales coinciden con los intereses de los protagonistas y, como en casi ningún tema, el público también coincide en un único interés: que la selección llegue lo más lejos posible.
Todo esto genera una combinación de factores donde se vuelven difusos los límites entre actuar como un periodista o como un simpatizante. Más que nunca esos límites deben ser autoimpuestos por el profesional. Los manuales de estilo y códigos de ética no se pueden seguir al pie de la letra.
Esta situación se podría mejorar, en parte, si los medios le exigieran a los periodistas hablar más del deporte y menos de todo lo que lo rodea, dejando de lado practicas más asociadas al mundo del espectáculo.
El desafío para los periodistas es presentar de manera atractiva información con contenido periodístico, contextualizando y priorizando las buenas prácticas periodísticas. Siempre sabiendo que los intereses personales serán mucho más fuertes que en cualquier otro momento.
Patricia Madrid, periodista de Santo y Seña entre otros programas, escribe un tuit discrepando profundamente con los aplausos. Mastandrea, editor de deportes de El País, le contesta que él aplaudió y lo volvería a hacer.
La cobertura del Mundial y el tratamiento del caso Suárez por los medios uruguayos nos lleva a preguntarnos sobre el ejercicio del periodismo. Citando al periodista español de Canal +, Antoni Daimel: “La ética no depende del lugar de la redacción donde te sientas ni del tema del que hablas”.
Pero a pesar de que se debería ejercer de igual manera la profesión de periodista, independientemente de la especialización, estamos en una zona gris del periodismo. Por más que los manuales y los códigos deontológicos indiquen líneas de conductas éticas a los periodistas, la selección de fútbol es una causa nacional en Uruguay, y en muchos países que tienen al fútbol como su principal entretenimiento.
Históricamente al periodismo deportivo se le han permitido prácticas distintas que a cualquier otra área de periodismo. Mezclar opiniones con hechos, informar a base de rumores y un sesgo bastante grande, son algunos ejemplos de cuestiones que comúnmente vemos en periodistas deportivos, pero que si las hace un periodista de otra sección de un diario o que cubra otra área las señalamos como erradas.
Javier González Durán ya en 1996, en su libro “El vandalismo en el fútbol”, marcaba como uno de los problemas más preocupantes del periodismo deportivo “la creciente tendencia a concebir y tratar la noticia como una modalidad específica del mundo del espectáculo y la consiguiente contaminación de los géneros informativos tradicionales con fórmulas tomadas de otros ámbitos de la actualidad y con formatos pseudoperiodísticos”.
En palabras de Tomás Linn: “Quizás entonces habría que aceptar que el periodismo deportivo es sesgado, la discusión sería cuáles son sus márgenes”.
Vamos a tratar de adentrarnos en esa discusión, evitando los lugares comunes y las soluciones de manual. Cuando los periodistas cubren a su selección nacional dejan la objetividad y la imparcialidad de lado, y eso sucede en varios países. ¿El público aceptaría otro tipo de cobertura?, ¿se le puede exigir distancia de sucesos tan pasionales al periodista deportivo?
“No puede ser calificado de periodístico algo que abiertamente es parcial y servil hacia sus fuentes”, dice José Luis Rojas Torrijos, profesor de periodismo en la Universidad de Sevilla y autor del blog “Periodismo deportivo de calidad”.
Cuando un periodista aplaude al técnico de la selección está siendo servil a su fuente. Ni que hablar que también cuando el “Toto” Da Silveira “respondió por Lugano” a un periodista inglés.
Romano diciendo: “¿Qué pasó, se te rompió el soutien?” cuando Chiellini mostraba su hombro al árbitro, está siendo abiertamente parcial.
Alejandro Fantino, relator argentino, mandando a “laburar a un banco” a Benaglio, arquero suizo, está siendo abiertamente parcial. Todos estos ejemplos los podemos catalogar como fuera del margen permitido de imparcialidad.
Javier Restrepo, de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo (FNPI), deja muy claro lo necesario que resulta la imparcialidad en un periodista:
“Porque así se puede acceder a la verdad de los hechos. Un periodista deportivo atrincherado en las filas de un equipo, y dispuesto a aplaudir sus acciones, mal puede reconocer la verdad de los otros equipos. Lo mismo le sucede a quien se alindera del lado de un político, de un gobernante o de sus programas, porque se predispone a mirar hacia uno u otro lado y a ignorar o a mirar mal al otro lado, y por consiguiente estará más dispuesto para la propaganda que para la información”.
Las palabras de Restrepo podrían ser una síntesis de lo que fue el caso Suárez para los periodistas deportivos uruguayos. Se cerraron filas y se armó una trinchera desde la cual atacar a la FIFA, transformando la defensa de Suárez en causa nacional.
Llegó a tal punto que el periodista de El Observador, Luis Roux, se preguntaba en un artículo para The Guardian si era posible pensar que la sanción a Suárez era justa sin ser tachado de traidor. Podemos concluir que en el caso Suárez la mayoría de periodistas no actuaron como tal.
Ejercer el periodismo en coberturas de la selección es un caso particular. Existe un involucramiento muy grande entre el periodista y sus fuentes (jugadores, cuerpo técnico, dirigentes), potenciado tal vez por la convivencia en el exterior.
Los intereses personales coinciden con los intereses de los protagonistas y, como en casi ningún tema, el público también coincide en un único interés: que la selección llegue lo más lejos posible.
Todo esto genera una combinación de factores donde se vuelven difusos los límites entre actuar como un periodista o como un simpatizante. Más que nunca esos límites deben ser autoimpuestos por el profesional. Los manuales de estilo y códigos de ética no se pueden seguir al pie de la letra.
Esta situación se podría mejorar, en parte, si los medios le exigieran a los periodistas hablar más del deporte y menos de todo lo que lo rodea, dejando de lado practicas más asociadas al mundo del espectáculo.
El desafío para los periodistas es presentar de manera atractiva información con contenido periodístico, contextualizando y priorizando las buenas prácticas periodísticas. Siempre sabiendo que los intereses personales serán mucho más fuertes que en cualquier otro momento.