Más que proceso, procesadora
Peñarol volvió a echar un DT antes de arrancar un torneo. Esta vez, un ídolo del club que, además, venía de ser campeón.
"Suena el teléfono y voy como loco a su encuentro", decía el tema de la telenovela argentina "Una voz en el teléfono". Hace no tanto el teléfono sonó y, por mensaje de texto, el presidente de Peñarol despedía a una gloria del club, Gregorio Pérez.
Esta vez el teléfono sonó, pero no estaba Damiani del otro lado. De todas formas, eso no cambió la suerte de Pablo Bengoechea, que después de perder el último clásico de verano, y a dos semanas de arrancar el Clausura, dejó de ser el DT de Peñarol.
Este que escribe, que no es hincha de Peñarol -y aunque lo fuera, daría lo mismo- no sabe si indignarse o si reírse. Si el argumento para echar a un técnico es perder un clásico de verano, el fútbol uruguayo está frito. Y sí, está frito.
Lo cierto es que el respaldo -o la ausencia de respaldo, mejor dicho- hacia Bengoechea de parte de la dirigencia carbonera, o de una fracción importante al menos, era evidente. A pesar de eso, Peñarol venía de ser campeón del Clausura 2015 y del Apertura pasado con el "Profesor" en el banco de suplentes. Primero, con un equipo que no había sido armado por él, y que luego terminó perdiendo la semifinal con Nacional; y el segundo con un plantel con jugadores pedidos por el DT.
Es cierto que en ese año, Peñarol lejos estuvo de desplegar un buen fútbol, un juego vistoso (algo que Peñarol hace años no logra), pero también es cierto que ningún equipo del fútbol uruguayo, en 2015, hizo más puntos que el Peñarol de Bengoechea. Eso, ¿ya no era suficiente para respaldarlo?
"Bengoechea no ganó ningún clásico". También es verdad. Oficiales jugó tres, de los cuales empató dos y perdió uno (en alargue, el famoso "clásico de la ambulancia"). Esos dos empatados le sirvieron para ganar dos torneos cortos. En los de verano tampoco pudo ganar, aunque en el penúltimo, ese que se jugó hace nada, fue muy superior a su rival y se lo llevó por penales.
La estadística no lo favorece pero, en los últimos diez años, ¿acaso la estadística es muy favorable a Peñarol frente a Nacional? ¿Se le puede achacar esa racha a Bengoechea? Lo más triste es que, al fin y al cabo, es más importante ganar un clásico que un campeonato. ¿Si Peñarol gana este Uruguayo sin ganarle a Nacional, alguien va a quejarse? Me imagino las calles desiertas cuando el Peñarol dePolilla vayaunoasaberquién, habiendo perdido el clásico que viene, gane el Clausura y salga campeón uruguayo sin jugar finales.
Se habla hasta el hartazgo de "los procesos"; mucho tiene que ver Tabárez en esto. Pero, ¿quiénes acaso respetan esos "procesos"? Un entrenador, ídolo del club y con dos torneos cortos ganados de dos jugados, con la promoción de juveniles del club en el equipo de Primera (algo que no pasaba en Peñarol desde hace un millón de años), que había traído jugadores más que interesantes para la doble competencia, cuando tenía la posibilidad de consolidarse (o al menos de empezar a demostrar efectivamente los frutos de su trabajo), es echado cuando faltan días para que arranque el campeonato.
Esto no es nuevo, y menos en Peñarol. Parece que los dirigentes no aprendieran más que esa receta, harto utilizada en el último tiempo, nunca dio resultado: Gregorio, Matosas, Alonso, Goncálvez fueron echados antes o en las primeras fechas de los torneos y Peñarol salió campeón de… nada.
Otra vez un técnico arma su equipo y otro deberá seguir adelante con un plantel en el que no pudo elegir ni un solo jugador. Todo el trabajo de pretemporada desperdiciado. Si lo iban a echar, ¿por qué no lo hicieron en diciembre? Parece que estaban buscando una excusa, y con la derrota clásica la encontraron. ¿Dónde quedó lo bien que jugó en el clásico anterior? Si empataba el último, ¿igual lo echaban?
También es cierto que la "prensa especializada", o al menos una parte importante de ella, fue preparando lentamente el terreno para que esta decisión se concretara. Mientras al Peñarol de Bengoechea se lo castigaba duramente por su pálido fútbol (muchas veces con razón), al Nacional de Munúa se lo ponderaba por su juego atildado y su contundencia en el arco rival. Las comillas en "especializada" las coloco porque, en realidad, el Nacional de Munúa jugaba tan mal como Peñarol, solo que ganaba.
Al final el campeón, jugando mal, fue Peñarol, y la "máquina" tricolor se fundió unas cuantas fechas antes del cierre del torneo. Pero la continuidad de Munúa nunca estuvo en duda en los grandes medios; la de Bengoechea siempre estuvo bajo la lupa. Quizá haya sido porque no declaraba para la tribuna, o porque más de una vez dejó a algún periodista mal parado (por alguna pregunta estúpida, característica de las ruedas de prensa).
No sé si fue Damiani (que ni siquiera lo llamó para comunicarle), si fue el resto de la directiva, si fue la prensa o si fue la barra (como lo deslizó el propio Bengoechea) quienes sacaron al DT de su cargo, o si fue una combinación de todas. Lo que sí sé es que es una medida totalmente disparatada, en lo social y sobre todo en lo deportivo.
La miopía, la inmediatez, la falta de perspectivas y la falta de respeto a la orden del día. Ese es el fútbol uruguayo, ese que, como dice un amigo, "me tenía alejado y no me acordaba por qué. Ahora me acordé".
