Cuando las cosas salen
Que Peñarol juegue bien no se da seguido.
Lo que más llama la atención del arranque de temporada de Peñarol es que por momentos juega muy bien al fútbol. Ni los cinco partidos ganados al hilo sin goles en contra, ni los 12 goles convertidos, llaman tanto la atención como el buen juego que demuestran los dirigidos por Fossati.
Los últimos antecedentes de los carboneros jugando bien eran aquella final del 2013 contra Defensor ganada 3 - 0 (luego de un campeonato donde jugó mal), y un poco antes el Peñarol de Aguirre en la Libertadores 2011, que si bien tuvo una dosis de fortuna, tenía un patrón de juego definido.
Fossati ha logrado que su 3-5-2 funcione de buena manera en este comienzo de semestre. Lo ha hecho con dos grandes aciertos: cambios posicionales y un plantel largo. También con una casualidad: Diogo.
Mantener un técnico por un período de tiempo mayor a seis meses puede dar buenos resultados. Cuando se confirmó la salida de Aguiar, Fossati no pidió a nadie en ese puesto: movió al Japo desde la banda al centro, logró que incidiera mucho más en el juego y encontró una regularidad en el rendimiento que no había tenido antes en Peñarol.
Similar el caso de Alejandro Silva, conocido por su polifuncionalidad, pero al que estábamos acostumbrados a verlo jugar por la banda derecha. En esta etapa en Peñarol se perfila como el suplente de lujo de Pacheco.
Y ese es el otro tema: Pacheco ha tenido un gran arranque de semestre. Mucho tiene que ver la competencia por el puesto, una motivación extra a la hora de jugar, sabiendo que en el banco hay un jugador de nivel para ocupar su puesto. “Japo” Rodríguez, junto a Pacheco y -en ocasiones- Alejandro Silva, son el departamento de creación de este Peñarol.
Pero quizás el mayor cambio se da en los carrileros. El sistema madre de Fossati exige jugadores veloces y explosivos por las bandas. En el último año y medio pasaron incontables laterales derechos por Peñarol (en realidad son contables, y suman 8 en un año y medio: Baltasar Silva, Sandoval, Albín, Rosano, Hurtado, Guille Varela, Rodales y Silva), pero en esta ocasión ha encontrado una pareja de laterales más que interesantes: Rodales por derecha y Diogo por izquierda.
La llegada del brasileño es de esos pases que generan la duda si fue acierto de alguien, o se tiró una moneda al aire y podía salir cara o cruz. Esta vez no solo ha salido cara, sino que Diogo es un jugador que se encuentra un escalón por arriba de la media de los jugadores del medio local. Mucho recorrido, encarador, busca constantemente las diagonales y -como buen lateral brasileño- muy ofensivo.
De esa línea de cinco mediocampistas, los que no han estado a la altura han sido los volantes defensivos. Marcel Novick y Píriz han alternado sin demasiado éxito.
Al decir del sicólogo Guillermo Mariano en esta nota, la clave de una buena competencia interna es un técnico que maneje bien la tensión sicológica que se genera entre los jugadores y que estos abandonen su zona de confort en busca de su máximo nivel.
Esto explicaría por qué contra Tacuarembó el "Bola" Lima, e incluso el golero Aguerre, rindieron de buena manera. Para que el entrenador los tenga en cuenta deben hacer grandes actuaciones. En la delantera pasa algo similar: la dupla titular son Jonathan Rodríguez y Zalayeta, y la alternativa Olivera con Núñez
Fossati ha logrado tener dos jugadores de nivel en casi todos los puestos, y ha administrado muy bien -hasta ahora- los egos personales. Eso repercute en un buen juego de los titulares y también de los suplentes. También es verdad que el tiempo trabajando juntos genera que los jugadores interpreten mejor la idea futbolística de Fossati.
El único contratiempo de un plantel de estas características es la postergación de jugadores formados en la cantera. Mac Eachen, Nández o Kevin Méndez tendrán -a priori- un semestre de pocas apariciones.
