Uno de los buenos
Toca despedir a uno de los buenos. Andrés Pollero, árbitro y comunicador.
Andrés me obligaba a ser mejor periodista deportivo. Nos obligaba a varios. De repente te llegaba un mensaje con un video de una jugada preguntando "¿qué hubieras cobrado?". Yo me tomaba mi tiempo porque se lo debía a las horas de charlas sobre reglamento, sobre esa diferencia entre la regla y la interpretación.
A los dos nos gustaba mucho lo que hace Iturralde González en La Ser, hablar de estilo de arbitraje, análisis al servicio de una transmisión deportiva, opinar con fundamentos, entender por qué el árbitro de turno cobró lo que cobró. La inmensa mayoría de esas charlas no las podía hacer públicas, pero después de cada una yo era un poco mejor que antes.
Era -qué difícil conjugar en pasado- el nexo entre periodismo y arbitraje. Y en esa relación ganaban todas las partes: periodistas, árbitros y público.
De su muerte me enteré leyendo un tuit mal redactado, tan mal que por un momento no entendía qué me estaban diciendo. Después no entendí porque no quería entender. Fui corriendo al WhatsApp para ver dónde habíamos dejado nuestra última charla: me preguntaba cuándo volvía a la radio. Le quedé debiendo una invitación.
Le escribí a su hermano, le dije que no sabía por dónde empezar, pero hoy lo sé. Hay que empezar por contar lo que hizo Andrés en vida. Para que cuando alguien googlee su nombre no se quede solo en su muerte. Andrés desparramó conocimiento y además sabía cómo hacerlo.
No lo conocía mucho más, creo que no precisaba hacerlo para saber que era uno de los buenos. Y cuando los buenos se van este lugar es un poco peor.
A los dos nos gustaba mucho lo que hace Iturralde González en La Ser, hablar de estilo de arbitraje, análisis al servicio de una transmisión deportiva, opinar con fundamentos, entender por qué el árbitro de turno cobró lo que cobró. La inmensa mayoría de esas charlas no las podía hacer públicas, pero después de cada una yo era un poco mejor que antes.
Era -qué difícil conjugar en pasado- el nexo entre periodismo y arbitraje. Y en esa relación ganaban todas las partes: periodistas, árbitros y público.
De su muerte me enteré leyendo un tuit mal redactado, tan mal que por un momento no entendía qué me estaban diciendo. Después no entendí porque no quería entender. Fui corriendo al WhatsApp para ver dónde habíamos dejado nuestra última charla: me preguntaba cuándo volvía a la radio. Le quedé debiendo una invitación.
Le escribí a su hermano, le dije que no sabía por dónde empezar, pero hoy lo sé. Hay que empezar por contar lo que hizo Andrés en vida. Para que cuando alguien googlee su nombre no se quede solo en su muerte. Andrés desparramó conocimiento y además sabía cómo hacerlo.
No lo conocía mucho más, creo que no precisaba hacerlo para saber que era uno de los buenos. Y cuando los buenos se van este lugar es un poco peor.