En los últimos diez años Peñarol tuvo veinte técnicos; ninguno duró más de un año. Damiani pasará a la historia por ser el presidente que construyó el Estadio; también por ser el que activó la procesadora de técnicos… y de ídolos.
Esta vez el teléfono sonó, pero no estaba Damiani del otro lado. De todas formas, eso no cambió la suerte de Pablo Bengoechea, que después de perder el último clásico de verano, y a dos semanas de arrancar el Clausura, dejó de ser el DT de Peñarol.
Este que escribe, que no es hincha de Peñarol -y aunque lo fuera, daría lo mismo- no sabe si indignarse o si reírse. Si el argumento para echar a un técnico es perder un clásico de verano, el fútbol uruguayo está frito. Y sí, está frito.
Lo cierto es que el respaldo -o la ausencia de respaldo, mejor dicho- hacia Bengoechea de parte de la dirigencia carbonera, o de una fracción importante al menos, era evidente. A pesar de eso, Peñarol venía de ser campeón del Clausura 2015 y del Apertura pasado con el "Profesor" en el banco de suplentes. Primero, con un equipo que no había sido armado por él, y que luego terminó perdiendo la semifinal con Nacional; y el segundo con un plantel con jugadores pedidos por el DT.
Es cierto que en ese año, Peñarol lejos estuvo de desplegar un buen fútbol, un juego vistoso (algo que Peñarol hace años no logra), pero también es cierto que ningún equipo del fútbol uruguayo, en 2015, hizo más puntos que el Peñarol de Bengoechea. Eso, ¿ya no era suficiente para respaldarlo?
"Bengoechea no ganó ningún clásico". También es verdad. Oficiales jugó tres, de los cuales empató dos y perdió uno (en alargue, el famoso "clásico de la ambulancia"). Esos dos empatados le sirvieron para ganar dos torneos cortos. En los de verano tampoco pudo ganar, aunque en el penúltimo, ese que se jugó hace nada, fue muy superior a su rival y se lo llevó por penales.
La estadística no lo favorece pero, en los últimos diez años, ¿acaso la estadística es muy favorable a Peñarol frente a Nacional? ¿Se le puede achacar esa racha a Bengoechea? Lo más triste es que, al fin y al cabo, es más importante ganar un clásico que un campeonato. ¿Si Peñarol gana este Uruguayo sin ganarle a Nacional, alguien va a quejarse? Me imagino las calles desiertas cuando el Peñarol de
Se habla hasta el hartazgo de "los procesos"; mucho tiene que ver Tabárez en esto. Pero, ¿quiénes acaso respetan esos "procesos"? Un entrenador, ídolo del club y con dos torneos cortos ganados de dos jugados, con la promoción de juveniles del club en el equipo de Primera (algo que no pasaba en Peñarol desde hace un millón de años), que había traído jugadores más que interesantes para la doble competencia, cuando tenía la posibilidad de consolidarse (o al menos de empezar a demostrar efectivamente los frutos de su trabajo), es echado cuando faltan días para que arranque el campeonato.
Esto no es nuevo, y menos en Peñarol. Parece que los dirigentes no aprendieran más que esa receta, harto utilizada en el último tiempo, nunca dio resultado: Gregorio, Matosas, Alonso, Goncálvez fueron echados antes o en las primeras fechas de los torneos y Peñarol salió campeón de… nada.
Otra vez un técnico arma su equipo y otro deberá seguir adelante con un plantel en el que no pudo elegir ni un solo jugador. Todo el trabajo de pretemporada desperdiciado. Si lo iban a echar, ¿por qué no lo hicieron en diciembre? Parece que estaban buscando una excusa, y con la derrota clásica la encontraron. ¿Dónde quedó lo bien que jugó en el clásico anterior? Si empataba el último, ¿igual lo echaban?
También es cierto que la "prensa especializada", o al menos una parte importante de ella, fue preparando lentamente el terreno para que esta decisión se concretara. Mientras al Peñarol de Bengoechea se lo castigaba duramente por su pálido fútbol (muchas veces con razón), al Nacional de Munúa se lo ponderaba por su juego atildado y su contundencia en el arco rival. Las comillas en "especializada" las coloco porque, en realidad, el Nacional de Munúa jugaba tan mal como Peñarol, solo que ganaba.
Al final el campeón, jugando mal, fue Peñarol, y la "máquina" tricolor se fundió unas cuantas fechas antes del cierre del torneo. Pero la continuidad de Munúa nunca estuvo en duda en los grandes medios; la de Bengoechea siempre estuvo bajo la lupa. Quizá haya sido porque no declaraba para la tribuna, o porque más de una vez dejó a algún periodista mal parado (por alguna pregunta estúpida, característica de las ruedas de prensa).
No sé si fue Damiani (que ni siquiera lo llamó para comunicarle), si fue el resto de la directiva, si fue la prensa o si fue la barra (como lo deslizó el propio Bengoechea) quienes sacaron al DT de su cargo, o si fue una combinación de todas. Lo que sí sé es que es una medida totalmente disparatada, en lo social y sobre todo en lo deportivo.
La miopía, la inmediatez, la falta de perspectivas y la falta de respeto a la orden del día. Ese es el fútbol uruguayo, ese que, como dice un amigo, "me tenía alejado y no me acordaba por qué. Ahora me acordé".
En los últimos diez años Peñarol tuvo veinte técnicos; ninguno duró más de un año. Damiani pasará a la historia por ser el presidente que construyó el Estadio; también por ser el que activó la procesadora de técnicos… y de ídolos.