Nada de lo dicho asegura el éxito deportivo, pero romper con ese círculo de contratar técnicos para que dirijan planteles armados por otros, otorga identidad de juego y quién te dice que Fossati logre algo que hace años que no pasa: que Peñarol juegue bien.
Los últimos antecedentes de los carboneros jugando bien eran aquella final del 2013 contra Defensor ganada 3 - 0 (luego de un campeonato donde jugó mal), y un poco antes el Peñarol de Aguirre en la Libertadores 2011, que si bien tuvo una dosis de fortuna, tenía un patrón de juego definido.
Fossati ha logrado que su 3-5-2 funcione de buena manera en este comienzo de semestre. Lo ha hecho con dos grandes aciertos: cambios posicionales y un plantel largo. También con una casualidad: Diogo.
Mantener un técnico por un período de tiempo mayor a seis meses puede dar buenos resultados. Cuando se confirmó la salida de Aguiar, Fossati no pidió a nadie en ese puesto: movió al Japo desde la banda al centro, logró que incidiera mucho más en el juego y encontró una regularidad en el rendimiento que no había tenido antes en Peñarol.
Similar el caso de Alejandro Silva, conocido por su polifuncionalidad, pero al que estábamos acostumbrados a verlo jugar por la banda derecha. En esta etapa en Peñarol se perfila como el suplente de lujo de Pacheco.
Y ese es el otro tema: Pacheco ha tenido un gran arranque de semestre. Mucho tiene que ver la competencia por el puesto, una motivación extra a la hora de jugar, sabiendo que en el banco hay un jugador de nivel para ocupar su puesto. “Japo” Rodríguez, junto a Pacheco y -en ocasiones- Alejandro Silva, son el departamento de creación de este Peñarol.
Pero quizás el mayor cambio se da en los carrileros. El sistema madre de Fossati exige jugadores veloces y explosivos por las bandas. En el último año y medio pasaron incontables laterales derechos por Peñarol (en realidad son contables, y suman 8 en un año y medio: Baltasar Silva, Sandoval, Albín, Rosano, Hurtado, Guille Varela, Rodales y Silva), pero en esta ocasión ha encontrado una pareja de laterales más que interesantes: Rodales por derecha y Diogo por izquierda.
La llegada del brasileño es de esos pases que generan la duda si fue acierto de alguien, o se tiró una moneda al aire y podía salir cara o cruz. Esta vez no solo ha salido cara, sino que Diogo es un jugador que se encuentra un escalón por arriba de la media de los jugadores del medio local. Mucho recorrido, encarador, busca constantemente las diagonales y -como buen lateral brasileño- muy ofensivo.
De esa línea de cinco mediocampistas, los que no han estado a la altura han sido los volantes defensivos. Marcel Novick y Píriz han alternado sin demasiado éxito.
Al decir del sicólogo Guillermo Mariano en esta nota, la clave de una buena competencia interna es un técnico que maneje bien la tensión sicológica que se genera entre los jugadores y que estos abandonen su zona de confort en busca de su máximo nivel.
Esto explicaría por qué contra Tacuarembó el "Bola" Lima, e incluso el golero Aguerre, rindieron de buena manera. Para que el entrenador los tenga en cuenta deben hacer grandes actuaciones. En la delantera pasa algo similar: la dupla titular son Jonathan Rodríguez y Zalayeta, y la alternativa Olivera con Núñez
Fossati ha logrado tener dos jugadores de nivel en casi todos los puestos, y ha administrado muy bien -hasta ahora- los egos personales. Eso repercute en un buen juego de los titulares y también de los suplentes. También es verdad que el tiempo trabajando juntos genera que los jugadores interpreten mejor la idea futbolística de Fossati.
El único contratiempo de un plantel de estas características es la postergación de jugadores formados en la cantera. Mac Eachen, Nández o Kevin Méndez tendrán -a priori- un semestre de pocas apariciones.
Nada de lo dicho asegura el éxito deportivo, pero romper con ese círculo de contratar técnicos para que dirijan planteles armados por otros, otorga identidad de juego y quién te dice que Fossati logre algo que hace años que no pasa: que Peñarol juegue bien.