Un salto sin red
Uruguay no presenta las redes que contengan e impulsen al alto rendimiento, ni tiene planificado qué hacer cuando surgen las futuras estrellas del mañana.
Foto: laprensa.com.uy
La pregunta que para muchos subyace cuando hablamos del deporte de alto rendimiento, radica en qué medios le brindamos a los deportistas para motivarlos a que se mantengan en el deporte.
Los valores que surgen en cada una de las disciplinas nacen aunados a un amor incondicional por su actividad y, en los inicios, todo pasa más por diversión que por una apuesta a futuro.
Con el desarrollo de la carrera, esto lentamente varía y las apuestas comienzan a ser de otra índole y es allí cuando competir y entrenar a nivel internacional se hace impostergable.
El porqué de esta situación es sencillo, por el escaso desarrollo deportivo que hay en Uruguay, donde el tope de exigencia interna es muy bajo y un competidor que en nuestro país se puede aburrir de ser campeón nacional, quizás simplemente con cruzar el “charco” se da cuenta de las diferencias que existen.
Pero a eso hay que sumarle las distancias en cuanto a medios que se ofrecen, ya que nuestros deportistas cuando se lesionan deben recurrir a sus mutualistas u hospitales para atenderse, muchas veces con médicos que no son especializados y debiendo esperar por tratamientos, operaciones y demás cuestiones, en muchos grados de primera necesidad, cuyos costos (en la mayoría de los casos con valores muy elevados) son “bancados” de sus bolsillos.
Si una joven promesa vive en el interior del país, casi siempre deberá terminar viajando a la capital con mucha asiduidad para entrenar y competir, ya que es aquí donde radican los centros más desarrollados a nivel deportivo, lo que implica otra erogación económica en cuanto a traslados y alojamiento.
A esto le podemos sumar que la indumentaria deportiva en el noventa por ciento de los casos también se costea de su dinero personal, así como los implementos necesarios para la práctica del deporte, adquiriendo muchas veces lo que se puede en valor metálico y no lo que se debería.
Lo mismo sucede con la suplementación, transporte, alimentación, etc. Hay casos de estupendos deportistas, de relieve mundial y que tienen en su poder incontables medallas sudamericanas y panamericanas, que llegaron a tener que vender la indumentaria con la que participaron en la máxima justa del deporte mundial (Juegos Olímpicos) para poder sustentar su carrera y su posterior transición al dejar el deporte.
En otra situaciones, hay valores que se pierden porque no consiguen cosas básicas como poder costear un alquiler para vivir, o alimentarse en condiciones adecuadas, e incluso sucedió el caso de un competidor que nos estaba representando en los Juegos Panamericanos mientras estaba siendo desalojado de su casa.
Ante ello, los nuevos proyectos tienden a ver una realidad que les es omisa en su desarrollo y en donde el buen pasar económico que pueda tener influye de manera drástica en el futuro deportivo que se pueda alcanzar.
Porque Uruguay no presenta las redes que contengan e impulsen al alto rendimiento, ni tiene planificado qué hacer cuando surgen las futuras estrellas del mañana, lo que nos hace imposible crecer y que muchas veces estas pasen como estrellas fugaces en el firmamento de nuestra realidad.
Los valores que surgen en cada una de las disciplinas nacen aunados a un amor incondicional por su actividad y, en los inicios, todo pasa más por diversión que por una apuesta a futuro.
Con el desarrollo de la carrera, esto lentamente varía y las apuestas comienzan a ser de otra índole y es allí cuando competir y entrenar a nivel internacional se hace impostergable.
El porqué de esta situación es sencillo, por el escaso desarrollo deportivo que hay en Uruguay, donde el tope de exigencia interna es muy bajo y un competidor que en nuestro país se puede aburrir de ser campeón nacional, quizás simplemente con cruzar el “charco” se da cuenta de las diferencias que existen.
Pero a eso hay que sumarle las distancias en cuanto a medios que se ofrecen, ya que nuestros deportistas cuando se lesionan deben recurrir a sus mutualistas u hospitales para atenderse, muchas veces con médicos que no son especializados y debiendo esperar por tratamientos, operaciones y demás cuestiones, en muchos grados de primera necesidad, cuyos costos (en la mayoría de los casos con valores muy elevados) son “bancados” de sus bolsillos.
Si una joven promesa vive en el interior del país, casi siempre deberá terminar viajando a la capital con mucha asiduidad para entrenar y competir, ya que es aquí donde radican los centros más desarrollados a nivel deportivo, lo que implica otra erogación económica en cuanto a traslados y alojamiento.
A esto le podemos sumar que la indumentaria deportiva en el noventa por ciento de los casos también se costea de su dinero personal, así como los implementos necesarios para la práctica del deporte, adquiriendo muchas veces lo que se puede en valor metálico y no lo que se debería.
Lo mismo sucede con la suplementación, transporte, alimentación, etc. Hay casos de estupendos deportistas, de relieve mundial y que tienen en su poder incontables medallas sudamericanas y panamericanas, que llegaron a tener que vender la indumentaria con la que participaron en la máxima justa del deporte mundial (Juegos Olímpicos) para poder sustentar su carrera y su posterior transición al dejar el deporte.
En otra situaciones, hay valores que se pierden porque no consiguen cosas básicas como poder costear un alquiler para vivir, o alimentarse en condiciones adecuadas, e incluso sucedió el caso de un competidor que nos estaba representando en los Juegos Panamericanos mientras estaba siendo desalojado de su casa.
Ante ello, los nuevos proyectos tienden a ver una realidad que les es omisa en su desarrollo y en donde el buen pasar económico que pueda tener influye de manera drástica en el futuro deportivo que se pueda alcanzar.
Porque Uruguay no presenta las redes que contengan e impulsen al alto rendimiento, ni tiene planificado qué hacer cuando surgen las futuras estrellas del mañana, lo que nos hace imposible crecer y que muchas veces estas pasen como estrellas fugaces en el firmamento de nuestra realidad.